Capítulo 16

1337 Words
Nicola Me alejé de la fiesta, tratando de mantener la calma, pero sentía cómo la rabia y los celos me quemaban en mi interior. El aire fresco de la noche no hacía nada por enfriar el fuego que ardía dentro de mí, tanto por la rabia de tener que tolerar a Renata delante de todos, como el calor abrasador de estar cerca de Valentina y no poder reclamarla ante todos... aún. Cada vez que pensaba en Valentina, rodeada de esos imbéciles, sonriendo, dejando que la tocaran, que la miraran… el nudo en mi pecho se apretaba más. Maldita sea. Sabía que no tenía derecho a sentirme así, pero no podía evitarlo. Valentina me estaba volviendo loco. Caminé a grandes zancadas hacia la casa, sin mirar atrás, dejando el ruido de la fiesta lejos de mí. Necesitaba despejarme, poner distancia entre Valentina y yo antes de hacer algo que nos pusiera a los dos en peligro. Pero lo cierto es que no podía escapar de ella. Ni siquiera encerrándome en mi oficina, podía dejar de pensar en lo que estaba haciendo allá afuera, en cómo esos hombres la miraban. Entré en la oficina y cerré la puerta detrás de mí, apoyando la espalda contra ella mientras respiraba hondo. La rabia aún hervía en mi interior, mezclada con un deseo que no podía controlar. Todo en Valentina me desarmaba. Desde el primer momento en que la vi, supe que ella sería un problema, una distracción peligrosa, pero maldita sea, no podía evitarlo. Era como si una parte de mí estuviera condenada a desearla, incluso sabiendo que eso solo me llevaría a la ruina. Caminé hacia el escritorio, pasando las manos por mi rostro, intentando ahogar el rugido que resonaba en mi pecho. Me dejé caer en la silla, mirando los papeles sobre la mesa sin realmente verlos. Todo lo que tenía en mente era ella, esa maldita mujer que me volvía loco con solo estar en la misma habitación que yo. Entonces, escuché la puerta abrirse suavemente detrás de mí, y supe de inmediato quién era sin necesidad de voltear. Sentí su presencia antes de verla, y mi cuerpo reaccionó instintivamente, todos mis sentidos se agudizaron mientras el deseo que había intentado ahogar volvía a la superficie con una intensidad que me golpeó como un puñetazo en el estómago. Valentina. No sabía cómo lo hacía, pero cada vez que ella estaba cerca, era como si el mundo entero dejara de existir. El sonido de la puerta cerrándose me indicó que estábamos solos, y una sonrisa se dibujó en mis labios antes de que pudiera contenerla. Ella había venido a mí. No importaba lo que hubiera sucedido allá afuera, no importaban esos idiotas que la habían rodeado. Ahora, estaba aquí. Conmigo. No dije nada mientras la escuchaba acercarse, sus pasos suaves sobre el suelo. Me giré lentamente en la silla, mis ojos se encontraron con los suyos, y vi la determinación en su mirada, una chispa que encendió algo en mí. Ella no dijo nada tampoco. Todo lo que estaba a punto de suceder se comunicaba en la forma en que me miraba, en la forma en que sus labios se curvaban en una sonrisa peligrosa. Sabía a qué venía, y la anticipación hacía que mi respiración se acelerara. Se acercó a mí con movimientos deliberados, cada paso calculado, cada gesto lleno de una sensualidad que parecía fluir de manera natural en ella. Mi cuerpo respondió al instante, el deseo que había intentado controlar desbordándose. Mis manos se aferraron a los brazos de la silla mientras la observaba, mis ojos recorriendo cada línea de su cuerpo, cada curva que se movía con una gracia que me dejaba sin aliento. Cuando llegó a mi lado, no perdió tiempo. Sus manos se deslizaron por mi camisa. No aparté la mirada de ella, cada uno de sus movimientos era una especie de danza diseñada para volverme loco, y funcionaba. Joder, cómo funcionaba. Sus dedos bajaron hasta mi pantalón, desabrochándolo con una facilidad provocadora, antes de empujarme suavemente hacia atrás en la silla. Me dejé caer en el respaldo, sonriendo aún más, sabiendo que había ganado. No importaba lo que hubiera sucedido antes, no importaban esos malditos celos. Ahora ella estaba aquí, y se estaba entregando a mí de una manera que dejaba en claro que, en el fondo, sabía a quién pertenecía. Sus manos siguieron su camino, tirando del pantalón hacia abajo, liberándome de la presión que había sentido desde el momento en que ella entró en mi vida. Mi respiración se volvió más pesada mientras la observaba, cada segundo de anticipación era como una tortura deliciosa que me hacía desearla aún más. Valentina se arrodilló lentamente frente a mí, sus ojos fijos en los míos mientras su boca se acercaba. El calor que irradiaba de su cuerpo era palpable, y cuando finalmente me tomó entre sus labios, una oleada de placer recorrió mi cuerpo como un relámpago. Me dejé llevar, permitiendo que ella tomara el control, al menos por ahora. Sabía que al final, todo volvería a estar en mis manos. Pero en ese momento, la dejé ser, disfrutando cada segundo, cada movimiento que hacía mientras me llevaba al borde de la locura. Mi mano se deslizó hasta su cabello, acariciando suavemente mientras ella continuaba, su mano, su lengua y labios trabajando en perfecta sincronía. Mi sonrisa no desapareció en ningún momento, pero mis ojos se cerraron, disfrutando del control que le había cedido momentáneamente. Valentina era peligrosa, y yo lo sabía. Pero maldita sea, también era adictiva. Y ahora, estaba a mi merced, exactamente donde yo quería que estuviera. Solo era cuestión de tiempo antes de que el juego cambiara de nuevo. La sensación de sus labios sobre mí me tenía completamente cautivo, tanto que casi no escuché el leve crujido de la puerta al abrirse. Mis ojos se abrieron de golpe cuando vi la figura de Lorenzo entrar en la oficina, su expresión seria mientras cruzaba el umbral. Mi cuerpo se tensó de inmediato, pero no me moví. Valentina seguía en su lugar, oculta de la vista de Lorenzo, sus labios todavía alrededor de mi m*****o, y la sensación era tan embriagadora que me resultó difícil enfocarme en cualquier otra cosa. Hice un esfuerzo por mantener la compostura, mi mirada fija en Lorenzo mientras él avanzaba despreocupadamente hacia mí. —Nicola, tenemos un problema... —empezó a decir, pero lo corté antes de que pudiera continuar. —Lorenzo, —dije en un tono firme, intentando mantener mi voz lo más neutral posible mientras el placer recorría mi cuerpo. —No es el momento. Vete. Frunció el ceño, claramente confundido por mi actitud. No era normal que lo cortara tan bruscamente, pero no podía permitir que se acercara más. No ahora. No con Valentina escondida bajo mi escritorio, su boca aún trabajando en mí de una manera que hacía que mi autocontrol colgara de un hilo. —Nicola, es serio… —insistió, su mirada intentando buscar en mi rostro alguna señal de lo que estaba ocurriendo. Pero no le di tiempo para analizarme. —Fuera, Lorenzo, —repetí con más fuerza, mis ojos clavados en los suyos, un destello de amenaza en mi voz. —Cuida la puerta y asegúrate de que nadie entre. Después de lo que pareció una eternidad, asintió y retrocedió lentamente hacia la puerta. Valentina no había detenido ni un segundo lo que estaba haciendo, y solté los gemidos que había estado aguantando. Después de unos minutos más, sentí que el clímax llegaba, explosivo y satisfactorio, derramándose caliente en su boca. Ella lo bebió todo antes de apartarse con una sonrisa juguetona en sus labios, sus ojos brillando con esa mezcla de desafío y picardía que me volvía loco. Sabía que estaba en control en ese momento, y maldita sea, me encantaba. —Me parece que estamos a mano, —dijo con una voz suave, casi burlona, mientras daba un paso lejos de mí, como si estuviera lista para irse. Pero no la dejaría escapar tan fácilmente.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD