Capítulo 12

1429 Words
Valentina —Papà, ella es Valentina Rinaldi, —dijo Bianca mientras me presentaba a su padre. Me paré frente a él y extendí la mano para saludarlo, intentando mantener mi voz firme y por consiguiente, todo mi cuerpo. —Es un placer, señor Moretti. Él tomó mi mano y la llevó a sus labios en un gesto sorprendentemente caballeroso. A pesar de la cortesía en su gesto, no pude evitar sentir la fría formalidad detrás de su mirada. —El placer es mío, señorita Rinaldi, —dijo con una voz grave y profunda. Sin embargo, noté cómo Nicola, de pie a su lado, apretaba los dientes en cuanto su padre me besó. Mis dedos temblaron cuando retiré mi mano, y me esforcé por mantener la compostura mientras tomaba asiento junto a Bianca. Entró una muchacha joven con un uniforme impecable. Comenzó a servirnos, pero mi estómago estaba enredado en un nudo de nervios. Bianca hablaba con su papá, mientras yo ponía cada gota de voluntad en mantener una expresión relajada. Era difícil cuando sentía la mirada de Nicola quemando mi piel desde el otro lado de la mesa. Intentaba no mirarlo, pero sabía que estaba ahí, observando cada uno de mis movimientos. En medio de la conversación, el señor Moretti se detuvo un momento para observar el collar que colgaba del cuello de Bianca. —Qué bonito detalle, —comentó, sus palabras educadas pero algo en su voz me decía que, en realidad, pensaba todo lo contrario. —Así que, ¿cómo se conocieron ustedes dos? La pregunta estaba dirigida a mí. No era una pregunta complicada, aunque la forma en que él la formuló me hizo sentir como si estuviera siendo evaluada. Tomé aire y comencé a responder, tratando de sonar natural. —Pues, era mi primer día en la universidad cuando... Antes de que pudiera continuar, Bianca intervino con un tono algo nervioso. —Nos tocó hacer una tarea juntas y terminamos en la biblioteca, —dijo con una sonrisa un poco forzada. —Desde ahí hemos sido inseparables. ¿Por qué está mintiendo? La sorpresa cruzó mi rostro antes de que pudiera evitarlo, pero me compuse lo más rápido posible. —Así es, —asentí, tomando un sorbo de café. El señor Moretti me observó por un momento más. —Eres una joven muy hermosa, Valentina, —dijo de repente, y el comentario me tomó completamente por sorpresa. —De seguro te gusta salir de fiesta y tener varios pretendientes, —añadió, como si estuviera haciendo una simple observación, pero el comentario me hizo atragantarme con el café. —Disculpe, ¿qué? —respondí, todavía recuperándome. ¿Qué clase de pregunta es esa? No estaba segura si debía sentirme ofendida o simplemente desconcertada. —No soy un hombre que se repite. —Pues, no, señor, —dije, enderezándome y tomando aire antes de hablar. —Mis padres están gastando demasiado en mi educación como para que yo esté de fiesta. Y no, no necesito pretendientes. —¿Acaso tienes a alguien? —preguntó esta vez Nicola, y su voz fue tan cortante, que un escalofrío recorrió mi columna. Sentí cómo su mirada me atravesaba, y en ese momento, algo se encendió dentro de mí. Una chispa de desafío, un juego peligroso que Nicola estaba poniendo sobre la mesa. —Sí, —respondí, devolviéndole la mirada con una sonrisa desafiante. Si él iba a jugar, yo también podía hacerlo. —Mi prometido. Sus ojos se oscurecieron de inmediato. Su mandíbula se apretó, y pude ver cómo sus manos se tensaban sobre la mesa. Había despertado algo en él. Algo peligroso y, aunque no quería admitirlo, increíblemente sexy. La posesividad en su mirada, la intensidad con la que me observaba, me afectó de una manera que no debería. Bianca soltó una carcajada repentina. Su risa fue tan inesperada que incluso su padre la miró con una ceja levantada, sin entender qué estaba pasando. —Está bromeando, —dijo ella aún sonriendo, aunque pude ver el brillo juguetón en sus ojos anunciando algo más. —En realidad, le gustan las chicas. Intentó mantener una expresión seria mientras soltaba esas palabras. El rostro del señor Moretti palideció al instante, y por un momento solo abrió y cerró la boca varias veces, como un pez fuera del agua. —¿Ustedes dos…? —preguntó, señalándonos a Bianca y a mí con un dedo, su expresión horrorizada, con una mezcla de incredulidad y preocupación. Intercambié una mirada coqueta con mi amiga mientras me mordía el labio inferior, y en ese instante, ambas estallamos en carcajadas. —Estamos bromeando, papà, —dijo Bianca mientras limpiaba las lágrimas de tanto reírse. —A las dos nos gustan los chicos, y las dos estamos solteras. —Le aseguro que nuestra prioridad es el estudio, —añadí, tratando de sonar lo más convincente posible, aunque mi tono seguía cargado de diversión. El señor Moretti nos observó a ambas durante un largo segundo, como si intentara asegurarse de que no había ninguna otra broma oculta detrás de nuestras palabras. Suspiró y asintió, aunque pude ver la desconfianza aún reflejada en su mirada. Nicola, por otro lado, permaneció en silencio, pero su mirada seguía fija en mí, más intensa que nunca. El señor Moretti se puso de pie con un movimiento elegante y despreocupado. —Bianca, necesito hablar contigo en mi oficina, —dijo, y aunque su tono era neutral, algo en su expresión sugería que la conversación no sería del todo ligera. Ella asintió, lanzándome una mirada rápida, casi de disculpa, antes de levantarse de la mesa. Algo estaba pasando. Pero no estaba segura de qué. Observé cómo Bianca y su padre salían de la sala, apenas desaparecieron por el pasillo, mi cuerpo se tensó de inmediato. Nos habían dejado solos. Me levanté con la intención de irme, de poner distancia entre nosotros antes de que las cosas se volvieran demasiado peligrosas e incontrolables. Pero apenas di un paso, sentí su mano cerrarse alrededor de mi brazo. Mi corazón se aceleró aún más mientras su mano tiraba de mí, arrastrándome hacia él sin esfuerzo alguno. En cuestión de segundos, me encontré cayendo sobre su regazo, mi respiración volviéndose errática mientras su cercanía hacia estragos en mi interior. Su cuerpo, tan sólido y fuerte bajo el mío, fue un choque de sensaciones que me dejó sin aliento. Intenté moverme, pero su mano se deslizó rápidamente hasta la parte posterior de mi cuello, manteniéndome firmemente en su lugar. —¿Te gusta jugar, principessa? —murmuró entre dientes. El calor en su tono, la manera en que esa palabra salió de sus labios, hizo que algo dentro de mí se encendiera de inmediato. Sentí cómo la humedad empezaba a empapar mi ropa interior, y maldije internamente la facilidad con la que él podía provocar esta reacción en mí. —Tú empezaste, —respondí mientras hacía un mohín sensual con los labios. Nicola me miró con esos ojos oscuros, cargados de deseo y algo más profundo. Se inclinó ligeramente hacia adelante, y el movimiento de su lengua humedeciendo su labio inferior me hizo tragar saliva con dificultad. Cada uno de sus gestos estaba diseñado para desarmarme, para hacer que cualquier resistencia que intentara mantener se evaporara en cuestión de segundos. Acercó su rostro al mío, deteniéndose cuando solo quedaban unos pocos centímetros entre nosotros. Su otra mano se deslizó lentamente por mi muslo, acariciando la piel desnuda bajo el borde de mi vestido. Sus dedos sabían exactamente cómo encender cada rincón de mi cuerpo. —Sé que te gusta quemarte, —susurró, su voz se volvió más áspera, más profunda, mientras sus dedos continuaban su recorrido. Su mano llegó hasta la parte más íntima de mí, donde ya estaba empapada por él, por lo que él provocaba en mí con tan solo su presencia. —Estoy ansioso por probarte otra vez, —añadió, sus palabras cargadas de una promesa peligrosa que me hizo temblar aún más sobre su regazo. —Nicola, —jadeé, su nombre salió de mis labios como una súplica involuntaria. Pero antes de que pudiera decir algo más, su lengua lamió mis labios, en el mismo momento que su mano apartaba mi ropa interior y un dedo acariciaba mi entrada. Y entonces, como si hubiera llegado al límite de lo que podía soportar, me alejé de un saltó. Mis ojos se encontraron con los suyos, y lo que vi en ellos me dejó sin aliento. No solo era deseo, era algo más, algo oscuro y profundo, algo que no estaba segura de poder manejar.
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