Dos años después
—Madre, Edrien me va a matar de un coraje un día de éstos. ¿Puedes creerlo? Ayer prefirió ponerse en pareja con María Laura en el trabajo de sociales, antes que esperarme porque me retrasé un poco. —dije molesta, mientras mi mamá se reía y explicó
—Eso me parece perfecto, él no debía poner en juego su nota por esperarte, todos los días es el mismo problema contigo para que te levantes y llegues temprano a clase. Ya la maestra debería quitarte el privilegio de dejarte entrar tarde porque eres su favorita. —No entiendo ni para que le contaba esas cosas a ella, Doña Florencia era la perfección personificada.
—A veces pienso que lo quieres más a él, que a mí. —le reclamó sin mirarla a los ojos porque sé qué con un simple gesto afirmativo me responderá.
—No es eso hija, es que eres muy descuidada con tus cosas, debes ponerle más cariño a lo que haces. Toda la vida no vas a tener la suerte de que tu maestra haya sido la novia de tu padre y por eso te adoré y te acepté cualquier tipo de malcriadeces. ¡Ya crece hija por favor! —En éste punto tenía razón, yo me aprovechaba de la situación para llamar la atención de otras niñas a las que consideraba más lindas, pero es que a Edrien le gustaba pasar tiempo conmigo porque no era tan femenina como las demás.
A estas alturas yo no había sido capaz de confesarle lo que sentía por él. En el nuevo colegio me iba mejor que en el anterior, ya no me hacían bullying a pesar que el único amigo con el que a diario hablaba era Edrien.
Otras niñas se me intentaban acercar, pero yo siempre las sacudía e intentaba que se alejaran porque creía que de esa forma evitaba que se relacionaran con Edrien también.
—Pero vale, cuéntame ¿Con quién te uniste? —Finalmente mamá se interesa por saber cómo había solucionado
—Pues madre, no me ha quedado otra opción que armar grupo con una niña que se llama Zharay, pero has de creer que la tonta es atolondrada y no entiende nada de la clase. ¡Pobre! —le digo fingiendo preocupación.
—¿Y tú? ¿Vas a ponerle la culpa a ella si sales mal? No sé en qué momento estudiaste, porque preferiste pasar toda la tarde jugando al fútbol como hombrecito en vez de venirte a repasar. —No estaba segura del resultado que obtendría, pero sabía que no iba a ser tan negativo.
—No, eso era algo realmente sencillo, así que obtendré una buena nota. No te preocupes que mi beca no se verá afectada, he tenido un buen rendimiento. —De manera cierta, las buenas notas las sacaba cuando me unía con Adrien, el chico era una computadora andante. No sé en qué momento memorizaba todo el contenido y como era muy demandante, era él quien debía escribir porque no le gustaba mi letra con errores ortográficos.
En cambio Zharay era muy parecida a mí, casi siempre tenía que hacer las actividades solas porque nadie la elegía. ¡Nunca estudiaba! Incluso decían que tenía piojos, pero solo eran comentarios malintencionados porque no era verdad.
A diario acostumbraba a esperar a Edrien para regresarnos juntos a casa, pero hoy estaba enojada. Así que apenas salí del aula de clase eché a correr como una loca. Llamaron al timbre de la casa y le grité a mi madre:
—Si es el traidor de Adrien, dile que no estoy … ¡Qué me tuvieron que matar! —Recordé la frase de Jim Carrey y me hizo sonreír un poco.
—Hija, es una chica que se llama —le preguntó el nombre y en definitiva no era el nombre de ninguna que yo conociera así que salí corriendo
—¡Hola! —dije un poco intimidada, no la había visto y no sabía que hacía en mi casa.
—Hola Flor, soy Ariadna Lisbeth. Nos acabamos de mudar y alguien me comentó que estás en mi curso, ¿Quería saber si me prestas tus apuntes para ponerme al día? —dijo la chica, se veía muy refinada, llevaba el cabello a la altura del hombro, peinado con tanta perfección que no había un solo friz en el.
Su ropa era impecable, un vestido con falda de tul, medias veladas negras y unas baletas doradas. Al contrario yo estaba en un conjunto deportivo manchado con pintura amarilla, el cabello enrollado en una coleta alta y en los pies llevaba una media verde y otra roja.
Creo que tanta insistencia de mamá por la perfección me había hecho ser así de desordenada y descuidada.
—Si claro, pasa. Siéntate que ya te busco lo que tengo, claro debo admitir que no es mucho, ni está en el orden más sacro, pero se entiende. —Me apresuré y lleve todo el montón de cuadernos y los puse en la mesita de noche, me senté en la alfombra y empecé a explicarle u a entregarle cada cuaderno.
Ella estaba muy interesada porque en una pequeña agenda anotaba todo lo que le decía, sus manos eran de porcelana. Las uñas cuadradas de un tamaño decente, esmaltadas y con brillitos. También lucia algunas cadenas doradas.
Mi madre no dejaba de brindarle atenciones, asumo que veía en ella a la hija que desearía tener. Yo la miraba con desdén porque casi nunca se interesaba en que tuviera amigas. Y a esa niña la estaba tratando como si del Santo Papa se tratara.
—Mi niña, aquí quedamos atentas, cada vez que necesites algo no dudes en pedirlo. Me gustaría que pudieran ser amigas, Flor María necesita aprender cosas de mujeres, o sea; me refiero a ser un poco más sutil y femenina. —¡Ay por favor! Agarré a la niñita de una de las pompas de su vestido y la arrastré fuera de mi casa entregándole la montaña de cuadernos para que se fuera a su casa a escribir.
—¡Mamá! ¿Qué te pasa? ¿Cómo te atreves a imponerme amistades? Ese algodoncito no entra en mi círculo social. —Ya me la imaginaba llorando cuando saliera con ella a jugar fútbol con los muchachos del barrio y terminará con la cara llena de barro y su inmaculada ropa manchada.