Valentina
Luca no se quedó atrás. Su mirada era un poco más descarada, y pude ver en su expresión que ya estaba planeando su próximo movimiento.
No podía evitar sentir una ligera tensión en mi estómago. Sabía que esto era parte del juego social, que los hombres coqueteaban y probaban su suerte, pero había algo en su manera que me hacía sentir... observada, casi como un objeto.
Si bien la conversación fluía de manera ligera, con los dos primos haciendo bromas y coqueteando de forma evidente, mi amiga se reía y los reprendía suavemente, yo me sentía muy incómoda. En un momento una chica vino a saludar a Bianca y se la llevó con otro grupo.
Apenas se fue, una mano grande y firme, se colocó en la parte baja de mi espalda.
—Sabes, Valentina, —susurró Luca con un tono que intentaba ser seductor mientras sus dedos se movían ligeramente contra mi piel, —Las mujeres como tú nunca deberían quedarse solas en una fiesta tan grande. Necesitan... compañía.
Mi cuerpo se tensó de inmediato, una mezcla de incomodidad y enojo recorriendo mi columna.
La sonrisa en mis labios se desvaneció, y estuve a punto de apartarme cuando sentí una sombra más grande a nuestro lado, y una presencia que, aunque no lo había visto aún, sabía quién era.
—No tocaría lo que no es tuyo, cugino, —la voz de Nicola cortó el aire como una navaja afilada, su tono bajo y peligroso, lleno de una amenaza implícita que no necesitaba más explicaciones.
El efecto fue inmediato. Luca retiró la mano de mi espalda como si lo quemara, su rostro palideciendo ligeramente al escuchar la voz de Nicola.
Me giré lentamente, y ahí estaba él, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo irradiando hacia mí. Sus ojos, oscuros y llenos de una furia controlada, estaban fijos en Luca.
—Nicola, —dijo Luca con una risa nerviosa, levantando las manos en señal de paz. —Solo estaba bromeando. No hay necesidad de hacer una tragedia.
Nicola no sonrió. No había rastro de humor en su rostro mientras daba un paso hacia adelante, acortando la distancia entre él y su primo. Sentía la tensión en su cuerpo, cómo cada músculo parecía listo para atacar si Luca hacía el movimiento equivocado.
—No es broma cuando le pones las manos encima a alguien que no te pertenece, —respondió Nicola con una calma peligrosa en su voz, cada palabra destilando peligro.
Su mirada se desvió hacia mí por un breve momento, y en ese segundo, sentí cómo el calor subía por mi cuello hasta mis mejillas.
Era una advertencia, y un recordatorio de lo que él consideraba suyo.
Marco dio un paso adelante, intentando suavizar la situación.
—Vamos, muchachos, no hay necesidad de darle importancia. Todos estamos aquí para divertirnos, ¿verdad? —dijo con un tono conciliador mientras intentaba que Nicola no matara a Luca.
Podía ver la tensión en cada uno de sus músculos, la lucha interna entre mantener el control y dejar que su furia se desatara en sus ojos.
Después de lo que pareció una eternidad, Nicola dio un paso atrás, aunque su postura seguía rígida, listo para reaccionar si era necesario.
—Asegúrate de que no ocurra de nuevo, —dijo Nicola en un tono final, antes de mirarme de nuevo, su mirada intensa y cargada de posesividad.
Mis piernas se sentían débiles, como si todo mi cuerpo hubiera estado bajo una presión insoportable y ahora, de repente, se hubiera liberado.
No sabía cómo interpretar lo que acababa de suceder, pero una cosa era clara: Nicola había marcado su territorio, mostrándole no solo a mí, sino también a su primo y a cualquiera que estuviera viéndonos.
Luca asintió rápidamente, tratando de salvar lo que quedaba de su orgullo, mientras Marco lo empujaba suavemente hacia otro grupo de invitados, lejos de nosotros.
Me quedé allí, parada junto a él, incapaz de moverme. El aire entre nosotros estaba cargado de algo peligroso, algo que sabía que no podría controlar si seguía permitiendo que Nicola se acercara tanto.
Pero en ese momento, no sabía si quería detenerlo.
Intenté tomar aire, pero cada respiración parecía insuficiente. Tenía que alejarme de él, tenía que poner distancia entre nosotros.
Antes de que pudiera dar el primer paso, sentí cómo su mano se deslizaba por mi espalda desnuda, su toque cariñoso y posesivo, sorprendentemente tranquilizador al mismo tiempo.
—La próxima vez que alguien te ponga las manos encima, —dijo con una calma aterradora, su voz baja pero llena de una amenaza innegable, —lo mataré.
No sabía si esas palabras debían tranquilizarme o asustarme. Quizás, un poco de ambas.
Tragué grueso, sintiendo cómo la saliva pasaba lentamente por mi garganta, mientras mis pensamientos intentaban ordenarse.
Nicola no era solo peligroso; era una fuerza que amenazaba con arrastrarme hacia algo que no estaba segura de poder controlar.
Y sin embargo, una parte de mí, la parte que no quería admitir, se sentía tentada, atraída por esa oscuridad.
Me giré, con el corazón latiendo con fuerza y la adrenalina bombeando en mis venas.
Encontré a Bianca entre la multitud y me dirigí hacia ella.
—¿Va todo bien? —preguntó al verme llegar un poco agitada.
—Sí, todo bien, —respondí con una sonrisa forzada, esperando que ella no se diera cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo dentro de mí.
Bianca asintió lentamente, y juntas comenzamos a caminar hacia un grupo de chicas, tratando de entablar una conversación para desviar mi atención de Nicola.
De repente, escuchamos un escándalo que se propagó por el patio. Los murmullos comenzaron a crecer entre los invitados, y todas giramos la cabeza hacia la fuente del ruido. Mi cuerpo se tensó automáticamente cuando la vi.
Renata.
Entró en la fiesta con una seguridad que parecía llenar todo el espacio. Su vestido blanco, hermoso y elegante, se ajustaba perfectamente a su figura, resaltando su belleza en cada movimiento.
Todo en ella era impecable, desde su sonrisa radiante hasta la forma en que su cabello caía en ondas suaves sobre sus hombros.
Parecía una diosa descendiendo entre los mortales, y la manera en que todos la miraban confirmaba que sabían que ella también lo creía.
Pero lo que realmente hizo que mi estómago se encogiera fue la forma en que se colgó del brazo de Nicola. Su mano, delgada y perfecta, se aferró a él con una familiaridad que hizo que algo oscuro y frío comenzara a crecer dentro de mí.
Sentí un nudo formándose en mi garganta, un nudo de celos que no podía negar, aunque quisiera. Me esforcé por apartar la mirada, para no dejar ver que esa escena me afectaba tanto.
Pero la verdad era que me estaba matando por dentro. Renata parecía ser todo lo que yo no era: elegante, perfecta, y sobre todo, una opción adecuada para alguien como Nicola. ¿Qué hacía yo dejándome sentir algo por él?
—Bianca, —dijo una de las chicas con las que estábamos, interrumpiendo mis pensamientos y señalando hacia Renata y Nicola. —He escuchado rumores. ¿Es verdad que tú hermano y ella se van a casar?
El golpe fue tan directo que sentí como si me hubieran quitado el aire. Mi mente se quedó en blanco por un segundo mientras intentaba procesar las palabras que acababa de escuchar. ¿Casarse?
—No lo sé, —respondió Bianca, su voz un poco más apagada que antes, como si también le molestara la idea. —Papà aún no lo ha confirmado. Están… viendo las opciones.
Las opciones. La palabra resonó en mi mente como una campana en una catedral vacía.
Por supuesto que tenía opciones.
Nicola Moretti no era un hombre que se quedaba con una sola posibilidad. Él podía tener a cualquiera, y Renata parecía ser la elección obvia. La elección segura. Y ese pensamiento rompió algo dentro de mí.
No tenía derecho a sentirme así. No tenía derecho a estar celosa de Renata, ni a desear que Nicola me eligiera a mí sobre ella. No tenía ningún maldito derecho, y sin embargo, el dolor estaba ahí, ardiendo bajo mi piel.
Intenté disimular, pero todo lo que sentía era el peso de lo inevitable, como si hubiera sido ingenua al pensar que algo podría pasar entre Nicola y yo.