Al día siguiente, Kendrick bajó del auto con cuidado, su herida aún dolía, pero se sentía mejor; volver a caminar, estar lejos del hospital y de esos tubos, Kendrick se sentía recuperado. Cuando entró Mila y Martha corrieron hacia él, estaban tan felices de verlo, al mismo tiempo sentían una angustia. —¡Mi señor, Bienvenido! Estamos tan felices de que volviera, pero… Kendrick las miró extrañado. —¡Bienvenido a casa, mi amor! Esa maldita voz, Kendrick supo que, para su desgracia, incluso en el fin del mundo, reconocería esa horrible voz. Levantó la mirada y la vio bajando la escalera como si fuera la reina del mundo. La miró con odio y desprecio. —¡¿Qué haces aquí?! —exclamó con rabia. Greta incluso intentó contener la rabia de su hijo. —¿Por qué me tratas así? ¡Soy tu esposa! Tengo