La primera impresión es extraña, pues por muchos años los únicos besos que sus labios sintieron eran los de Clibert, por lo que se le hace difícil besar a otro hombre, ya que sus boca estaba amoldada a la de el. En ese momento un sentimiento de culpa baña su mente, se sentía como si estuviese traicionando a sus sentimientos, porque por más que lo negara, su corazón tenía nombre y apellido y era el de Clibert.
Tamara lucha contra estos sentimientos de culpa y traición, mientras besa a Luis, quién no deja de succionar sus labios junto a su lengua. De pronto Luis se despega de ella y le dice.
—No, no me gustó.
—¿Qué? ¿Cómo que no te gusto? —dice Tamara apenada, pues sabía que no era el mejor beso que habia dado.
—¡Ja ja ja! —ríe— tus labios son esquistos —y terminando de decir esto, Luis
