Luego de dejar a Cris en la escuela, Juan Andrés se dirigió donde la única persona que podía ayudarlo, bajó del taxi, canceló el servicio, el dinero que le dejó Inesita, no era mucho, y necesitaba conseguir empleo en lo que él había estudiado, y claro que no se iba a humillar ante sus padres. «Pero tendré que soportar a Mariela» apretó los puños cuando miró el edificio de una de las mejores agencias de publicidad del país. Inhaló profundo, se quedó pensativo. «¿Qué será peor, soportar el acoso de ella, o vender jugos en la calles?» se cuestionó. —No, yo no me vendo con facilidad —susurró. Y justo cuando disponía a irse, la voz de Mariela se escuchó. —¡Andrew! —exclamó y se dirigió directo hacia él. Mariela era la hija del dueño de esa empresa, era diseñadora, una de las mejor