Valentina
—Está bien, —respondí con una sonrisa. —Una cena de compañeros suena bien.
Su sonrisa se agrandó al escuchar mi respuesta, y pude ver un brillo de satisfacción cruzar sus ojos. Daba la impresión de que no estaba acostumbrado a que la gente le dijera que no, y haberlo aceptado le había dado ese impulso extra de confianza.
—Entonces, paso por ti hoy a las ocho, —dijo, dando un paso hacia atrás. —Conozco un restaurante cerca del campus que tiene una excelente comida mediterránea. Te va a encantar.
Asentí, sintiéndome un poco inquieta por haber aceptado pero... Tal vez esto era justo lo que necesitaba: una noche normal, lejos de las locuras en las que estaba últimamente.
—Perfecto, nos vemos a las ocho, —respondí sin dejar de sonreír.
—Nos vemos luego, Vale, —dijo, dándome una última mirada antes de salir y perderse en el pasillo.
Mientras me dirigía hacia la salida, no podía ignorar esa pequeña voz en mi cabeza que me advertía que, aunque intentara mantenerme alejada, la sombra de Nicola siempre estaría acechando cerca.
Era la hora del almuerzo, y después de la clase intensa de la mañana, estaba deseando desconectar un poco.
Nos juntamos con Bianca, y las dos estábamos en la fila, esperando para pedir la comida. Ella hablaba sobre una fiesta benéfica que su padre estaba planeando para la semana siguiente, pero mi mente estaba metida en la cena con Daniel.
Después de levantar nuestras bandejas, buscamos una mesa alejada de los demás. Me acomodé en la silla, mirando a mi amiga mientras empezábamos a comer.
—Por cierto, tengo algo que contarte, —dije, rompiendo el silencio mientras jugaba con los cubiertos. —Daniel me invitó a cenar esta noche.
Bianca levantó una ceja, sorprendida o tal vez confundida.
—¿Daniel? —preguntó, dejando el vaso sobre la mesa. —¿Qué Daniel?
Suspiré ya sabiendo por dónde iba a ir la conversación. No era un secreto que Bianca era protectora conmigo, muy territorial como mejor amiga.
—El chico de intercambio, —respondí, encogiéndome de hombros no era la gran cosa.
Bianca frunció el ceño, y por un segundo pensé que iba a decir algo gracioso o hacer una broma, pero en lugar de eso, su expresión se volvió más seria.
—Mmm... —murmuró, bajando la vista a su comida antes de volver a mirarme. —Ten cuidado con él, Valen. He escuchado algunos rumores.
Arqueé una ceja, sorprendida por su tono de advertencia. Bianca no solía ser del tipo que escuchaba rumores ni que se preocupara demasiado por la vida personal de los demás.
—¿Qué rumores? —pregunté enarcando una ceja.
Ella se inclinó hacia adelante, como si no quisiera que nadie más escuchara.
—He oído que es bien intenso, y... peligroso—dijo en voz baja. —Se involucra demasiado rápido, y algunas chicas han dicho que puede ser... posesivo.
Intenté no reír, no por falta de respeto, sino porque la palabra "intenso" no me parecía suficiente después de todo lo que había vivido con Nicola.
¿Intenso? Pensé para mí misma, nadie podría ser más intenso que el hermano de Bianca.
Ese hombre tenía una forma de ser que era capaz de consumir cada pensamiento, cada emoción, cada respiración de quien se cruzara en su camino.
Comparado con él, Daniel parecía un juego de niños.
—No creo que sea para tanto, —respondí, sacudiendo una mano para restarle importancia. —Es solo una cena. Además, después de lo que viví con... —Me callé antes de terminar la frase, sintiendo cómo mi rostro se calentaba por el comentario que casi suelto.
Ella me miró fijamente, como si se hubiera dado cuenta de lo que no dije, pero decidió no ahondar en el tema. En su lugar, suspiró y siguió comiendo.
—Bueno, solo te digo que vayas con cuidado, —repitió sin mirarme. —No quiero que te metas en problemas. O que un Daniel cualquiera termine siendo más molesto de lo que puedes manejar.
Me reí suavemente, agradecida por su preocupación. No le podía contar todo, no sobre lo que había pasado entre Nicola y yo. Ni siquiera yo lo entendía del todo.
Pero si había algo que tenía claro, era que nada, ni Daniel ni cualquier otro, podría compararse a lo que Nicola había despertado en mí.
—No te preocupes, —dije sonriendo. —Sobreviviré a la cena. Además, tenemos planes después, ¿no?
Bianca me miró frunciendo las cejas, podía ver cómo su mente trabajaba para recordar lo que creía que había olvidado.
—¿Qué planes? —preguntó, inclinando la cabeza a un lado.
—Después de la cena con Daniel, nos juntamos en mi apartamento y vemos una película, —dije mientras terminaba de comer. —Ya sabes, noche de chicas. Sofá, mantas, películas malas y tal vez algo de helado.
Los ojos de Bianca se iluminaron al instante, y su expresión se suavizó. Sabía lo mucho que ella valoraba esos momentos de normalidad, especialmente cuando los compartíamos juntas.
—Me encanta el plan, —respondió, sonriendo de oreja a oreja. —Ya nos hacía falta una noche de esas.
Bianca era una de las pocas personas que de verdad se preocupaban por mí de manera desinteresada. Nuestra amistad era lo más preciado que ambas teníamos.
—Entonces tenemos una cita, —dije con una sonrisa coqueta. —Daniel por la noche y tú y yo después para relajarme de lo que sea que pase en esa cena.
—Solo intenta no volverte loca por él, ¿vale? —dijo entre risas. —Yo estaré ahí para rescatarte... si lo necesitas.
Reímos juntas, pero en el fondo sabía que, aunque Daniel pudiera ser algo intenso, no era él quien realmente me hacía perder el control.
Nicola Moretti en cambio... y lo había hecho de una manera que aún no podía sacudirme, no importaba cuánto intentara sacarlo de mi cabeza o que estuviera lejos.
La idea de cenar con él no me resultaba del todo incómoda, pero tampoco estaba emocionada. Después de lo sucedido con Nicola, cualquier interacción con otro hombre parecía... diferente, casi irrelevante.
Llegué a mi apartamento una hora antes de la cena, cuando entré dejé mis cosas sobre el sofá de la entrada y me fui a mi habitación a prepararme. Iba caminando de la sala a la habitación, sacándome la ropa para darme una ducha rápida.
Tomé unos pantalones ajustados y una blusa suelta de tirantes. Era un conjunto sencillo y cómodo. Perfecto para una cena informal.
Mientras me arreglaba el cabello en una coleta alta, escuché el timbre de la puerta sonar por todo el apartamento. Caminé hacia la entrada y abrí la puerta.
Daniel estaba ahí, parado frente a mí con una sonrisa amplia que se fue desvaneciendo a medida que sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba abajo.
La expresión en su rostro cambió, y lo que quedó en su lugar fue una mezcla de sorpresa y decepción.
—Pensé que... te vestirías más... elegante.
—Es una cena informal, —respondí cruzando los brazos sobre mi pecho. —No vi la necesidad de vestirme de fiesta.
—Claro, tienes razón, —dijo rápidamente, metiendo las manos en los bolsillos como si no supiera qué hacer con ellas. —Me refería a que pensé que... bueno, no importa. Te ves genial.
No respondí. Solo balbuceé un ajá, tomando mi cartera y mi teléfono, antes de cerrar la puerta detrás de mí ya caminando hacia las escaleras del edificio.
Llegamos al restaurante, y desde el primer momento, algo no se sentía del todo bien.
El lugar era elegante, mucho más de lo que había imaginado cuando Daniel me invitó a cenar. Era el tipo de sitio al que alguien como yo no iba con regularidad, y mucho menos vestida como estaba esa noche.
—¡Señor Daniel! —dijo el maître al recibirnos. —Es un honor tenerlo de vuelta. Su mesa está lista, como siempre.
Miré a Daniel de reojo, él solo sonrió, su mano tocó mi espalda, llevándome hacia la mesa mientras inclinaba la cabeza hacia mí.
—Mi padre es un importante hombre de negocios en España, —comentó haciendo énfasis en las palabras "importante" y "negocios" mientras lo seguía hacia una mesa cercana a la ventana.
Todo en él desprendía una necesidad de impresionar, de demostrar que era más de lo que parecía.
¿Quién diablos es este chico? ¿Dónde me metí?