El hombre mientras conducía, mirándola con aquellos ojos azules penetrantes por aquel espejo retrovisor solo por cuestiones de segundos, al ver que había algo de silencio en el auto, quiso romper el hielo haciéndole preguntas para conocerla un poco más. —¿Su majestad, y… después que la lleve a que se mida su ropa a donde iremos. De nuevo al palacio? Porque déjeme decirle que el día esta muy bonito como para ir otra vez a ese lugar. ¿Cuáles… son sus sitios favoritos? Angelica quien estaba un tanto nerviosa en la parte trasera del vehículo, cruzó sus piernas y mirando hacía la ventana enseguida le respondió: —Si, iremos al palacio. Aquí en Mónaco no hay muchos sitios para mí. Si me ven que voy sola sin mi esposo voy a dar de que hablar. Él con sus manos al volante, muy confianzudo le res