Fue a su departamento, vivía prácticamente sola. Se había conseguido una rommie, pero aquella mujer solo pagaba su parte de alquiler para dejar allí sus pertenencias porque realmente casi nunca dormía ahí.
Sofía si la había visto cinco veces era mucho, de resto no sabía nada de aquella desconocida. No se podía quejar, era extremadamente vivir pagando solamente la mitad del alquiler en un lujoso edificio, eso la beneficiaba mucho.
Su salario era bastante generoso, pero no como para poder pagar ella sola ese departamento y sobrevivir el resto del mes, le alcanzaba para lo justo y no necesitaba nada más.
Esa noche, Sofía dejaría atrás la tristeza y agradecería por el tiempo compartido con su jefe, un hombre maravilloso y tan amable que no merecía que ella se quedara llorando toda la vida, disfrutaría de vivir tanto como él lo hacía y vería las cosas de un mejor modo. A Manuel Clark había que honrarle, no llorarle.
Buscó en su armario un vestido para esa noche, el lugar al que siempre iba con Camila era muy sofisticado y elegante, pero sin dejar de ser informal. Optó por ponerse un vestido color n***o que llegaba a mitad de su muslo, en uno de los lados estaba abierto y sabía con qué combinarlo a la perfección.
Tenía una cadera para la pierna de oro, era preciosa y casi nunca la usaba, pero algo le decía que esta noche era la noche perfecta para usar aquella joya, el dorado del oro y el n***o del vestido contrastaban de una manera espectacular. Su piel con un toque de glitter la hacia ver encantadora. Toda una diosa.
El vestido en la parte de arriba también traía unas cadenas color doradas que hacían ver su pecho mucho mas apetecible, el cabello oscuro largo que caía como una cascada por su espalda era el toque extra para que esa noche Sofía conquistara a cualquier hombre que pasara por su camino.
Se maquilló suavemente, su vestido ya era lo bastante llamativo como para también tener un maquillaje muy cargado. Faltando media hora para encontrarse con Camila, pidió un taxi se dirigió al bar.
Cuando llegó, el lugar estaba repleto aun cuando era entre semana, ese sitio era muy famoso en la ciudad y la cantidad de personas que se encontraban haciendo fila para entrar daban fe de aquello. Sofía comenzó a mirar de un lado a otro buscando a su amiga, no la veía por ningún lado.
Abre su cartero y saca el iPhone para llamar a Camila.
—¿Dónde estás? —preguntó cuando Camila respondió.
—¡Ya me falta poco para llegar! —exclamó ella —, estoy en medio de un trancón, pero en diez minutos estoy allí.
Sofía bufó.
—Bien, pero si ves que no avanza te vienes caminó —dijo en broma, conocía también a su amiga que no dejaría el taxi ni estando a una cuadra.
—Eres tan graciosa —se mofó haciendo reír a Sofía —Ve haciendo la fila y si entras y aún no he llegado, pídeme una piña colada con mucho alcohol.
—Bien, pero mueve ese culo. Odio estar sola en medio de desconocidos —aseguró escuchando una exclamación nasal por parte de Camila.
—Obvio, ya le digo al conductor que saque las alas del taxi y me lleve volando —. La carcajada que soltó Sofía resonó por todo el andén.
—Tonta, sabes que eso no estaría nada mal. —Lo pensó, deberían de existir autos voladores para casos de emergencia.
—Nada mal, ya empiezan a avanzar los autos, te veo pronto.
Colgaron la llamada, Sofía comenzó a hacer la fila de mujeres, para entrar siempre los dividían, había una mujer policía que las debía inspeccionar antes de dejarlas entrar para evitar que dentro si había peleas clandestinas, nadie sacara un arma de fuego o cortopunzante.
La seguridad en aquel lugar era lo primordial.
A pesar de que la fila era extremadamente larga, se movía con bastante rapidez y en menos de ocho minutos, Sofía ya estaba recibiendo el calor de los cuerpos sudorosos y el olor a trago mezclado con cigarro.
Se dirigió rápidamente a una de las barras laterales y pidió dos piñas coladas. Mientras esperaba que el barman le sirviera, comenzó a sentir una fuerte punzada en su nuca, como si una mirada intensa estuviera sobre ella.
Se giró en la silla mientras buscaba algo… No sabía que, con la copa entre sus manos y una pajita entre sus labios, comenzó a dar sorbo tras sorbo mientras hacia contacto visual con varios chicos, pero aun así sabía que no eran ellos los que provocaban esa intensa punzada en el bajo de su nuca.
Levantó la mirada hacia el segundo piso y jadeo, sus labios separándose en el proceso… Encontró la mirada penetrante, no podía creer que…
—Apostemos cien dólares a que te coges esta noche al guapo del segundo piso —dejó de mirar y se concentró en su recién llegada amiga, Camila se bebió de un tirón la piña colada y pidió otra.
—¿Hola? —preguntó entre risas y negando con su cabeza.
—Doscientos dólares si al menos le pides el número de teléfono —siguió diciendo ella.
—Ni por un millón de dólares lo hago —respondió firme, Camila frunció el ceño.
—¿Acaso no lo viste bien? —preguntó con sorpresa. —¡Es todo un dios griego! Sofí, por dios, ese hombre te miraba como si quisiera empotrarte contra la barra y hacerte suya.
Sofia se removió incomoda en la silla y miró nuevamente hacia arriba, ya no encontró al guapo hombre.
—No sabes quien es él, jamás de los jamases me llegaría a dar ni siquiera un beso con él. —Camila chasqueó la lengua con fuerza.
—¿Sabes tu quien es él? —. No dejó que Sofía respondiera, ella misma lo hizo —, él es un hombre demasiado sexy, debe ser millonario porque esta en el segundo piso, esos ojos solo podían decir: Te voy a comer. ¿Por qué negarle una noche de pasión?
—Pues por el simple hecho de que ese hombre es Trevor Clark ¡Mi nuevo jefe!
Camila abrió los ojos exageradamente grandes, tanto que Sofía creyó que iban a salirse de sus cuencas.
—¿Pero que mierda…? —preguntó Camila en shock —. Me estas jodiendo, ¿Verdad?
—Es mi maldito jefe y lo odio —expresó con fastidio a su amiga.
—¿Tu jefe? —preguntó de nuevo, Sofía entrecerró sus ojos con clara molestia.
—Es un patán en toda la ley —comentó frunciendo los labios —. Es arrogante, frívolo, malgeniado, un derrochador de dinero que apareció solo cuando su padre murió y mágicamente heredo la empresa —. La voz de Sofia estaba cargada de veneno —-, ese hombre es el diablo en persona, su carácter de mierda no me lo soporto, pero tengo que hacerlo solo porque tengo que comer.
Y porque esa era una voluntad del señor Clark, pero no le contaría eso a Camila ni a nadie de su alrededor.
—Y es extremadamente guapo, millonario, te comió con los ojos —prosiguió hablando Camila —. A la mierda el que sea tu jefe, tíratelo y disfruta de follar con ese tipo de hombre.
—¿Qué tendría de bueno? —preguntó con desgano.
Trevor podía parecer un dios griego y todo lo demás, pero a ella no la engañaba. Le daba tan mala espina que haya heredado la empresa que, si no fuera porque conocía a la perfección la letra del señor Clark, habría pensado que todo aquello lo había organizado él.
—¡Que no tendría de bueno! —Exclamó Camila —, primero tendrías un sexo que espero este mas que fabuloso, segundo punto, podrías ser la nueva dueña de Clark company si te casas con él.
Sofía rodó sus ojos y pidió al barban una margarita.
—No es no y punto, si quieres ve tu y haz lo que quieras con él, a mi bastante ya me irrita en el trabajo como para pasar mis ratos libres con él —negó con su dedo índice y se bebió de un solo trago la margarita que le entregaba el barman.
Siguió bebiendo y hablando con Camila dejando por zanjado aquel tema de su jefe. Ya con un poco de alcohol en la cabeza, sintió que Camila se acercaba a su oído.
—Voy a conseguirnos unos hombres para bailar, ya vengo.
—No, yo no quiero… —giró en su asiento y no vio más a su amiga —, bailar… Bah, ya se fue.
Se quedó allí sentada como si ella fuera una decoración mas del lugar, dio varias vueltas a la pajita en la copa y suspiró, Camila la había abandonado.
—No esperaba encontrarla acá esta noche, creí que estaría haciendo el informe que le pedí para mañana —una corriente eléctrica pasó por todo su cuerpo cuando escuchó la voz de su jefe.
Él se sentó al lado de Sofía en la barra, con el cuerpo totalmente girado hacia ella, lo miró de reojo y suspiró.