Capítulo 1

1257 Words
Tenía todo preparado, ya era un poco tarde así que me fui a dormir, tenía que madrugar mucho porque mis tíos pasarían a buscarme a las 5:30 am. El despertador sonó a las 4:50 am, me levanté entusiasmada, contenta. Me di una ducha rápida para refrescarme y busqué la ropa que me había dejado preparada para viajar: un jean, remera de tirantes, zapatillas converse y una campera, porque en la madrugada siempre hacía un poco de frío. Me maquillé un poco, lo más básico posible, cepillé mi cabello y estaba lista. Estaba nerviosa, ansiosa, emocionada. Tomé una chocolatada fría, mis padres se levantaron temprano también para despedirme. Por fin llegaron mis tíos, bajaron de su coche y entraron a saludar a mis padres. —¡Hola! —saludé emocionada a mis tíos. —Hola, Rena —me saludaron ambos, abrazándome. Cargaron mis cosas en la baulera del coche y era momento de emprender viaje. Despedí a mis padres, pero no sin antes escuchar sus sermones: cuídate mucho, no andes al sol, hace caso, bla bla. Era momento de subir al coche, mis primos se bajaron a saludar también. —¡Hola! —saludé a mis primos. —Hola, preciosa —susurró Emanuel en mi oído cuando me dio un abrazo. Le sonreí, no pude evitarlo y cabe aclarar que cada día estaba más lindo, no sé, pero estaba diferente a un año atrás. Me tocaba ir sentada en el medio de mis dos primos, Emanuel y Jeremías. Me puse los auriculares, me tranquilizaba escuchar música en los viajes. Noté que Jeremías y Sandra, mi tía, iban dormidos. No les di mucha importancia, seguí en lo mío. Sentí una mano rozar mi pierna izquierda, era mi primo mayor, lo miré de inmediato. —Hola —murmuró con una sonrisa. —Hola —dije del mismo modo. Me recosté en su hombro, estaba un poco cansada, así que cerré los ojos y quedé dormida, él hizo lo mismo. Luego de unas tres horas desperté, bastante adolorida, no estaba muy cómoda. Al moverme, Emanuel también lo hizo. Ya faltaba un poco más de media hora para llegar a nuestro destino. —¡Llegamos! —anunció Oscar, mi tío. —¡Bien! —gritamos todos a la misma vez. Ya no sentíamos la cola de estar tanto sentados. Oscar se dirigió directamente a la cabaña donde nos hospedaríamos, entró al estacionamiento de autos, dejó estacionado el suyo y nos bajamos. Jeremías me ayudó con mis maletas, él a diferencia de Emanuel, era un poco más callado, más reservado, le gustaba estar en su mundo, solo. Mi tío fue a la recepción a pedir las llaves de nuestra cabaña. Enseguida regresó con nosotros y entramos. —¡Pero qué bonito! —dije al ver el lugar. Era una especie de casa pequeña, tenía dos habitaciones, de las cuales una era para mis tíos, y la otra, para dos personas, para mis primos. Suponía que yo iba a dormir en el living en un sofá, no me gustaba la idea, pero tampoco iba a reclamar nada. —¿Quién dormirá en el living? —preguntó Sandra. —Si quieren voy yo —dije enseguida. —No, yo iré al living, no te preocupes —comentó mi primo menor, y me regaló una sonrisa. —Está bien —sonreí, Emanuel me miraba. Mis tíos llevaron sus maletas a la habitación matrimonial. Emanuel y yo hicimos lo mismo en la habitación donde dormiríamos. Comencé a acomodar un poco mis cosas sobre la que elegí que sería mi cama. —Así que compañeros de habitación, eh… —guiñó un ojo Emanuel. —Cállate —reí al verlo. Cuando iba a su casa a pasar unos días, la mayoría de las veces dormíamos juntos, y también hacíamos de las nuestras, por ejemplo, mirar películas o quedarnos hasta tarde comiendo y hablando, u otras, como por ejemplo, a él le encantaba asustarme y no dejarme dormir. Pero hace muchos años de eso… ¿Y ahora? Mis tíos salieron a comprar algo de comida para el almuerzo, eran las 11:00 am. Volvieron rápido, porque en la esquina había un almacén. Luego del almuerzo fuimos a caminar a la playa, no queríamos perder ni un segundo. Estuvimos por allí toda la tarde, tomando mate, comiendo churros, riéndonos, hablando, compartiendo todo lo que en un año no compartimos. Con Jeremías entramos al agua, él tenía tres años menos que yo, jugamos allí, corriendo. De pronto, alguien me tomó de las piernas y me aventó de nuevo al agua, no entendía nada, me asusté. Me giré para ver, y sí, era Emanuel, haciendo de las suyas. —¡Tonto! —le grité, riendo. Estábamos divirtiéndonos mucho, Sandra nos tomaba fotografías, luego se las envió a mi madre, que casi se desmaya al verme en bikini, ¿quería que fuera monja? Ya estaba oscureciendo. Regresamos a la cabaña, recibí una llamada de mi madre. —Hola, mamá —sonreí. Fui a la habitación y hablamos durante unos minutos, también hablé con mi padre. Les conté todo lo que hicimos ese día, estaban contentos de que lo esté disfrutando. Corté la llamada y regresé al comedor con mis primos, Jeremías había propuesto mirar una película todos juntos. Aceptamos. —Tía, ¿tienes alguna toalla? —pregunté, notando que había olvidado traer la mía—. Mañana me compraré una. —Sí, ven —respondió ella amablemente, dirigiéndose a la habitación. La seguí. —Gracias —dije cuando me lo entregó. Me dirigí al baño, quería ducharme, tenía mucho calor y arena por todas partes. Terminé y fui a la habitación, saqué ropa de mi maleta y la dejé sobre la cama, sequé por completo mi cuerpo y me vestí. Sentí que golpearon la puerta. —¿Sí? —¿Vienes a comer? —alguien se asomó por la puerta. Lo miré, era Emanuel. —Sí, ya voy —sonreí. Se fue. Me terminé y salí, fui a la cocina para arrimarme a cenar. Moría de hambre. Me senté en unas de las sillas entre mi tío y Jeremías. Había empanadas y sándwiches de miga, una de mis comidas rápidas favoritas. Acabamos y nos acomodamos en el sofá para mirar la película que Jeremías propuso. Vi que Emanuel fue a la habitación, algo me intrigaba de él, estaba extraño y no dejaba su celular en ningún momento. Lo seguí, entré y cerré la puerta detrás de mí. —¿Pasa algo? —me miró él, cuando cerré la puerta. —No, nada… ¿Y a ti? —pregunté, haciéndome la tonta. —No, o… eso creo. Me acerqué a él, nos quedamos viendo por un par de segundos fijamente a los ojos. —Te esperaré en el living —le dije y le guiñé un ojo, él me sonrió. Salí de la habitación, suspiré y fui directamente al sofá, ya habían preparado el televisor para la película, solo quedaba que venga Emanuel. Llegó y se sentó a mi lado, ya que era el único lugar desocupado, se acomodó. Esa noche había mucha tormenta, llovía mucho y caía granizo. Hacía frío, a pesar de que estábamos en pleno verano, se ve que era producto de la lluvia. Busqué una manta liviana que tenía en mi maleta y con eso nos cubrimos Emanuel y yo. Sentí una mano sobre mi pierna, enseguida noté que era la de mi primo, ¿qué estaba insinuando? Puse mi mano sobre la de él, para evitar que toque algo más o haga movimientos. Gracias a la manta no se notaba nada.
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