Desconfianza
—Relájate, que no te haré daño… ¡Por ahora! —añadió aquel hombre aterrador y supe que el tormento apenas iniciaba.
Llevaba un colmillo de plata y eso hacía que su sonrisa luciera alterada.
Uno de los dos hombres que me habían agarrado propinaba maldiciones porque le había roto el labio cuando intenté zafarme.
El extraño hombre recibió una llamada y no pude saber de qué trataba porque habló en francés. Lo único que le entendí fue que le dijo “yo te amo” eso me había llevado a pensar que era con una mujer que se había comunicado.
Edrien empezó a llamarme y como lo tenía con todo el volumen era imposible que no se percataran
—Candela, ya sabes qué hacer con el teléfono de la señorita. —mencionó el tipo y sacó un asqueroso tabaco y lo encendió.
—¡No se atreva! —Le grité cua
