¿Quién reirá de último? A pesar de que el diagnóstico era un poco complejo porque debía prestar atención e iniciar con el tratamiento, tenía otra cosa más importante en mente. Así que salí y guardé los recibes en el bolsillo del pantalón. —¿Vamos por mi carta? —dije y ella de inmediato sonrió —¡La veo lenta! Súbase rápido. —Salimos del estacionamiento y me agarré de su cintura porque sabía que lo único que iba a parar a esa piloto era el piso. Siempre cerraba los ojos esperando el momento en que derraparíamos por la avenida. Tenía un primo que vivía en Caracas y había sido quien le había enseñado a conducir, cuando ella fue de vacaciones para Venezuela. Las malas lenguas decían que era un integrante de una peligrosa banda criminal, porque algunos meses atrás lo encontraron muerto, en