María Paz dejó a Paula a unas calles de la escuela del pequeño. La chica no deseaba que el resto de personas la vieran bajar de un auto tan lujoso, no le gustaba dar explicaciones de su vida. —Mañana iré por ti, por favor ten paciencia con mi hijo —solicitó. Paula inhaló una gran bocanada de aire, asintió. —La tendré —aseguró y se despidió de la señora. Cuando llegó a la escuela, aún había padres de familia, miró a Lorenza, la mujer tenía un puesto en el mercado, y solía fiarle las naranjas. —Paula te estaba esperando —dijo con voz aguda—, no has pasado por el mercado, aún me debes dinero —reclamó en voz fuerte. Paula se aclaró la garganta. —Voy por mi niño, y charlamos —solicitó. —Aquí te espero —dijo Lorenza, y cruzó sus brazos. Paula caminó a prisa, entró a la escuela,