Paula no volvió a la Momposina, era cierto necesitaba el dinero, pero no deseaba encontrarse con el miserable de Juan Andrés Duque. —¿Qué piensas hacer? —indagó Luciana—, la casera nos presiona con la renta —mencionó con angustia—, te presté todo lo que tenía para que compraras las frutas para tus jugos. Paula alargó un suspiro, apretó los puños al recordar que todo su esfuerzo se esfumó gracias al insoportable de Juan Andrés Duque. —Hoy iré a ver si en los restaurantes del mercado, alguien requiere mi ayuda —comunicó con tristeza, su semblante cada día era más pálido, se veía desmejorada. Luciana se estremeció al verla, sabía que la vida de su amiga se agotaba lentamente. —No hagas mucho esfuerzo —suplicó—, yo me haré cargo del almuerzo, y de retirar a Cris de la escuela. —Gracias —