—No te asustes, tranquila —susurró con voz suave María Paz—, no vengo a nada malo, solo deseo charlar contigo. —¿Conmigo? —indagó Paula, abriendo sus ojos de par en par. María Paz le brindó una cálida sonrisa. —¿En dónde tendremos privacidad? —cuestionó. Paula deglutió la saliva con dificultad, su pieza era muy sencilla, le dio pena con la elegante señora, sin embargo, no tenía otro sitio en el cual recibirla. —Mi habitación es muy sencilla, ¿desea seguir? —Señaló con su mano hacia una envejecida puerta de madera. —Vamos —respondió Paz, y caminó tras de ella. Paula con cierto recelo abrió la puerta, era humilde, pero le gustaba tener todo limpio y en orden. —Siga señora. María Paz ingresó a la pieza, miró a su alrededor, la pintura de las paredes estaba desgastada, el piso de made