Estímulos dolorosos... Su tacto erizaba el mío. Fueron muchos los juegos previos a la penetración y suplicaba que parara con esas sensaciones que martillaban mi cuerpo. Una vez que consiguió hacerme suya, cerré los ojos y me entregué por completo. Enterraba mis uñas en la almohada. Las emociones que estaba sintiendo eran fuertes y no podría describirlas. Entre el morbo de tenerlo ahí para mí, la excitación y los nervios de que algo saliera mal; llevaba el corazón acelerado. No podía hablar, sentía que tenía mi mente en blanco y que de mi boca solo saldrían tarugadas. —Estás muy callada. ¿No te gusta? Dime. —Sujetó mi rostro para que le mirara. —¡No! Si me gusta, la estoy pasando muy bueno. —susurré —Pero no te escucho gemir, es decir, quiero que expreses con sonidos o palabras lo qu