Juan Andrés siguió dormido, hasta que sintió que unas pequeñas manos lo tocaban. —¿Me vas a llevar a la escuela? —indagó el pequeño Cris. Andrés frunció el ceño, se talló los ojos. Se sentó en la cama, y resopló, giró su rostro y miró al niño, no estaba peinado, tenía los rizos alborotados, la chompa del uniforme se había colocado al revés. —Hay que darnos prisa, o no llegaremos —indicó. —Debes prepararme el lunch. ¿Qué me vas a mandar? —averiguó. Juan Andrés rascó su nuca. —Ahora hasta de niñero he quedado —susurró bajito. Se puso de pie, y se dirigió a la cocina, por suerte Inesita le había llevado yogur, entonces sirvió dos vasos, uno para él, otro para el niño, preparó dos sándwiches. Uno para que Cris desayunara y otro para que lo llevara a la escuela. —Apúrate porque s