Días difíciles para Edrien.
Unos segundos más tarde mi puerta sonó de nuevo, asumí que había olvidado preguntar algo y fuí yo misma antes de que mi madre le volviera a abrir
—Hola, mugrosa. ¿Por qué no me esperaste? ¿Qué bicho te picó? —Era Adrien.
—¡Jódete! —le respondí dejando la puerta abierta, ya en ocasiones anteriores le había cerrado la puerta en la cara y no me daba resultado para que se fuera.
—¿Estás molesta por la evaluación de sociales? Pensé que no llegarías. Además ya es hora de que empieces a llegar a tiempo. Me aburre estarte esperando. —Le dije que esa era la razón de mi enfado.
—Anda bichirula, no te pongas gruñona conmigo. ¿Vamos a pasear a muñeca? ¿Qué dice mi pequeña hobbit? —Se me tiraba encima a hacerme cosquillas y yo terminaba por ceder a la petición que el quisiera.
—Hobbit serán tus nalgas. Pero vamos renacuajo. ¡Mamá, voy a salir con Edrien! ¡Llevaré a muñeca! —grité a pesar de que tenía prohibido hacerlo.
—¡Oye deja el alboroto! ¿Qué dirán los vecinos de nosotros? ¡Qué somos inadaptados sociales! ¡Ay hola mi muñeco! ¿Cómo estás! —Saluda a Edrien mientras yo tuerzo los ojos de desesperación
—¡Hola vecina! Mi madre te mandó a decir que si le ayudas a escoger unas telas para las cortinas de la cocina. Está indecisa entre colores fuertes o colores pasteles. —Eso le salía perfecto a mamá, ella tenía un gusto elegante. Yo por el contrario era ordinaria como Don Mauro: mi padre que en paz descanse.
—Si mi cielo, iré en cuestión de minutos. ¡Diviértanse! —Se acercó a mí y me dijo al oído. —¡Cuando regreses báñate y asea a la danés!
Detestaba cuando regresábamos sudadas y olorosas, así que prefería quedarme sentada con Edrien en la entrada del edificio hasta que me desacalorara porque apenas cruzaba la alfombra ya mamá se estaba tapando la nariz y diciendo que olíamos a “burro muerto”.
—¿Solo será un paseo o iremos a entrenar? —Practicábamos básquet, fútbol, béisbol, voleibol y cualquier deporte que el equipo sugiriera.
—No, hoy solo iremos a caminar. Pero podrías ponerte otro tipo de ropa. No sé, algo que marque tus nalgas “cunfu”. —Él sabía cómo hacerme enojar, siempre me decía que mis nalgas se confundían son mi espalda.
Aún no tenía un buen cuerpo pues hasta ahora estaban empezando a crecer mis partes femeninas.
—¡Te voy a fusilar un día de éstos! —Sin embargo me dirigí a la habitación para cambiarme mientras él alistaba a la perra.
Cerré la puerta con seguro y me paré ante el espejo, subí mi blusa y me observé el trasero, ahí no había nada de que enorgullecerse. Necesitaba hacer un montón de sentadillas para ver si me crecía.
Me dejé el short deportivo y me metí en un conjunto de pantalón. Por lo menos ahí con un poco más de ropa se veía diferente.
Estaba pensando en comprarme la faja que traía un trasero falso, esa que tanto le hacían propaganda en la televisión, para ver si así me dejaba de molestar.
Salimos del edificio y nos empezamos a alejar por la avenida.
—¿Para dónde iremos? —le pregunté con indiferencia.
—No sé, quería salir de mi casa a toda costa. Mamá está en sus días y la histeria la tiene loca. ¡Ojalá no contagie a tu mamá! —dijo con un tono angustiado
—Pero te noto más preocupado de lo normal ¿Pasó algo? —dije deteniendo el paso para obligarlo a que me mirara.
—Bueno, tú estuviste presente la vez pasada cuando le aventó la ropa a mi papá por la ventana, partió toda la vajilla. Cuando tuve que ocultarme en tu casa ¿Recuerdas? —Como olvidarlo, si ese fue el primer día que durmió en mi habitación y a pesar que yo estaba durmiendo con mamá sentía que en mi cuerpo no me cabía más felicidad porque mi cama quedaría oliendo a él.
—Si, claro que lo recuerdo. —mencioné sin entender nada a lo que se refería.
—Bueno eso es una condición. Mi mamá tiene algunos problemas mentales. Le diagnosticaron bipolaridad y de vez en cuando la atacan las crisis. Creo que justo ahora está en proceso de desencadenarse una, anoche no durmió en toda la noche cambiando las cortinas de un lado para otro, los cuadros y los muebles. —Me dolía muchísimo escuchar eso, pensé que en ese momento era porque le había descubierto alguna infidelidad al esposo y por esa razón había actuado de esa manera.
—Lamento mucho lo que estás viviendo, entiendo que ha de ser muy doloroso para ti porque al fin de cuentas es tu madre. Pero hay que dejar eso en manos de la ciencia. ¿Qué dice su médico? ¿Se va a curar? —Por lo menos mi madre también tenía un tornillo flojo, pero no era tan fuerte como la situación por la que pasaba ella.
—Pues nos ha dicho que por desgracia no hay cura para ello, pero la única forma de que se mantenga cuerda es que se tome su tratamiento como debe ser. Solo que en ocasiones su otra personalidad la domina y tira las pastillas y empieza con una psicosis absurda de que mi papá le está siendo infiel y de que yo no soy su hijo. —Esa situación le afectaba mucho y lo único que yo podía hacer era acompañarlo en su pena y conseguir que se distrajera para que olvidará esa pesadilla que estaba viviendo a diario.
—Oye. —Le dí un golpe en su cabezota. —. El último que llegue al final de la autopista es un huevo podrido y paga la merienda.
Solté a la gran danés y empecé a correr con todas mis fuerzas para llegar de primera. Él se quedó unos segundos dándome ventaja, pero cuando empezó a correr me repasó como si fuese un rayo.
Ni modo, pagaría todo lo que se le antojara ésta vez.