—El padre de mi hijo se llama: Paula Osorio, porque yo soy su papá y su mamá, y no he necesitado de un hombre para sacar adelante a mi niño —enfatizó con firmeza, y la frente en alto, llena de orgullo. —Muy bien —respondió Juan Andrés, entonces si tus amigas, esas viejas chismosas, me interrogaran, les daré tu versión —indicó y se puso de pie—, ahora que nos vamos entiendo, ¿no crees que es momento de dormir juntos? —Ladeó los labios, y elevó una de sus cejas. Paula rodó los ojos, resopló con molestia. —Eso no será posible, tú no compartes nada con gente de estrato bajo como yo, si dormimos juntos seguramente te pasaré mis piojos. —Sonrió con cinismo—, así que descansa, buenas noches. —Se retiró de la sala. Juan Andrés bufó, y se mordió los labios, había sido víctima de sus propias