Valentina
Subí las escaleras hacia mi habitación, cada paso se sentía eterno mientras intentaba poner distancia entre Nicola y yo.
Una vez que llegué, cerré la puerta detrás de mí y apoyé la espalda contra ella, intentando controlar mi respiración.
Necesitaba espacio.
Nicola era demasiado; demasiado intenso, demasiada potencia, demasiado... todo.
Era como si, desde el momento en que nos habíamos encontrado, no hubiera dejado de ocupar cada rincón de mis pensamientos, cada parte de mi ser. Sentía que me estaba consumiendo, y necesitaba un respiro.
Sí, eso es, solo un poco de aire fresco.
Miré alrededor de mi habitación, buscando algo en lo que concentrarme, algo que me ayudara a sacarlo de mi mente, aunque fuera solo por un momento.
De seguro Bianca y yo saldríamos, iríamos de compras o almorzaríamos fuera, algo que me permitiera distraerme.
Me acerqué a la ventana y miré hacia el jardín, pero mi mente estaba en otro lado, vagando entre los recuerdos de lo que había sucedido en el comedor, o más bien en lo que podría haber sucedido si no me hubiera apartado de él.
Un golpecito suave en la puerta me sacó de mis pensamientos, y di un pequeño salto, sorprendida por lo tensa que me había puesto.
Por un momento, mi corazón se detuvo, pensando que podría ser Nicola. La idea de abrir la puerta y encontrarme con él, con su mirada intensa, con su cuerpo tan cerca del mío otra vez, hizo que mi respiración se acelerara.
Pero luego me forcé a recuperar la compostura, recordando que Nicola no era el tipo de hombre que tocaba antes de entrar.
—Valen, ¿nos vamos? —la voz de Bianca me devolvió a la realidad.
Solté un suspiro de alivio y, al mismo tiempo, una pequeña punzada de decepción me atravesó.
Abrí la puerta y salí, encontrándome con la sonrisa relajada de Bianca y le sonreí en respuesta.
Sí, Nicola podría ser mi tormenta, pero Bianca era mi refugio.
Salimos de la casa sin ver a nadie más que los trabajadores, mientras ella conducía, hablamos de la fiesta de esta noche, intentando mantener la conversación ligera.
Bianca tomó un desvío en la conversación, y noté cómo sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre el volante.
—Valen, —dijo suavemente, casi como si no quisiera que las palabras salieran de su boca. —He notado cómo mi hermano te mira.
Mis músculos se tensaron, el aire en el auto pareció volverse más denso. Miré hacia la ventana, intentando evitar su mirada, y solté un suspiro, tratando de mantener una fachada tranquila.
—No es nada, Bianca, —respondí, forzando una sonrisa. —De verdad, no pasa nada.
Pero sabía que era una mentira, por la forma en que ella me miró, supe que también lo sabía, y no iba a dejarlo pasar tan fácilmente.
Suspiró y giró su atención de nuevo a la carretera.
—De verdad, espero que no pase nada entre ustedes, Valen, —dijo al final. —En primer lugar, eres la primera persona que tengo como amiga. No quiero perderte.
Sus palabras golpearon un lugar sensible dentro de mí. Sabía lo importante que era nuestra amistad para ambas.
Bianca no había tenido a nadie más en quien confiar en toda su vida, y yo tampoco había tenido una amiga tan cercana en mucho tiempo, por no decir nunca.
—Y en segundo lugar, Nicola es peligroso, —dijo, la intensidad en su voz dejaba en claro que esto era más que una simple advertencia. —No quiero que salgas lastimada. Mi hermano… él no es lo que tú piensas, no me malinterpretes, amo a mi hermano... pero no te conviene a tí.
Lo sabía desde el primer momento en que lo vi, desde la primera vez que sentí su mirada sobre mí.
Había algo en él, algo oscuro, que me atraía y me aterrorizaba al mismo tiempo. Y esa mezcla peligrosa podría destruirme si no tenía cuidado.
Pasamos el día fuera, perdiéndonos entre tiendas, comprando cosas innecesarias y olvidando nuestra charla en el auto.
Para cuando regresamos, el sol ya comenzaba a bajar en el horizonte, y el cielo se teñía de tonos cálidos, como una pintura en constante cambio. La casa estaba tranquila, sabíamos que pronto todo se llenaría de música, y las voces de los invitados que llegarían para celebrar el cumpleaños de Bianca.
Subimos a su habitación, donde los vestidos nos esperaban colgados en la puerta del vestidor, relucientes y hermosos.
Nos divertimos mucho mientras nos maquillábamos frente al espejo, probando diferentes tonos de sombras y ríéndonos de nuestros intentos de hacer peinados elaborados.
Cuando terminamos, ambas nos miramos en el espejo y nos quedamos en silencio por un momento, admirando el resultado.
El vestido de Bianca era hermoso, una mezcla perfecta de elegancia y delicadeza. El color plateado contrastaba con la calidez de su piel, y el cuello alto le daba un aire sofisticado que solo resaltaba su belleza natural.
Parecía una verdadera princesa de la realeza, alguien destinado a ser el centro de atención, alguien que brillaba por sí sola.
Mi vestido, en cambio, era más atrevido. El azul oscuro de la tela se ajustaba perfectamente a mi cuerpo, delineando mis curvas de una manera que me hacía sentir poderosa.
Aunque el escote era cerrado, el verdadero encanto del vestido estaba en la espalda, completamente descubierta, dejando a la vista la piel hasta la base de la columna. El corte lateral en la falda me facilitaba el caminar, pero también le daba un toque provocador.
Bajamos juntas hacia el patio, donde la fiesta ya había comenzado a tomar forma. Las luces colgantes brillaban suavemente sobre las mesas decoradas con flores, y la música llenaba el aire, creando una atmósfera mágica.
Mientras caminábamos hacia la multitud, mi mente ya estaba en otra parte, o más bien en una persona. Sabía que él estaría allí, y esa certeza hizo que mis nervios se dispararan con cada paso que daba.
Lo ví segundos después, Nicola estaba de pie, hablando con algunos invitados, pero su atención no estaba en ellos. Desde el momento en que nuestras miradas se cruzaron, su conversación pareció desvanecerse en el fondo, y lo único que quedó fue la intensidad de sus ojos clavados en los míos.
Sentí cómo su mirada me recorría, oscura y hambrienta, desnudándome lentamente, como si el vestido no fuera más que un obstáculo temporal entre él y lo que deseaba.
Había algo en la manera en que me miraba, algo que encendía una chispa dentro de mí, algo que me hacía sentir vulnerable y poderosa al mismo tiempo.
Su mandíbula se tensó ligeramente, y por un segundo, tuve la sensación de que él también estaba luchando por mantener el control.
Pero esa lucha solo hizo que su deseo se volviera más evidente en el espacio entre nosotros.
Bianca no dijo nada. Pero estaba segura de que había notado la tensión en el aire, la misma que yo sentía quemando bajo mi piel.
De repente, dos hombres jóvenes se acercaron a nosotras.
Eran increíblemente guapos, con ese tipo de atractivo que parecía venir naturalmente con su porte relajado y confiado. Se notaba que eran parte de esta familia poderosa; llevaban esa seguridad en cada paso que daban.
—Cugina! —dijo uno de ellos con una sonrisa amplia y despreocupada, acercándose a Bianca para darle un abrazo cálido. —Tanti auguri di buon compleanno!
Bianca le regaló una gran sonrisa, abrazándolo de vuelta antes de girarse hacia mí con una sonrisa divertida en los labios.
—Valentina, —dijo señalando a los dos hombres que ahora estaban junto a nosotras, —te presento a mis cugini, Marco y Luca. Ellos siempre llegan tarde, pero nunca faltan a mis cumpleaños.
—Un placer, —dije con una sonrisa, dando la mano para saludarlos.
—El placer es todo nuestro, —respondió Marco con una sonrisa coqueta mientras su mirada descarada se deslizaba por mi cuerpo, evaluándome de pies a cabeza, haciéndome sentir un leve escalofrío en la nuca.
No era la misma intensidad que la mirada intensa de Nicola, pero era suficiente para hacerme sentir un poco incómoda.