Capítulo 11

1942 Words
Día ? Un lugar en el que perdías la noción del tiempo, eso parecía ser el sendero de la niebla y esa descripción encajaba perfectamente para este sendero lleno de misterio, pero aún así no perdí la poca cordura que me quedaba por unos minutos o tal vez horas. Necesitaba mantenerme cuerda pero tener en mente la seguridad de Elián me estaba irritando y más por no saber específicamente su estado, era un gran caos mi mente y quería descargar mi furia sobre el principal participante de esta tontería. Tenía solo dos opciones de quienes podían ser los posibles candidatos a sufrir por esa estupidez que se les había ocurrido, pero aún así estaba convencida de que la causante de todo esto era Envidia. Desesperada por encontrar el lugar exacto donde los demás pecados se resguardaba, nuevamente le grité al ser para hacerle una pregunta, pero este solo respondió a mi llamado entre risas. —jajaja, Pereza, ¿otra vez?, jajaja.— me preguntó entre risa. — Señor.— suspiré cansada de su risa.— necesito saber cuanto tiempo he pasado caminando por este lugar.— le dije mientras seguía caminando.— no quisiera llegar tarde. — Ni que existiera la palabra remordimiento en ese corazón putrefacto.— me respondió ya poniéndose serio.— ¿O si existe? — No lo sé, pero sea lo que sea no sabré que es hasta experimentarlo, y si no me va a decir las horas que llevo atrapada aquí al menos dígame en qué día me encuentro.— fruncí el ceño. — Oh, vamos, estaba bromeando. — No excuses tus chistes de mal gusto.— me crucé de brazos.— recuerda que una vida está en juego. — Bien tienes razón.... pues te seré breve, estamos en el noveno día. Los latidos de mi corazón se detuvieron y sentí como mi cabeza comenzaba a dar vueltas, junto a eso mis piernas comenzaron a temblar y un ligero malestar en mi estómago apareció. El sudor que pasaba sobre mi piel era frío, y la vista borrosa. Lo peor que me podía haber pasado, casi 2 días enteros caminado en ese maldito lugar. Todo se estaba derrumbando dentro de mi, pero la voz del hombre me hizo volver a la realidad con una noticia que me hizo recuperar la poca cordura que me quedaba. — Estas a unos metros, pero no dejes que te afecte que solo te queda poco tiempo a su lado. Aún que te queden unas horas o 1 día... es más que suficiente para poder demostrarle y decirle lo que realmente sientes, tal vez fuiste mala con él, pero su bondadoso corazón lo entenderá perfectamente. Así que no te preocupes por eso y solo mantente tranquila. — Pero... pelear contra los 5 restantes me será difícil.— mencioné mientras caía de rodillas en la arena.— no creo que pueda sacarlo de ahí a tiempo, me llevaría casi dos días pelear contra cada uno de ellos.— golpee la arena con los puños cerrados.— él quería ir a jugar en la nieve en el décimo día... ¡¡ahg!!... es su último deseo... ¡¿y si no lo puedo cumplir?! — Tranquila Pereza, si tu deseo de ayudarlo es grande... podrás con todos ellos si te centras en solo sacarlos de tu camino usando sus puntos débiles como pecados, así que por favor.... Sus palabras callaron al verme, tal ves estaba extrañado de lo que me estaba sucediendo pero aún así se quedó callado. Nunca creí que eso pudiese suceder en alguien como yo, pero sucedió. De mis ojos comenzaron a caer lágrimas que recorrían mis mejillas, estaba tan sorprendida de tan solo sentirlas. Quise secarlas para borrar cada rastro, pero cada vez caían más. — Corre y deja que tus sentimientos libren la batalla, no estarás sola. Yo te ayudaré un poco para que la niebla sea más densa cuando estés en batalla o también si te quieren seguir los envolveré. Al escucharlo solo asentí, y me levanté de la arena para comenzar a correr en línea recta con la esperanza de llegar a tiempo al lugar. Si la niebla es molesta, las lágrimas también lo eran, no me permitían ver bien pero aún así seguí corriendo. — Elián...— susurré. No pasaron 10 minutos cuando atravesé una barrera que parecía repeler la niebla, ya que en ese lugar se encontraba rodeada por la misma. Dentro de la barrera se encontraba Gula sentada comiendo, Codicia mirando a Gula, Lujuria mirándose en un espejo, Soberbia tenía una daga en sus manos y Envidia se encontraba sobre una caja que era cubierta por una tela. Soberbia y Envidia al verme frente a ellos se rieron por las lágrimas que caían por mis mejillas, pero eso no me afectó en absoluto pero aún así traté de secarlas para poder visualizarbien cada movimiento de cada uno. Eran algo que no podía detener, pero solo por el simple hecho de que me encontraba molesta por que me habían hecho caminar por dos días. Aún así respiré profundo para tranquilizarme un poco y así dejar de llorar, y funcionó, pero ellos siguieron burlándose de mi. — Vamos a divertirnos mucho.— habló Envidia mientras retiraba la tela.— espero que te encante el espectáculo que yo daré. Te daremos asientos de primera fila. Bajo la gran tela se encontraba una jaula en la que estaba Elián, verlo inconsciente y malherido me molestó más que ver a la maldita Envidia reírse de mi. Sin muchas ganas de negociar con esos payasos, solo saqué una de las dos dagas que se encontraban ocultas en las mangas de mi vestido para lanzarme hacia Envidia, pero Soberbia me detuvo. — Tonta, no sabes que una daga es como tú... inútil.— me sonrió mientras cubría el ataque con la daga que el llevaba.— Yo tengo esta en mis manos para cortarle las alas a tu estúpida mascota. — En primer lugar... también llevas una daga como arma, así que cierra tu maldita boca de una vez, según dices que es algo inútil pero aún así la vas a usar.— le dije mientras comenzaba a ejercer fuerza sobre mi arma.— y en segundo lugar.... Elián no es una mascota, el es... es...— fruncí el ceño.— es mi amigo. Con mi mano libre lo tomé del hombro para atraerlo hacia mi para luego darle un rodillazo en el abdomen para sofocarlo, Envidia al ver mi acción bajó de la gran jaula para luego solo chasquear los dedos para hacer que Gula se levantase de su lugar. Al ver a la gran Gula venir hacia mi, sabía que estaba un poco motivada a luchar contra mí, por la simple mirada que me lanzaba. — Sabes que no me gustaría pelear contigo.— le comenté mientras la apuntaba con la daga. — Ni a mi, pero tu actitud debe ser corregida. Además... si obedezco voy a recibir un gran banquete.— me respondió mientras dejaba en la arena su trozo de pastel. Ella se abalanzó sobre mi, pero gracias a que el pecado estaba desapareciendo fui más rápida que ella. Conocía perfectamente la debilidad de Gula y llevar ese postre con ella sería su perdición, porque al llegar al plato, solo lo tomé en manos provocando que me mirara con preocupación. — Nunca quise que esto fuese así.— suspiré.— Gula, todo pasó demasiado rápido... creí que entenderías pero veo que aún tu amistad es vendida por una simple cosa. — Tu hubieses hecho lo mismo por tomar una siesta o tener una almohada más cómoda.— frunció el ceño mientras caminaba hacia mi. — ¡Claro que no!. Yo solo me hubiese quedado de brazos cruzados sin hacer nada, recuerda que soy Pereza y en eso se basa mi pecado. Pero ahora... ¡quiero ser diferente y mejor!.— le grité mientras lanzaba el postre hacia la niebla. Gula sin responderme solo corrió detrás del pastel provocando que Envidia se molestara más, pero aún le quedaban dos pecados, así que solo volvió a chasquear los dedos para que esta vez Codicia caminara hacia mi. — Vamos Codicia, ¿tú?.— le pregunté.— Creí que tu anhelabas tener todo y ser el rey... y te rebajaste a escuchar las órdenes de alguien que pronto te engañará, solo eres su sirviente y nada más te ve así. Me ignoró.— Pereza, si tienes algo para mi no te haré nada.— me mencionó mientras apuntaba hacia la bolsa que llevaba atada en mi cintura. — Ah, bueno, si te doy esto.— desaté la bolsita.— ¿tu me dejarás en paz y te llevarás a Soberbia? — No alcanza la cuota, así que solo me iré.— me sonrió. — Bien, es más que suficiente.— le respondí mientras le lanzaba la bolsa. Codicia al tener la bolsa de joyas en sus manos solo se retiró del lugar con una gran sonrisa, por otro lado Envidia le gritó a Lujuria para que me atacara, pero este solo se sentó en la arena y la miró con cierta molestia. Parecía que no estaba dispuesto a escucharla, y eso provocó que Envidia se molestara con el pecado. — No seas desobediente, ¡la deidad oscura te castigará!.— le amenazó. — Mira estúpida.— la apuntó.— yo no soy tu sirvienta para que me estés dando órdenes.— habló mientras se arreglaba su camisa de botones.— no es mi problema si Pereza te desfigura la cara a golpes, tú te lo buscaste.— se cruzó de brazos. — ¿Lujuria, estás de mi lado... compañero?.— le pregunté mientras me acercaba a él. — Sí. Solo por el favor que me hiciste de cubrirme, así que me llevaré a Soberbia para que tú y esta perra arreglen sus asuntos.— volvió a apuntar a Envidia.— me daría gusto que le arrancaras esa lengua venenosa que tiene.— comenzó a reírse.— ay, sonó muy sádico.— se acercó a mi para tomarme del hombro.— mejor solo dale su merecido y luego me cuentas que pasó. Pero hermosa, que no se te olviden los detalles de la pelea. — Si, pero después de esto no volveré al inframundo.— le respondí al mismo tiempo que me liberaba de su agarre para ir directamente con Envidia.— pero te prometo que no saldrá ilesa de esto. Él solo asintió mientras comenzaba a reír y tomaba de los pies a Soberbia para llevarselo arrastrando del lugar para dejarnos solas. Envidia no parecía muy contenta por lo que había sucedido, y eso me causaba felicidad, ver como sus planes estaban derrumbándose por el simple hecho de que las debilidades de los pecados los habían hecho abandonar el lugar, bueno a excepción de Lujuria que me debía un favor y con eso me lo pagó. — Bien, ahora solo somos tú y yo.— le hablé mientras sacaba la otra daga de la manga de mi vestido.— espero que estés lista. — Estúpidos pecados, son unos débiles.— frunció el ceño.— igual que tú. — Al menos mi debilidad dejó de ser mi propio pecado.— le respondí mientras corría hacia ella y ella hacía mi. — Pero ahora tu debilidad se encuentra en mis manos.— me sonrió con malicia. Ambas nos odiabamos y eso era evidente en nuestras miradas. No nos íbamos a detener hasta que una cayera rendida, tal vez sería injusto que yo tuviese un par de armas con las cuales me podría defender y ella no, pero el enojo lo hacía ver justo.
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