Kalani entró en esa habitación, intentó poner la carta que había escrito y que Ava le dictó. «Soy una hipócrita, una traidora», pensó y no pudo hacerlo, la rompió en pedazos, pero cuando se giró, miró a Saint tras ella, en su silla de ruedas, mirándola con ojos severos. —¡¿Qué has roto, Kalani?! Ella tembló de miedo, negó, nerviosa. —Yo… ¡Nada! —¡No me mientas! Es la segunda vez que te veo aquí, y reflexioné en lo que dijiste, no te creo nada, esto es obra de Ava Davidson, ella quiere destruirme, ¿No es así? Kalani bajó la mirada, lágrimas calientes estaban en su rostro. Saint la obligó a sentarse frente a él, la miró con ojos firmes. —Dime lo que decía esa carta. Ella titubeó. —Decía que… lo admiro, ¡Esa es la verdad! Él arrugó el gesto confuso. —¿Admirarme? ¡Es una maldita br