Capítulo 4: Recorriendo el cielo sin abandonar la tierra

2938 Words
A pesar de ser un manojo de dudas y de sentimientos contradictorios, Amanda Peña tomó una decisión más que firme. Era definitiva y la llevaría a cabo hasta las últimas consecuencias. Haría el amor con Rodrigo una vez más para quitárselo de la cabeza y seguir con su vida. Y se atendría a este hecho sin importar lo que pudiese suceder al día siguiente. Fue primero al baño en dónde se lavó los dientes y se soltó el cabello. Un factor que la motivó a proseguir fue que aún usaba un dispositivo intrauterino, que evitaría que quedara embarazada. Se miró al espejo y se preguntó si eran las fachas adecuadas para la ocasión. Sin embargo no tenía en ese momento nada mejor, por lo que debería proseguir tal como estaba vestida. Sentía una mezcla curiosa de ansiedad y nerviosismo. La expectativa de saciar sus deseos una vez más, con ese hombre que le quitaba el sueño, realmente podía ponerla muy inquieta. Pero no permitió que esto prosperara, se obligó a controlar sus sentimientos. Por eso, aspiró aire hasta llenar sus pulmones y lo contuvo tanto como pudo hasta ponerse colorada, casi al borde de la asfixia. Después lo liberó lentamente. Eso la ayudó a relajarse un poco. —Muy bien, Amanda— se dijo—, es hora. ¡Qué sea lo que Dios quiera! Salió de su habitación y se encaminó hacia el dormitorio principal, en dónde estaba Rodrigo. Levantó la mano para llamar a la puerta. Por momentos la sostuvo en el aire. Pero finalmente dio dos golpes leves, que fueron suficientes para revelar su presencia. Escuchó el retumbar de unos pasos dirigiéndose hacia la entrada y entonces la puerta se abrió. Por momentos le pareció que su anfitrión la recibía con un brillo triunfal en la mirada y con una sonrisa confiada al verla frente a él. O tal vez era sólo su personalidad muy segura y su capacidad de ser encantador en más de una manera. En realidad Rodrigo se sintió muy feliz de verla allí, aceptando su invitación a pesar de que pudiese parecer una idea insensata. Hizo un gesto invitándola a pasar. Ella ingresó en el cuarto, tras lo cual la puerta se cerró. Amanda conocía esa habitación a la perfección. Salvo por los cortinados y el acolchado diferente, estaba prácticamente igual a la última vez que había estado ahí. La cama con doseles era la misma y seguía teniendo el mismo encanto de siempre. Dio un giro lento reconociendo cada parte de ese ambiente y no terminó de hacer esto cuando lo sintió detrás de ella, tomándola por la cintura y ciñéndose a su cuerpo. Rodrigo había anhelado esta proximidad desde hacía mucho tiempo. Se deleitó profundamente al percibir la esencia de Amanda, que en ese momento estaba entremezclada con alguna fragancia floral. A continuación deslizó la nariz por el lado izquierdo de su cuello y lo besó con vehemencia, mezclando esta acción con un pequeño mordisco. El resultado de algo tan simple significó todo un sobresalto para Amanda, que sintió que las piernas se le aflojaban. “¡Hay Dios, estoy perdida!” pensó. Se dio vuelta para dar con su pecho pegado al de ella y esos ojos azules hipnóticos que la miraban con intensidad. El beso de Rodrigo esta vez fue profundo y muy sensual. Su lengua acarició el labio superior de Amanda y se sumergió en su boca para encontrar la suya. Mientras hacía esto sostenía su cintura y sus manos se deslizaron por sus muslos. Rodrigo vestía sólo un pantalón de dormir largo y tenía su torso de ensueño al descubierto. Ella podía sentir su pecho perfectamente formado y su abdomen contra ella. También pudo percibir su falo tenso contra su vientre, que ya estaba agitado aún bajo su vestimenta. Cuando sus labios se separaron por un momento mientras su aliento fresco y tentador la invadía, le dijo: — Quiero que sepas que te deseo más de lo que puedes imaginar, pero si aún no estás segura de esto, puedes irte cuando quieras. ¿Irse? La parte racional de su cerebro podía entender este concepto. Pero ahora, invadida de una deliciosa irracionalidad no podría imaginarse atravesando esa puerta de forma inmediata. No, definitivamente no iba a marcharse. — Yo también deseo hacer esto tanto como tú. Pero debe quedar claro que al amanecer habremos terminado. De aquí en más cada uno seguirá su camino. — De acuerdo, así será— respondió él. Ahora ella buscó sus labios, especialmente el inferior, el cual atrapó por momentos levemente con sus dientes. El respondió acariciando su rostro y desplazando un pulgar por los labios de Amanda, para sentir su tersura, y la punta de su lengua húmeda que por momentos asomó como un acto recíproco y muy sensual. Ella deslizó sus dedos por sus pectorales y pobló de besos el cuello de Rodrigo, para bajar después por el centro de su pecho. Su lengua anduvo por su abdomen perfecto y se deleitó al sentir que él también se agitaba. Sus dedos bajaron un poco su pantalón para descubrir la zona inferior de su vientre firme como piedra. Recorrió este sector con sus labios y en la parte final le prodigó una pequeña presión con sus dientes. Después sumergió sus manos en sus pantalones buscando su sexo. Esa acción elevó aún más la excitación en Rodrigo, que sintió que todo podría acelerarse, cuando el juego recién estaba comenzando. Contuvo este impulso en sí mismo y delicadamente detuvo sus manos. La tomó de los hombros para incorporarla. — Tranquila, no hay prisa— le susurró, dispuesto a saborear cada segundo con ella. A continuación recorrió sus hombros con sus manos haciendo que la bata cayera al suelo. Después tomó la parte inferior de su camiseta y la elevó por su cabeza para quitársela. Así pudo maravillarse con la vista tan gloriosa de su cuerpo prácticamente desnudo, ataviado sólo por unas pantis rojas. Amanda por momentos se cubrió lo senos con sus brazos. Le dio un poco de ansiedad quedar de repente tan expuesta con los ojos de Rodrigo escrutando cada rincón de su anatomía. Esto cambió cuando la besó y la sostuvo de la cintura. Ella pasó sus brazos por su cuello y dejó que él pudiera sentir su renovado estremecimiento, al tiempo que también percibía el de él. Sus palmas fuertes se apoderaron de sus pechos, que ya se estaban hinchando y endureciendo con su contacto. Mientas la besaba otra vez, primero levemente y después de forma más intensa, él la hizo retroceder gradualmente hacia la cama. Estando cerca, deslizó sus manos de sus muslos y las usó para elevar las piernas de Amanda de modo que sus pantorrillas se ciñeran a su cintura. Al mismo tiempo ella se sujetó de su espalda. De este modo ambos cayeron sobre el lecho con suavidad. Rodrigo, volvió a pararse sólo un segundo para dejar caer sus pantalones al pie de la cama. La vista maravillosa de su cuerpo desnudo la inquietó en sobremanera. “¡Santo cielo! ¡De verdad va a suceder!”, pensó en ese momento y sintió que su sexo se humedecía un poco más. Él se ubicó a su lado y deslizó sus manos por su cintura para despojarla finalmente de sus pantis. Después se posó sobre su cuerpo y volvió a recorrer su cuello con sus labios. Ella sintió la humedad de su lengua recorrerla de forma lujuriosa y al mismo tiempo deliciosa. Le pareció que se apoderaba de su cuerpo como el amo y señor de todas sus sensaciones. Se agitó cuando succionó uno de sus pezones que ya lucían como botones de rosas rebosantes, al tiempo que pellizcaba levemente otro con sus dedos. Sus besos bajaron también por su abdomen y su lengua incansable saboreó su ombligo. Esta descendió por la parte inferior de su vientre en dónde subió y bajó inquietándola aún más. Finalmente llegó hasta su sexo que ya estaba caliente y húmedo, y se tomó el tiempo de agitar su centro de placer como un látigo. Amanda sentía que ya no tenía control de sí misma, ni quería tenerlo. En ese momento era puro calor, sudor, vergüenza y lascivia todo al mismo tiempo en una maravillosa tormenta. Ahora emitía gemidos guturales por lo que sujetó sus manos contra el respaldar de la cama. Su sexo ya estaba completamente húmedo y lubricado, listo para recibirlo dentro de ella. Cuando él se incorporó para volver a besar sus labios, acarició nuevamente su falo. También estaba preparado para sumergirse en su interior. — ¿Qué esperas, Rodrigo? ¡Tómame ahora, con fuerza!— le rogó. Él se detuvo sólo un momento para tomar un pequeño cuadrado de plástico sobre la mesa de luz. Con sus dientes lo abrió y se colocó el condón. Renovó el estímulo en el sexo de Amanda con sus dedos, lo que incrementó sus gemidos. Después comenzó a fundirse dentro de ella. Empezó efectuando movimientos de entrada y salida suaves, abriéndose el camino hacia su interior. Ella cerró sus piernas en torno a su cintura y sujetó la parte baja de su espalda con sus manos. Estaba deseosa por lo que estaba por suceder. Entonces ocurrió algo que la estremecería más aún en cuerpo y alma. Rodrigo se apoyó sobre sus manos irguiéndose sobre el cuerpo de Amanda. Su pecho estaba elevado y sus caderas unidas a las suyas. De este modo comenzó a hacer movimientos más intensos. Se movía entrando y saliendo con ímpetu creciente. Su pelvis al mismo tiempo estimulaba su centro de placer, algo que era enloquecedor y maravilloso. Pero en el caso que esto no fuera suficiente, él buscaba algo más durante ese encuentro. Elevado como una cobra sobre su cuerpo, vio que sus ojos estaban entrecerrados mientras su mente se perdía en tantas extraordinarias sensaciones. Delicadamente acarició su rostro con una mano y le murmuró: — ¡Mírame, Amanda!— dijo en un tono ronco y pasional. — ¿Qué?— logró balbucear ella. — Solo mírame. Aunque sentía que difícilmente podría controlar sus expresiones le hizo caso y elevó su mirada haciendo contacto directo con sus ojos azules, como si se hubieran convertido en el mismísimo cielo. Rodrigo continuó moviéndose dentro y fuera de ella. O tal vez hacia arriba y abajo, a esas alturas ya no había manera de definirlo. Embestía en su interior con fuerza, certeza y majestuosidad. Lo sentía tocar sus paredes internas y hacerlas reverberar como si fuesen una campana. Cada vez se movía con más ritmo y fuerza, y mientras bailaba a su gusto en su interior se deleitaba en mirarla a los ojos, y en ver su expresión desbocada y totalmente entregada a ese momento. Ella sumida en la total enajenación jadeaba casi sin cesar. Él respiró aceleradamente y sus sonidos guturales se sumaron a los de ella. — ¡Bésame!— le imploró llevando sus manos hacia el rostro de Rodrigo, que bajó un poco su cabeza. Pero no lo hizo de inmediato. Dejó sólo su semblante cerca del de ella. Le encantaba sentir sus suspiros y sus gemidos próximos a su aliento. Se siguió moviendo con firmeza dentro de ella, entrando y saliendo, o de arriba hacia abajo, ¡como fuera! Lo hacía una y otra vez, una y otra vez... Ella sintió que por dentro se bañaba en cada embestida en su lubricación. Y por fuera su pelvis seguía rozando la parte más sensible de su sexo. Los gemidos de Amanda eran cada vez más profundos, ni ella reconocía que pudiera expresarse de esa forma. Rodrigo volvió a elevarse sobre las palmas de sus manos para hacer movimientos cada vez más acelerados que lo llevaran a la profundidad del mismo paraíso. Y mientras hacía esto, Amanda jadeaba repetidamente. Su interior se llenaba de pequeños espasmos que la sacudían de forma constante. Finalmente todo se convirtió en un hormigueo enardecido y en una explosión orgásmica sin igual que los inundó a ambos. Entonces, cuando aún estaba dentro de ella la besó ahogando su gemido final. Posteriormente se retiró de su interior y cayó rendido a su lado. Amanda pensó que estaba desfalleciendo, incluso cuando lo sintió fuera de su cuerpo. Hasta la asaltó la idea de que se había olvidado de cómo respirar. Sin embargo suspiró y reconoció que estaba viva, a pesar de que ahora podía calificar lo que había vivido como una experiencia extra corporal. Se dio cuenta de que todo su cuerpo palpitaba. Lo percibía en sus labios, en los dedos de sus manos y de sus pies y en sus senos. Su ritmo cardíaco estaba bajando pero se sentía amplificado, como si retumbara en toda su anatomía. Logró ubicarse una vez más en las circunstancias que la habían llevado hasta ese momento. Se recordó que esa era la última noche con él, que después de esto todo habría terminado. Y aunque no fuese el pensamiento más racional, se dijo que quería experimentar más de esa insania de fundirse con su cuerpo. Y bajo ese pensamiento cayo rendida por un rato, en el que perdió la noción de lo que ocurría en su exterior. *** No pasó mucho tiempo para que Rodrigo abriera los ojos y sintiera que ya había recuperado sus energías. Se alegró de que aún fuera de noche y de que todavía estuviera ahí en la habitación tendido junto a Amanda. Estaba seguro de que lo sucedido había superado toda escala de lo que habían vivido en sus encuentros sexuales previos. Y sin embargo aún no se sentía satisfecho. Recordó que después de eso ya no la volvería a tener, que debía sacar provecho de cada minuto con ella. Se levantó un momento para ir al baño y quitarse el condón. Después volvió a tumbarse a su lado para tomarse unos instantes en los que la observó dormir. Entonces llevó una de sus manos hacia su rostro y volvió a besar esos labios tersos, suaves y sensuales. Amanda suspiró al sentir nuevamente su lengua húmeda dentro de su boca, y le retribuyó acariciando también su rostro varonil. El deslizó sus labios por sus mejillas hasta llegar a su oreja y mordisquear levemente su lóbulo derecho. Su corazón se aceleró ante la expectativa de reanudar esos maravillosos juegos eróticos. Succionó uno de sus pezones, al tiempo que estimulaba el otro con sus dedos. Después su mano descendió por su abdomen vibrante y llegó nuevamente a su sexo para estimular su centro sensible. Amanda nuevamente se sintió húmeda y deliciosamente inquieta. Se excitó profundamente al sentirse blanco del comportamiento insaciable de Rodrigo. Se colocó frente a él y también le acarició su falo que comenzó a erigirse hacia ella. Nuevamente sus labios se unieron y al separarse Rodrigo dijo. — Viendo que vamos camino a una segunda ronda, me preguntaba si estás dispuesta a cambiar un poco el juego. Con la voz bajo un suspiro ella respondió: — De acuerdo, ¿qué es lo que propones? — Descuida, no es nada raro. Confía en mí. Tras decir esto se arrodilló en la cama y delicadamente la tomó de la cintura para girarla de manera que quedó boca abajo. A ella se le escapó una exclamación ante este acto inesperado. Rodrigo se aproximó por detrás a su oído y le susurró. — Tranquila, sólo relájate. Y si estás incómoda en algún momento, me detendré. A continuación colocó sus rodillas entre las de Amanda. Después la tomó de las caderas y las elevó de manera que quedó apoyada sobre sus manos. ¿Estaría por hacer lo que imaginaba? Pero curiosamente esto la sorprendió aún más, cuando reinició el estímulo en su sexo. No tardó en estar nuevamente mojada, excitada y lista para dejarse invadir por él. Sintió la erección de Rodrigo renovada entre sus piernas. Volvió a oír el casi imperceptible chasquido cuando se colocó un condón. Así fue cómo sintió una vez más que se metía en su interior. Primero lentamente, después de forma cada vez más frenética. Sostenía sus caderas mientras empujaba las suyas contra su entrepierna. Lo hizo una y otra vez, una y otra vez. Nuevamente iba y venía con ímpetu adueñándose de su interior. Sentía los gemidos y jadeos de Amanda. No podía mirarla a los ojos, pero poder escuchar sus emociones mientras la tomaba era música suficientemente bella para sus oídos. — ¿Estás bien? ¿Quieres que siga? — ¡Si, si!— dijo ella con vehemencia. Rodrigo siguió moviéndose con intensidad en su interior, mientras respirada entrecortadamente y emitía un jadeo rítmico. Mantenía un bamboleo majestuoso, vibrante y muy vigoroso. Era una pose un poco primitiva, con un gentil dominante tomando apasionadamente a su ocasional sumisa. Con cada embestida se sumergía cada vez más en ella, y se deleitaba danzando de forma incansable. El ritmo comenzó a acelerarse, mientras subía y bajaba repetidamente. Amanda percibió una nueva oleada eléctrica cuando nuevos espasmos recorrieron su abdomen. Lo sintió ir y venir, una y otra vez, una y otra vez… de forma frenética, enloquecedora y al mismo tiempo, celestial. Percibirlo así en su interior era más delicioso de lo que podía imaginar. En el tramo final Rodrigo se aceleró hasta llegar a un poderoso descontrol que los inundó de un profundo placer. Una sensación explosiva los alcanzó y los dos amantes suspiraron casi al unísono. Él se retiró delicadamente y juntos cayeron en el lecho, desarmados, rendidos y completamente extasiados. Ambos quedaron frente a frente sobre la cama, mirándose a los ojos mientras procesaban las maravillosas sensaciones que habían experimentado. Y cada uno comprendió que aun así eso no era suficiente, que volverían a unirse una vez más.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD