Cercanía
Fue complicado para Edrien, estuvo solo, a cargo de la casa y de sus propias actividades por más de veintidós días. Su padre solamente regresaba para dormir unas horas, ducharse, comer algo, ir a trabajar y al final del día tenía un poco de tiempo para pasar por la clínica y vigilar la recuperación de su esposa.
Al regresar de clases mi mamá le guardaba el almuerzo, después de eso le ayudaba a limpiar la casa para tener permiso de salir a entrenar con el equipo de “vagos”. Así los llamaba ella porque a diario los veía sentados en los alrededores de la cancha.
Aprendí a ser ordinaria y si era de jugar sucio con patadas en las espinillas, nadie me ganaba.
Todos los días nos reuníamos para quemar tiempo haciendo bromas o entrenando, pero para qué resultará interesante siempre se apostaba algo, una botella de gaseosa, buñuelos o cualquier reto que impusieran los ganadores.
Era la única mujer en un grupo de más de doce chicos, pero me trataban como si fuese uno de ellos, nunca me discriminaron.
Como los encuentros eran en las últimas horas de la tarde muchas personas se sentaban en las gradas a ver los partidos,
Un día cualquiera apareció un entrenador, nos estuvo observando y al finalizar el partido se acercó a hablar con todos porque quería organizar un equipo de fútbol.
—Soy Técnico deportivo de fútbol, ustedes tienen talento y si me permiten quisiera implementarles un régimen especial de enseñanza. ¡Lo haría gratis! ¿Qué dicen? Mi nombre es Abelardo González. —Todos nos miramos confundidos, pero Edrien tomó la palabra y explicó que era una oportunidad para aprender.
No perdíamos nada así que aceptamos. Entonces estableció horarios, normas, nos exigió un tipo de alimentación, aumentaron los entrenamientos y las exigencias.
Por mi estatura me aconsejó empezar a practicar básquetbol, me agregó a un grupo de chicas qué estaban organizadas. Nunca me sugirió dejar el fútbol, pero me sentí más cómoda practicando con ellas.
Estábamos en el mismo campo y era emocionante reunirnos después de terminar la rutina de entrenamiento.
—Estuve viéndote encestar, se te da muy bien. Deberías considerar ser basquetbolista profesional, tuteca. —Siempre tenía un apodo diferente para llamarme.
—¡Tuteca será la más vieja de su casa! —Me consumió con la mirada y como la había embarrado decidí disculparme—. ¡Ay perdón! Lo siento, pero es que me saca de onda cada vez que me insultas.
—¿Estás en tus días florecita? —No aguanté y me le tiré encima a darle golpes, él giró su cuerpo y quedé encima de su pecho. Al igual que yo estaba sudado y en uno de mis muslos empecé a sentir algo duro, no sé qué estaba pensando y lleve con rapidez mi mano, pero descubrí que era su pene y lo solté de inmediato.
—¡Ay! ¿Lo hiciste? No puedo creerlo. ¡Me lo agarraste! —A como pude intenté levantarme poniendo mis manos en su pecho y entonces él también se movió y enredo mis piernas para impedirlo.
—¿Qué haces? —Quise sonar sorprendida, pero eso que había hecho me había gustado.
—Merezco un beso por haberme tocado, ahí. —Empecé a dar algunos golpes en su pecho para que dejara mis piernas libres—. ¡No te soltaré hasta que me beses!
—Prefiero besar a una rana antes que a ti, suéltame Edrien. —Acercó su cara a mi pecho, mordió uno de mis senos y soltó sus piernas, muerto de risa.
La furia me consumió y quise molerlo a palos, pero más que todo era vergüenza. Mis pechos eran muy pequeños, sin embargo, atinó uno y me quedo doliendo.
—¡Te pasaste horrible! —grité «Tendrás noticias mías renacuajo» Quería despellejarlo—. Y por cierto, mañana hay taller de física, más te vale que lo hagas y me incluyas. ¡Te odio!
Dejé todas mis cosas olvidadas, no me preocupaba porque él las guardaría, no era la primera vez que peleábamos y dejaba todo tirado. Era parte del drama.
—Si, mejor vete y por favor ¡Medícate! —Ignoré su comentario y empecé a pensar en la forma de vengarme.
Cada tarde terminaba más agotada y me costaba subir las escaleras corriendo, pero el ascensor era una pérdida de tiempo, muchas veces solía trabarse y había que esperar a que algún conserje apareciera a abrirlo.
Puse mi pie en el último escalón, con toda la paciencia del mundo y un vestido robó mi atención, era Ariadna y estaba justo frente a la puerta del apartamento de Adrien. «¡Buscona!»
—Hola amiga ¿Cómo estás? ¿Sabes si “Edri” está en casa? —preguntó con tanta confianza como si se conocieran de años.
—¡Hola! —contesté algo irritada—. Y no, “Edri” no está —Pero una nueva idea perversa rodó por mi mente.
—Pero, ven. Entra a mi casa y lo esperamos mientras llega. Es que me dijo que iba a salir con su pareja. —Ella abre sus ojos de buitre y pregunta
—¿Tiene novia? No sabía, como siempre lo veo contigo o con los demás chicos pensé que estaba soltero. —Mi radar no me había fallado, a ella también le interesaba
—No, él no tiene novia. Su pareja es un chico, bastante mayor y se aman muchísimo. Claro, espero que no traiciones mi confianza por haberte contado su secreto, me dejaría de hablar y podría meterlo en problemas con su familia que ignora sus gustos. —Mientras ella intentaba procesar lo que decía, abrí la puerta de mi casa y le pedí que me esperara.
Tomé mi teléfono y fingí hacer una llamada.
—Hola Adrien, aquí está Ariadna esperándote. —Hice una pausa como si estuviera hablando con alguien y asentía —. Claro ya le expliqué que estás un poco ocupado. ¡Ay, no! ¿Cómo cree que voy a contar algo así? Eso es muy personal. Si, tranquilo… ¡Cuídese! —Yo estaba de remate ja, ja, ja… Pero no iba a dejar que una recién aparecida me lo quitara.
—No pues que por ahora se va a tardar un rato. —Escuché la puerta de su apartamento abrirse y tenía que detenerla un poco mientras él entraba y cerraba.
—Gracias, pero entonces me voy. ¡Después hablaré con él!
—Si, pero acompáñame a tomar algo, casi nadie me visita. ¿Te quedas? —No pudo negarse y corrí hasta la nevera por un vaso de helado para ella.
Si se iba justo en ese momento se iba a caer toda mi mentira, porque Edrien llegaba y dejaba un buen rato la puerta abierta, mientras paseaba por la casa para irse a bañar.
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De cualquier forma siempre hacia lo mismo y le espantaba a las chicas que se interesaban por él.
Después de ese encuentro extraño que habíamos tenido ese día en el parque nos teníamos más confianza.
Pero yo seguía sin expresarle mis sentimientos. Siempre le hablaba de lo mucho que lo admiraba y de la evolución que había tenido en el deporte.
Éramos inseparables, cuando no coincidían nuestros entrenamientos de igual forma nos veíamos. Todo el condominio decía que éramos pareja, porque todo lo hacíamos juntos.
Mi cuerpo empezó a cambiar y ahora ya se me veían algunas curvas.
—Adrien ¿Qué sientes por mí? —le pregunté un día que tenía una competencia en otro municipio y él fue a llevarme en el auto de su papá. Pero después se me tenso el abdomen, creí que se iba a burlar de mí.
—¿Y esa pregunta capciosa? ¿Qué esconde? Nunca sé cuando hablas en serio. A todo le sacas un chiste y siempre estás dejándome como un zapato por responder tus cosas delante de la gente. —Así era, siempre buscaba la forma para trolearlo delante de sus amigos.
—No, simple curiosidad. —dije sacando mi cabeza por la ventana del auto, quitándole interés al asunto
—Pues te quiero demasiado. Eres mi mejor amiga, si algo te pasa no sé qué sería de mí. ¡Nadie me aguanta tanto como tú! —No era la respuesta que quería escuchar, pero tenía razón; nadie lo conocía como yo.
En ese momento entramos al tramo de la carretera donde estaba el peaje y algo debería estar pasando porque había un trancón enorme.
Él cerró las ventanas del auto y encendió el aire acondicionado, aunque Bogotá es frío ese día estaba haciendo un poco de calor.
Reclinó su asiento y se dispuso a relajarse mientras debíamos avanzar. Yo lo imité y nuestras miradas quedaron en la misma dirección.
Empezamos a intercambiar miradas y no pude aguantarme, me acerqué y pegué mi boca a la de él, no lo besaba solo lo miraba y él hizo lo mismo.
—Siempre me he preguntado ¿Qué se sentirá besarte? —dije dispuesta a obtener una respuesta favorable
—¡Entonces bésame! —susurró él. Pero quise alargar el momento y empecé a rozar su nariz con suavidad.
Mojé mis labios, los pegué a los suyos, ambos cerramos los ojos y sentí una sensación replegarse en mi estómago. Terminé de besarlo y entonces añadió
—¡Sabía que te gustaba! Ja, ja, ja… Pero sabes algo, tú a mí no. Yo te veo como a una muy buena amiga, pero el beso no estuvo mal. —La sangre se me subió al cerebro e hizo corto circuito.
—Claro que no. Tan simple cómo que nunca había besado a nadie y quería saber que se sentía. Pero tendría que estar ciega para enamorarme de usted, mijito. —Trate de ocultar las lágrimas. “Yo te veo como a una buena amiga” ese comentario me hacía ruido, me enfurecía de solo repetirlo.
Saqué mis auriculares y me los puse, no quería escuchar una palabra más pronunciada por ese idiota o sencillamente iba a explotar.
Llegamos al evento y estaba desconcentrada, el equipo contrario nos estaba dando una paliza y yo no había conseguido encestar ni una sola vez.
—¿Qué te pasa Flor María? Botaste esa anotación. ¡Concéntrate! —me gritó el entrenador y yo no daba como destacarme. Por otro lado, escuchaba a Edrien silbar y la decepción aumentaba.
No se me había ocurrido un peor momento para declararle mis sentimientos que justo antes del partido. Una vez que llegó el primer descanso una muchacha del público gritaba mi nombre y la reconocí, era Zharay Medina, estudiaba conmigo, se acercó y me preguntó
—¿Te sientes bien? He notado que miras a Edrien y haces mala cara ¿Te hizo algo? —No pude soportar y aunque no éramos amigas le solté
—Me dijo que únicamente le gusto como amiga y yo amo a ese tonto. —Gruesas lágrimas salían de mis ojos, pero yo las limpiaba con furia, no quería llorar ahí delante de tanta gente.
—Promete que te vas a concentrar y te juro que me alió contigo para qué lo conquistas. Pero, ya cambia esa actitud. Hay un hombre muy importante observando el partido, saca todo lo que tienes para dar porque necesitas patrocinadores. ¡Eres buena en lo que haces! —Me abrazó y yo le correspondí. Se sentía bonito contar con alguien que apoyará nuestros ideales.
Me amarré el cabello con una coleta alta y haría lo que mejor sabía; jugar con pasión.
Me concentré y empecé a igualar las anotaciones. Y tal como había dicho la chica, al finalizar el partido se acercaron varios hombres interesados en mí y hablaron con mi entrenador.
Edrien se acercó y me llevó de regreso a casa, estaba orgulloso porque mi equipo había ganado. Pero yo deseaba que sintiera algo más que eso.
Por lo menos recordaba la promesa que me había hecho Zharay y sonreía. Se había cumplido lo del patrocinador, ahora solo quedaba esperar que me ayudara a conquistar el amor de mi chico.
Aunque por la forma que se expresaba de mí delante de mamá parecía que yo era su hermanita menor.