Capítulo 3: Luz, Chispas, ¡Fuego!

2105 Words
La quietud de la noche fue interrumpida por el ladrido persistente de Bingo. Era lejano, parecía provenir del otro lado de ese enorme caserón. Pero fue lo suficientemente perseverante como para despertarla y preocuparla. El perro no solía ser un gran guardián. Tenía un carácter tranquilo y muy parco. Y su actividad favorita era dormir. ¿Qué podía estarle pasando como para hacer semejante barullo? Se vistió con un salto de cama que encontró entre las cosas que le había dado Eulalia. Era un poco transparente y normalmente no hubiese sido su primera elección para usar en esas circunstancias. Formaba parte del guardarropa de la ex señora de López Williams, quien en otros tiempos usaba esa prenda para mantener el interés romántico de su esposo. Así que no era un atavío adecuado. Pero, por otro lado, vestía una camiseta corta que era lo más cómodo que tenía en ese momento para dormir. No era lo más apropiado para dejarse ver a esas horas de la noche. Salió de su habitación y bajó por las escaleras. Siguiendo el ladrido del perro atravesó el salón principal y encontró al animal en el pasillo derecho junto a la entrada. Estaba mirando fijamente por la ventana, en posición de alerta y profundamente enfocado en algo. Lucía muy molesto. Amanda lo llamó y le siseó tratando de calmarlo. — ¡Bingo! ¡Shhhh! ¡Silencio, despertarás a todos!— Le dijo. El perro se aproximó a ella, rezongando y expresando su preocupación. Parecía insistir en que afuera había algo que lo molestaba. Lo acarició suavemente tratando de que se callara, pero el animal retomó sus ladridos. Entonces escuchó una voz detrás de ella. — ¡Ya basta, Bingo!— dijo Rodrigo con firmeza, logrando que el perro se callara. Sin embargo se sentó sobre sus ancas con una expresión preocupada. Amanda, que no había percibido su cercanía, giró de repente sobresaltada. — ¡Por Dios, me asustaste!— dijo al tiempo que le daba un golpe leve en el hombro, como reacción a semejante sorpresa— —Lo siento no fue mi intensión— repuso él— Después se volvió hacia Bingo, cuyas costumbres podría reconocer, ya que había pasado más tiempo con él que con Amanda— Quieres ir a correr algo, ¿verdad? ¡Date el gusto, vete!— le indicó, al tiempo que le abría la puerta para que saliera. La lluvia había parado y se sentía el chapotear de sus patas sobre el barro. — ¿Qué haces? ¿Por qué lo dejas ir? —Cada tanto le gusta correr liebres, como para sentirse importante. Pero no te preocupes, son más rápidas que él. Regresará en unos minutos, orgulloso de haber actuado como un gran guardián. —No conocía que pudiese tener un lado protector. ¡Es tan tranquilo! —Es que juntos hemos tenido varias aventuras. Ha sido mi compañero en un campamento y un par de recorridos de senderismo. Incluso me ha acompañado en la playa. Aprendió a estar más atento a lo que lo rodea. Tiene su lado guardián, aunque no lo parezca. — ¡Me alegro por él! Pensé que le pasaba algo malo, nunca antes lo había escuchado ladrar así. —No es nada, estará bien. —Por otro lado, ¿cómo llegaste hasta aquí tan rápido? Si me dices que te puedes tele transportar, sería el colmo. —Estaba cerca, en el despacho. Si es un problema, prometo usar un cascabel como si fuera un gato. —Ja ja— dijo ella— ¡Muy gracioso! Amanda volvió a dirigir su mirada a la ventana, intrigada por ver qué hacía el perro. En esos segundos Rodrigo aprovechó para dirigirle una mirada cautelosa. Esa mujer le gustaba mucho. Era bonita, de estilo sencillo e increíblemente sexi. Tenía una figura similar a la de un violonchelo, con curvas llamativas y tentadoras. Poseía una piel con un tono almendrado, muy hermosa y unos ojos marrones con betas color miel que podían brillar cuando la luz era tenue. La bata que llevaba acompañaba a un negligé que solía usar cuando estaban juntos y cuya transparencia dejaba ver su figura. Debajo tenía una camiseta corta que parecía no combinar, lo que era obvio si se tenía en cuenta que estaba usando vestimentas que había olvidado en la hacienda. Sin embargo esta destacaba sus formas, por lo que la vista era igualmente atractiva y encantadora. También estaba ese cabello enrulado y color caoba, que ella siempre había usado de forma natural. Jamás lo alisó ni le cambió el color. Acostumbraba a peinarlo recogido en formas que enmarcaban su rostro y estilizaban su cuello elegante y siempre sugestivo, tal como lo tenía en ese momento. Era el signo de una personalidad genuina y segura, a la cual poco le importaban los lineamientos sociales que eran importantes para otros. Esto es algo que siempre le gustó de ella. —Ya volverá, —insistió—Y si tarda prometo ir a buscarlo. — ¿Estás seguro? Espero que no se meta en problemas. —Para que te quedes más tranquila puedes esperar aquí conmigo. Cuando no puedo dormir me levanto a tomar un poco de vino. Ahora encendí la chimenea por lo que el ambiente es agradable, ¿me quieres acompañar? Lo pensó por segundos, el primer impulso fue disculparse y volver a su cuarto de inmediato. Pero pensó que eso sería una acción inmadura, propia de alguien cobarde. Y ella no era ninguna cobarde. Podía beber un poco de vino en su compañía, como una persona civilizada. Después de todo ya habían terminado, y eran buenos amigos. ¿Qué es lo que podía pasar? —Sí, claro. Por qué no— respondió. Así se dirigieron al despacho y él le abrió la puerta como el caballero que era. Tal como lo prometió el lugar se sentía cálido y acogedor. Amanda se sentó en el sofá, se acomodó sobre uno de los almohadones junto al apoyabrazos lateral y subió los pies de lado para sentirse un poco más a gusto. Era una pose que parecía despreocupada, pero que al mismo tiempo era sexi y encantadora. Era una escena de la que Rodrigo tomó una fotografía mental, como algo que recordaría por siempre. Después le acercó una copa de vino tinto y se sentó frente a ella. Se miraron por segundos que se volvieron algo incómodos. Amanda fue la primera que se animó a decir algo. —No había notado lo agradable que puede ser este despacho. Y en la quietud de la noche en silencio, seguramente es ideal para pensar o meditar. —Sí, es perfecto para estar a solas y escuchar tus propios pensamientos. Cuando necesito reflexionar en realidad es muy útil. Incluso se vuelve necesario para entender lo que realmente quiero. —A mí en cambio me basta con salir a correr o a cabalgar como hacía aquí en otros tiempos. Creo que mi cabeza funciona mejor si me concentro en hacer algo más, cuando estoy preocupada. —Sin embargo hay veces que pueden suceder cosas que no te dejen dormir. En ese caso, lo que hago es levantarme y tratar de atender lo que sucede en mi cabeza. —Con que no podías dormir… Debes tener numerosas preocupaciones, mucho que resolver— dijo ella pensando en las múltiples obligaciones que sabía que tenía como cabeza de la familia, un heredero responsable, siempre pendiente de concretar negocios y tratos importantes. —Son problemas, como los de todos los días. Sabes muy bien que nunca he permitido que me quiten el sueño. —Entonces, ¿qué es lo que te provoca insomnio?— —Tú, Amanda. ¿Acaso no te has dado cuenta? Al escuchar esto ella se atragantó con un sorbo de vino que había ingresado en su boca. Tosió nerviosamente e incluso sintió que algo de ese trago fue expulsado por su nariz. ¡Qué incómodo! Rodrigo le acercó un pañuelo, mientras seguía tosiendo. Cuando la crisis pasó alcanzó a decir: —Deberías desvelarte por asuntos más importantes. Lo pasado, pisado, dice el refrán. —Hace unas horas me preguntaste, por qué hice que vinieras para hablar de asuntos claramente establecidos en el estatuto de divorcio. La respuesta es simple, tenía que verte, asegurarme de que realmente no querías estar más conmigo, de que todo había terminado.— dejó su copa a un lado e inclinó su cuerpo hacia ella, como para que su mensaje fuese totalmente claro— quería que aceptaras algo de mí, para poder verte al menos de vez en cuando. —Pero no necesito nada de ti, ¿acaso no es lo que te dije? Lo que debiste darme fue tu compañía y tu amor incondicional. No pudiste hacerlo y eso es todo, el final de nuestra historia— respondió. —Eso creí, hasta el momento en que me besaste en el corredor. Lamentó no imaginar que se lo recordaría y que de alguna forma se lo tendría que explicar. —Es sólo un beso, no deberías darle tanta importancia— Rodrigo rió levemente ante ese intento trivial de desestimar lo que pasó. — ¡Acaso vas por ahí besando de esa forma a todo el mundo! — ¡Claro que no, no seas infantil! Podía tener defectos pero no era un sujeto infantil. —Entonces, es por algo. Dime, ¿por qué me besaste? —Fue en honor a nuestro pasado, compartimos una intimidad muy bonita y placentera. De repente estabas frente a mí, mi cuerpo recordó esos momentos y reaccionó. Pero no significa nada. Lamento que sucediera así, será mejor que no le des importancia. Debes olvidarme. Es momento de pasar la página. ¿No lo crees así? —Pues, no. No puedo hacerlo. Dices que terminamos, pero hay algo pendiente entre nosotros. Aún hay una luz, chispas y algo que puede encender el fuego. —No me interesa jugar con fuego. Ya es hora de que vuelva a la cama—dijo ella tras lo cual se levantó de su asiento, algo que también hizo él casi al mismo tiempo. Entonces volvió a pasar. Otra vez estaban frente a frente, muy cerca, prácticamente compartiendo el mismo aliento. Entonces fue Rodrigo el que tomó la iniciativa. Sujetó suavemente su rostro entre sus manos y la besó. Fue un beso profundo, muy sensual y apasionado. Al separarse dijo: — ¿Quieres despedirte apropiadamente? Pues bien, te invito a pasar una última noche juntos, a sacarnos las ganas antes de terminar de forma definitiva. Ella tenía nuevamente las mejillas y las orejas coloradas y para variar emitió una voz un poco ahogada, como si le faltara el aire. — ¡Estás loco! ¡Acabamos de divorciarnos! — ¡Y con eso, qué! Si ya no voy a volver a tenerte, al menos quiero quedarme con un recuerdo sublime de una última noche contigo. —Lo que propones no tiene sentido. —Tiene todo el sentido del mundo. Mañana podrás lamentarte todo lo que quieras, pero la vida se vive ahora, en el presente. Lo demás no cuenta. Te estaré esperando en mi habitación, para revivir nuestros momentos de placer. Será incluso mejor que antes. — ¡Estarás muy aburrido, porque no pienso ir! Dicho esto, se apartó un tanto alterada, más bien confundida. Sabía que si estaba a solas con él esto iba a pasar. Y sin embargo, Rodrigo López Williams era lo suficientemente tentador como para hacer tambalear sus convicciones. Cuando subía las escaleras sintió un ruido en la puerta y un ladrido. Iba a apresurarse para abrir pero él se adelantó, por lo que siguió su camino. Se alegró de comprobar que Bingo estaba de regreso y que se veía bien. Al llegar a la habitación estaba lo suficientemente alterada como para hablar sola, en voz alta. — ¡Quién se cree que es! ¿El último hombre sobre la tierra? ¡Está loco si cree que me voy a presentar para darle el gusto! ¡Se va a quedar esperando por siempre! Se sentó en la cama tratando de ordenar sus pensamientos. Sintió pasos por el corredor hasta la habitación principal y una puerta que se cerraba. Rodrigo ya estaba en su cuarto. Pero comenzaron a pasar los minutos y rápidamente comenzó a considerar otras ideas. Pensó en sus labios sobre los suyos y en lo mucho que le gustó que la besara. Reconoció una vez más, que era humana y que tenía deseos. Concretamente deseaba poseer a este hombre hermoso una vez más. Y tal vez, eso era lo que necesitaba para sacarlo de su cabeza. Tener un último encuentro apasionado que le permitiera olvidarse de él.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD