—Eres la peor amiga del mundo —. Camila le mostró su labio inferior a Sofía tras aquellas palabras.
—¿Yo? —preguntó con indignación llevándose una mano al pecho —. Disculpa, pero debo recordarte que has sido tu quien me ha dejado sola en el bar.
Sofía frunció el ceño.
—¿Sola?
—Ya, dime. ¿Con quién te fuiste esa noche?
Sofía abrió la boca cada vez más, lo único que recordaba era haber bebido el doble de su tamaño en y luego despertó en el sofá con un fuerte dolor de espalda y una resaca mundial. Se imaginaba que esa noche había sido un desastre, pero no podía recordar nada más y en todo momento creyó que Camila había estado a su lado, pero no se habían podido ver por el trabajo de Camila y por eso le había dicho que era una mala amiga.
—¿De qué hablas? —preguntó temiendo por la respuesta.
—Pues es que yo me fui a bailar y luego no te vi más, te llamé y nunca respondiste, luego llamé al fijo y tu compañera de piso me dijo que ya estabas en casa, que un hombre te había traído.
—Me duele un poco que tu hables mas con mi roomie de lo que yo lo hago —hizo una mueca con sus labios y se enfocó en lo importante. —Pero no tengo ni idea de quien es ese hombre que dicen ni como fue que yo pude ser tan irresponsable de darle mi dirección.
—Pues piensa positivamente, al menos estas bien y no en ningún otro lado desaparecida.
—Tienes razón. —Suspiró —, tengo que hablar con ella para que me diga quién era y qué hice esa noche.
Sofía tenía un mal presentimiento, su jefe estaba raro últimamente y él había estado en el bar, recordaba haber intercambiado un par de palabras de trabajo, solo que no podía ponerle rostro a aquel hombre, pero no era difícil deducir que seguramente Trevor había estado con ella aquella noche.
Esperaba poder encontrarse rápido con su roomie y que ella le dijera quién la había llevado a casa, esperaba que la descripción del hombre fuera muy diferente a la de su jefe.
Más que todo por el asunto del anillo, ¿A qué anillo se refería él?
¿Anillo de compromiso?
Tembló sintiendo un sudor frío en su espalda, amarrarse a alguien no estaba en sus planes futuros, el hecho de comprometerse con alguien le daba un poco de pánico por temas que aún no quería sacar a relucir.
—¿Me viste con Trevor Clark esa noche? —le preguntó, quizás Camila los había visto hablar.
—Mmm no —respondió no muy segura, Sofía la miró con atención —. La verdad es que si me fui de ahí con un chico que conocí, no te vi más.
—¡Eres una amiga horrible! —se quejó Sofía con un poco de diversión.
—Ay cariño, si vivieras en mis zapatos sabrías que no tengo muchas horas libres para tener sexo y cuando se me tiende la oportunidad en una bandeja de plata, yo la tomo.
—Me encantaría estar viviendo tu vida, conocer muchos países —suspiró con melancolía —. A veces trabajar tanto tiempo en una oficina no es sano, conlleva mucho estrés y se crea una monotonía tan horrible.
—¿Empezarás la universidad? —Sofía negó con su cabeza.
—Ya estoy muy vieja para eso.
Camila bufó con fastidio.
—Babe, aún eres joven, solo son cinco años de tu vida en los que deberás estudiar lo que amas y así dejar de ser una amargada asistente. Tienes que seguir con tu vida.
—Es que…
—Odio que pongas tantos peros a lo que quieres hacer —rodó sus ojos y tomó con fuerza los hombros de Sofía a la vez que la zarandeaba un poco —. Piensa en ti por una vez en tu vida, puedes estudiar y trabajar el tiempo, sé que antes te sentías agradecida con Manuel por haberte recibido en la empresa, pero tienes que avanzar… Avanza ese culo, lucha por lo que deseas, ¿Te ves siendo asistente de Trevor en quince años?
—No.
—¿Quieres ser o no una exitosa empresaria? —Sofía mordió su labio inferior con nerviosismo.
—Claro que quiero —respondió con obviedad.
—Pues no lo parece, porque no estás haciendo absolutamente nada para conseguirlo. Antes te excusabas de que no querías hacer sentir mal a tu jefe porque él había hecho mucho por ti, lo cual me parecía súper estúpido porque si tú le hubieras contado él te habría apoyado, estoy segura de eso, ahora, ¿Cuál es tu excusa?
—Tengo que ayudarle a Trevor a hacerse cargo de la empresa —murmuro.
—¡NO! —gritó Camila sobresaltándola —¡ESA NO ES LA RESPUESTA QUE QUIERO!
—Cálmate…
—No, tú no lo entiendes, soy tu amiga y me duele ver cómo te arrastras en una vida que no quieres, sé que no estás tan mal, hay días buenos, eres feliz, pero también sé que podrías ser incluso más feliz.
—Tienes razón, lo sé, pero…
—Deja de decir pero, Trevor no es un bebé, él no te va a necesitar para siempre y por lo que veo, ya prácticamente no te necesita, me has dicho que casi no te habla, ¿Verdad? —Sofía asintió —. Entonces ya, fin. Renuncia, tienes ahorros, estudia y sigue tus sueños. Se la mejor profesional, estudia relaciones internacionales, idiomas y todo eso que siempre quisiste. Es hora de que pienses solo en ti.
¿Quería ser asistente toda la vida? Por supuesto que no. Tenía que hacer algo por su vida ahora. Camila tenía razón, aún es joven, tiene la forma de pagar la universidad y tiene que seguir sus sueños. Sonrió decidida. El semestre comenzaba en tres meses, seguirá trabajando solo esos meses en los que espera el inicio del nuevo año académico, cumplirá el deseo de Manuel y también cumplirá su mismo sueño.
—Te re contra amo —se lanzó encima de su amiga llenando su rostro de besos —Olvida lo que decía antes, eres la mejor amiga del mundo entero y tienes toda la razón, debo comenzar a pensar en mí y en mis sueños, comenzaré mi pregrado el próximo ciclo. Ya es hora de pensar en mí misma.
—¡Por fin lo entiendes! —llevó las manos al aire en signo de victoria, Sofía se carcajeo.
Justo en ese momento la puerta del departamento se abrió y por ella entró la roomie que pocas veces había visto Sofía.
—Hola —saludó con una pequeña sonrisa. Era una mujer de quizás treinta años o muy pronto a cumplirlos, bajista, de cabello con doble color y corto, de una apariencia asiática.
—Hola —respondieron ambas al unísono.
Sofía se sentía un poco avergonzada de no saber si quiera el nombre de ella, sí que algunas veces se lo había dicho, pero siempre se le olvidaba y terminaba llamándola de otra forma. No sabía tampoco si era médica, enfermera o algo parecido, solo sabía que trabajaba mucho y era bastante solitaria, nunca había llevado a alguien a la casa. No qué Sofía supiera.
—Oye eh…
—Teresa —respondió ella mientras caminaba a la cocina y guardaba unas cuantas cosas en el refrigerador.
—Lo siento —se disculpó, ella le sonrió restándole importancia —. Gracias por lo de la otra noche, sé que me ayudaste cuando llegué súper borracha.
—No fue nada.
—Y… también me preguntaba si me puedes decir que apariencia tenía ese hombre. —Tapó mitad de su rostro con el suéter que traía puesto así Teresa no veía cuán avergonzada estaba.
Ella la miró con una pequeña sonrisa que era más burlona que nada.
—¿No recuerdas nada? —las mejillas sonrojadas de Sofía eran una clara respuesta a su roomie.
—Estaba muy borracha —respondió en un susurro.
—Creí que lo conocías, lo besaste.
—¡¿Qué?! —gritó Sofía levantándose del sofá mientras Camila se carcajeaba.
—¡Eres una borracha besadora! —se burló, Sofía le tiró un cojín en la cara.
—Cállate, —se giró a Teresa —. Por favor dime cómo era él.
—¿Para qué quieres saber cómo era él? —preguntó Camila, Sofía la miró mientras se sonrojaba de nuevo. —¡Oh, mierda!
Jadeó entendiendo aquella mirada, Sofía tenía los ojos como un perrito abandonado, no quería que Teresa le describiera a Trevor.
—Por favor, dinos cómo era aquel hombre.
Teresa tomó un vaso de agua lentamente bajó la atenta mirada de esas mujeres, Sofía estaba nerviosa mientras Camila se desesperaba cada vez más al ver la lentitud de cómo Teresa tragaba lentamente el líquido.
—Pues —, lamió sus labios retirando las últimas gotas de agua —, era muy guapo, demasiado.
—Si es —, dijo de inmediato Camila, Sofía la miró con los ojos entrecerrados.
—Cállate, eso no es ninguna prueba. —Comentó, Camila se encogió de hombros, estaba segura de que era Trevor —, continúa la descripción, por favor.
—Alto, cejas pobladas, brazos fuertes, vestía con una camisa blanca.
—Mierda, no… —murmuro Sofía cerrando los ojos. Teresa siguió hablando describiendo a la última persona que ella quería: Trevor Clark.
—Uff, así que él te trajo, eh… —la codeó Camila con una sonrisa picarona, luego miró a Teresa —, ¿y ella lo besó o él la besó?
—Te le lanzaste encima y lo besaste, él solamente se quedó como en shock hasta que yo lo saludé y reaccionó.
—Doble mierda.
—¡Hubiéramos apostado! —Camila estaba disfrutando del momento mientras Sofía quería meterse debajo de la cama.
¡Qué vergüenza!
Por eso su jefe huía de ella, ¿Cómo no hacerlo? ¡Lo había besado! Ahora entendía porque él ya no quería ni tenerla cerca, seguramente la cree alguna acosadora. Cubrió su rostro con sus manos y soltó un fuerte suspiro. ¿Cómo podía ver de ahora en adelante a su jefe sabiendo aquello?
—¿Traía un anillo conmigo? —preguntó desconcertando a ambas mujeres.
—¿Anillo? —preguntó Camila jadeando y olvidando por completo su burla.
—No tenías ningún anillo.
—¿Estás pensando que esa noche te casaste con tu jefe como si estuviéramos en las Vegas?
—¡¿Es tu jefe?! —preguntó Teresa con asombro —. Vaya, que afortunada eres.
—Afortunada es lo último que siento. Creo que tengo que ir a hablar con él, tengo que disculparme o no podré verlo nunca más a los ojos y aún tengo que trabajar por unos cuantos meses antes de renunciar y entrar a la universidad.
—¿Te llevo?
—Si, acabemos con esto de una vez. Mi jefe tiene que entender que no soy ninguna acosadora, no lo besé consiente y él ahora estará pensando lo peor de mí y por eso huye de mi presencia.
Camila creía que era por todo lo contrario, pero no sé lo hizo saber, ya luego se alegraría si esos dos se dejaban de juegos y explotaban en la cama.
—Suerte.
—Gracias, Teresa.
Camila y Sofía salieron de la casa, por fortuna Sofía conocía la dirección de la residencia de Trevor, era información importante que solo podía utilizar cuando era necesaria, pero esto era una emergencia y tenía que llegar pronto a él.
Cuando Camila la dejó frente a un condominio de lujo, los nervios controlaban a Sofía. ¿Y si ahí estaba la esposa e hijo de Trevor?
—Esto es una muy mala idea, lo mejor es solo enviarle un mail.
—Por supuesto que no, ya estás acá. Ve a decirle lo que quieras.
—No sé cómo hacerlo.
—Vamos, si qué lo sabrás, nunca has sido una cobarde.
Sofía quería refutar y decir que de hecho muchas veces si se había sentido así, pero la mirada de Camila la hizo mantenerse en silencio.
—Vale, me voy.
—Hablamos luego, mañana de nuevo viajo.
—Vuelve pronto.
Se despidieron y Sofía llamó al número del piso.
—¿Quién? —preguntó la voz de Trevor al otro lado del interfono.
—Yo —respondió en un suspiro nervioso.
Trevor no dijo nada, pero Sofía escuchó como la reja se abría. La puerta a la cueva del lobo le estaba dando la bienvenida.