Valentina
Habíamos hecho todo lo posible por limpiar el desastre de anoche, pero no podía sacar mi mente de lo que había pasado.
El olor a lejía aún impregnaba el aire del apartamento, mezclándose con un tenue rastro metálico de sangre que no terminaba de desaparecer, haciendo que el lugar se sintiera asfixiante, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía escapar.
Bianca había insistido en que fuéramos juntas a la mansión, que debíamos obedecer las órdenes de Nicola, que estaríamos más seguras allí.
Pero yo no iba a hacer eso. No iba a dejar que Nicola me controlara. Ella no entendía la dinámica entre nosotros, y yo no estaba dispuesta a explicárselo.
Me quedé en mi apartamento. Sabía que estaba tomando un riesgo, suponía que desobedecer una orden directa de él no era algo que debía tomarse a la ligera, pero no podía pensar con claridad, y menos con Nicola metiéndose se en mi vida de esa manera.
Estaba acostada en mi cama, mirando el techo mientras él sol del amanecer empezaba a asomarse a través de las cortinas. La luz clara pintaba líneas doradas sobre las paredes, pero yo no tenía ganas de levantarme.
El cansancio me pesaba en los huesos, y mi mente estaba agotada por todo lo que había pasado.
Había un nudo constante en mi estómago, una sensación de que algo terrible estaba a punto de suceder, pero no podía moverme.
Mi teléfono vibró sobre la mesita de noche, haciéndome sobresaltar. Me giré en la cama, sin querer salir del calor de las sábanas, y tomé el teléfono. Vi el nombre de mi amiga en la pantalla, y mi corazón dio un vuelco.
—¿Bianca? —dije al contestar, mi voz aún con rastros de sueño.
—Nicola ha llegado, —respondió a modo de saludo, su tono acelerado, y de inmediato supe que algo no iba bien. —Preguntó por ti en cuanto puso un pie en la mansión. Y cuando le dije que no estabas aquí... —Bianca hizo una pausa, como si no quisiera decir lo que venía después, —salió como un loco.
Mi cuerpo entero se tensó, y el nudo en mi estómago se apretó hasta el punto de ser doloroso. Salté de la cama poniendo el teléfono en altavoz mientras buscaba ropa.
—Sé que él está preocupado por saber qué pasó, —continuó diciendo al otro lado del teléfono, y por un segundo me quedé inmóvil.
Ella realmente no se daba cuenta. No tenía ni la menor idea de quién era realmente su hermano, o peor aún, se negaba a verlo.
Para Bianca, Nicola era su protector, el hermano mayor que había estado a su lado siempre.
Pero para mí, él era otra cosa.
Nicola estaba enfermo.
El control, el poder, la obsesión... todo en él giraba en torno a esos tres pilares. Y de alguna forma, por razones que todavía no lograba entender, esa presión había recaído sobre mí.
Sentí un nudo formarse en mi estómago, el tipo de nudo que aprieta más y más hasta que te deja sin aire.
Él era un devorador. Un hombre que no se detenía hasta obtener lo que quería.
—Claro, él debe querer asegurarse de que yo no abra la boca, —dije mientras terminaba de vestirme. Sabía perfectamente que Nicola no estaba solo "preocupado" por saber qué había pasado. —No te preocupes, B. No le diré nada a nadie.
No pensaba traicionar a Bianca, pero tampoco iba a dejar que Nicola me controlara como si fuera una marioneta más en su juego.
Justo en ese momento, el timbre del apartamento sonó, cortando el aire como un cuchillo. Retuve el aliento al instante, mi cuerpo entero tensándose.
Mierda.
Ya está aquí.
—Oye, B, nos vemos en la uni, ¿va? —dije apresurada, cortando la conversación antes de que pudiera responder.
En este momento, lo único que necesitaba era mantener la calma y salir de aquí.
Me moví rápidamente, agarrando mi mochila de la silla, mis manos temblando mientras la cerraba. Todo en mí estaba en modo de alerta máxima. Mi corazón palpitaba en mi pecho con tanta fuerza que sentía el eco en mis oídos.
Miré por la ventana, la calle abajo parecía tan distante que hizo que el nudo en mi estómago se apretara.
El tercer piso nunca había parecido tan alto. El suelo estaba lejos, demasiado lejos para un escape rápido. No podía saltar sin romperme algo. Y eso significaba que tendría que encontrar otra forma.
El timbre volvió a sonar, esta vez más insistente. Mi respiración se aceleró, cada fibra de mi cuerpo gritaba que debía moverme, ahora.
Nicola no era el tipo de hombre paciente. No. Él entraría, derrumbaría la puerta si hiciera falta. No me daría tiempo para pensar, mucho menos para huir.
Mis manos temblaban mientras abría la ventana un poco más, buscando una forma de deslizarme por el borde.
—Vamos, vamos... —murmuré para mí misma, maldiciendo en voz baja mientras trataba de idear un plan.
No tenía muchas opciones.
Si intentaba saltar, probablemente terminaría herida. Si me quedaba, Nicola estaría aquí en cualquier momento, y no quería ni pensar en lo que haría si me encontraba escapando...
Pero incluso mientras mi mente corría a toda velocidad buscando una forma de escapar, sabía una cosa con certeza: huir de Nicola no sería suficiente.
—Vamos, Valen, puedes hacerlo, —me murmuré a mí misma, como si esas palabras pudieran darme la valentía que necesitaba.
Tomé aire y me subí al alféizar de la ventana, con la mochila colgando de mi hombro. Sentí el viento soplando en mi rostro y el vértigo casi me hizo retroceder.
Pero no lo hice.
Mis manos sudaban, el miedo me hacía temblar las piernas, pero me obligué a moverme. Paso a paso, lentamente, bajé por la tubería lateral del edificio, sintiendo cómo mis dedos se aferraban con fuerza al metal.
—Solo un poco más... —susurré entre dientes, obligándome a no mirar hacia abajo, a concentrarme solo en el próximo paso.
Cada movimiento era torpe, y mi cuerpo estaba tenso por el miedo a caer. Sabía que el suelo seguía demasiado lejos.
Un ruido fuerte en la puerta me hizo mirar hacia la ventana por la que me había escapado.
Nicola debía de estar intentando entrar. Sentí un nudo en el estómago al imaginarlo descubriendo que había huido. No podía pensar en eso ahora. Tenía que seguir bajando. No podía perder la concentración.
Cuando finalmente toqué el suelo, solté un suspiro profundo, el alivio fue momentáneo.
Había logrado escapar, pero no estaba segura de por cuánto tiempo.
No me detuve ni miré hacia atrás hasta que llegué a la calle principal, el bullicio de la ciudad dándome una falsa sensación de seguridad. Corrí por las calles hasta llegar a la universidad.
Nicola no me seguiría... ¿no?
El campus estaba lleno de estudiantes, grupos de chicos y chicas que se movían de un lado al otro, hablando de clases, tareas y todo lo que hacía parte de la vida universitaria normal.
Pero mi vida no tenía nada de normal.
Escapar, desafiar a Nicola, ignorar su control.
Mi cuerpo aún estaba temblando por la adrenalina del escape, y aunque había llegado a la universidad, mi cabeza seguía funcionando a mil por hora, pensando en lo que vendría después.
Cuando finalmente la vi, Bianca estaba sentada en nuestro banco de siempre, con la frente fruncida y sus manos inquietas jugueteando con un bolígrafo.
Estaba nerviosa, su pie golpeaba el suelo una y otra vez. No me sorprendió. Aunque Bianca no entendiera la complejidad de lo que pasaba entre Nicola y yo, sabía que su hermano no reaccionaría bien cuando descubriera que yo no había seguido sus órdenes.
—Valen, por fin, —dijo en cuanto me vio, levantándose y acercándose a mí. El alivio cruzó su rostro por un segundo, pero aún estaba preocupada. Sus ojos se abrieron de golpe... —¿Nicola?
Todo se detuvo en el preciso momento en que sentí su calor detrás de mí.