Yo no había visto a mi padre por un poco más de un año y el solo pensar en eso, me rompía el corazón. Quería que todo volviese a la normalidad, pero por culpa de aquellos científicos corruptos que se encargaban de la formulación y mutación de virus para apoyar a un tipo específico de político o magnate, era que debíamos pasar por ese tipo de cosas.
Luego, los mismos que habían creado y propagado el virus, se encargaban de vender la cura y así, volverse millonarios. Casos habían sucedido y a mi parecer, el del virus AAA23, sería uno de ellos.
El viaje se tornó monótono y apenas pude tocar tierra, suspiré. Sentía mis ojos pesados, pero es que no podía descansar. Aquel hombre estaba detrás de mi computador y no podía dejarle ningún espacio de tiempo para que pudiese robarlo. Aunque de igual manera, mientras cambiaba mi saco, había preferido guardar el computador en la maleta que traía conmigo.
También tenía un pequeño maletín para el computador, pero, allí había guardado algo de ropa por si algo sucedía. No podía dejar cabos sueltos.
Mientras caminaba por el aeropuerto, observé mi alrededor. Me preocupó un poco que no hubiese ningún tipo de seguridad cerca y, además, parecía que precisamente no habían llegado muchos vuelos.
Rápidamente busqué con la mirada al hombre, pero no pude encontrarlo. Eso me daba un poco de nervios, pero intentaba mostrarme calmada para que, si estaba cerca, no me reconociera.
— ¿Joy? —Escuché una voz conocida y volteé a mirar para encontrarme con Félix.
¿Cómo sabía que estaba allí?
— ¿Qué demonios? —Pregunté y fruncí el ceño, alejándome dos pasos de él.
— Tienes algo que necesito —espetó y pasó una mano por su camisa.
— No sé de qué me hablas…
— Si lo sabes…
Miré a mi derecha y descubrí al hombre del vuelo. Él lo había enviado.
Mi corazón se aceleró y pasé saliva ruidosamente.
— Tú sabes qué sucedió con Joel —gruñí, pero manteniendo mis sentidos alertas. Tampoco dejaba de mirar a mi lado.
— No sé nada de él.
— Lo sabes.
— Joy, por favor… dámelo.
Logré apreciar con el rabillo del ojo cómo se movía cuidadosamente el hombre del vuelo para estar más cerca. Así que, no esperé mucho más y comencé a correr hacia una de las salidas del aeropuerto. No pensé en cómo me podría comunicar, solamente que debía ser más rápida que ellos.
Cuando estuve cerca de la salida, pude escuchar sus pasos detrás de mí y caí en cuenta de que probablemente habría alguien más esperando a la salida para raptarme. Tenía que pensar en un plan para escapar de ellos a como diera lugar.
Sin pensarlo dos veces, corrí de vuelta a uno de los baños del aeropuerto y allí, me refugié mientras pasaba el tiempo. No creía que ellos entrarían allí, pero si fuera real, ya había metido junto a mí una escoba para defenderme de alguna manera y el gas pimienta en mi bolsillo.
Horas después, un tiempo más que prudente había pasado y no ocurrió nada. Al parecer, habían decidido dejarme en paz por ese momento.
Aunque ya sabía a lo que me enfrentaba y definitivamente, necesitaba ayuda.
***
Llevaba horas vagando por la fría y oscura ciudad. El polvo se adhería a mi ropa y cabello, y me dolían los pies por el cemento. Había salido del aeropuerto dos horas antes y ahora, ni siquiera sabía para dónde iba. Estaba buscando un hotel donde dormir un poco, pero no me ayudaba mucho no saber el idioma. Cada vez, me sentía más arrepentida, pero, trataba de tranquilizarme al pensar que todo lo hacía por Joel y su seguridad.
Vi una luz distante frente a mí y el alivio me invadió. ¡Lo logré! Por fin alguien podría ayudarme a salir del lugar desconocido en el que estaba. Pero, cuando me acerqué a la luz, me di cuenta de que también había una segunda.
Detrás de mí.
Supe por todas mis clases de habilidades de supervivencia que cuando las personas están en la naturaleza en un grupo grande, son más vulnerables cuando salen de un edificio o en un espacio abierto. Tal vez habría alguien esperando en la salida con un cuchillo o una pistola para secuestrarme.
¿Qué debía hacer? Mi adrenalina se disparó y mi corazón comenzó a golpear mi caja torácica por miedo a lo que sucedería si no tenía cuidado. Lastimosamente, no había tiempo para pensar en eso porque se estaban acercando.
Con reflejos rápidos, arrojé mi mochila hacia el patio de una casa que había junto a mí sin que se dieran cuenta y resoplé. No podía escapar. Traté de correr lo más lejos posible esperando que no hubiesen visto dónde había dejado la mochila, hasta que llegué a un callejón. Allí, estaba sentada en el suelo del callejón oscuro, escuchando como los secuestradores se acercaban.
— ¿Dónde estás? —Corearon varias voces varoniles entrando al callejón.
— Sabemos que estás aquí.
Tragué saliva y apreté los ojos. Nunca había tenido tanto miedo en mi vida. Ni siquiera sabía si eran enviados por Julián y Félix. Y esperaba que así fuera porque si eran otro tipo de secuestradores, no quería saber para qué me querían o qué podrían hacerme en un lugar cerrado y oscuro.
Observé mis manos temblar y nuevamente escuché su voz. Un poco más cerca.
— Estamos trabajando solamente. Félix es tu amigo, ¿no?
Dejé escapar el aire por mi boca e intenté calmarme algo. Si querían el computador, yo no lo tenía. Así que pensando que me dejarían en paz —como una estúpida—, salí de mi escondite y los afronté.
— No tengo el computador. Lo robaron.
Varios de los hombres levantaron las cejas, pero, el que estaba segura de que había estado hablando, sonrió de medio lado.
— Está bien. Te queremos a ti —susurró—. Ya entiendo por qué les gustaste.
— ¿Qué?
Las palabras salían como hilos de mi boca y como era de esperarse, poco tiempo después me llevaban con ellos.
No podía pensar en nada y antes de que nos fuéramos, pude obtener vagamente el número de matrícula de la camioneta. No quería arriesgarme a hacer ningún movimiento repentino, así que lo ensayé mentalmente hasta que llegamos a su destino.
Los secuestradores me llevaron por un tramo de escaleras hasta un sótano donde había varias puertas con puertas de metal que se cerraban detrás de ellos. Me llevaron a través de un pasillo y luego, a un sótano con varias habitaciones abiertas. El primero, tenía a un hombre gritando histéricamente al otro lado de la puerta. El siguiente, tenía un hombre cantando ópera en el otro lado. Cuando abrieron la puerta del tercero, me encontré de pie frente a un espejo a un lado y una anciana al otro.
En la cuarta puerta, fue dónde decidieron dejarme y cuando me empujaron dentro, corrí hacia mis captores, pero ellos dijeron con calma que esa era mi habitación y cerraron la puerta detrás de mí. Ni siquiera tenía ventanas ni ninguna otra cosa para escapar.
Caminé hacia la puerta y luego de regreso al lado de la cama y caí de rodillas, enterrando mi rostro entre mis manos mientras comenzaba a llorar ruidosamente. Algunas personas desconocidas me habían secuestrado y me habían llevado a un lugar que no estaba ni cerca de mí conocimiento.
Recordé que habían dejado todas mis cosas y saqué mi teléfono del bolsillo de mí pantalón y traté de pedir ayuda, pero decía que no había servicio a pesar de que antes de esto, tenía señal completa en las cuatro barras.
De repente, dentro de la habitación comenzó a pitar algo fuertemente como si fuera una especie de sistema de alarma que me decía que no hiciera más ruido o que quienquiera que fueran me atraparían.
Miré alrededor de la habitación con cautela buscando una salida y vi una luz tenue que venía de una pequeña abertura en una pared. Avancé poco a poco hacia él. La siguiente cosa que supe, era que habían apagado por completo la luz.
La habitación estaba completamente a oscuras, no podía ver nada. Sentí las paredes a mi alrededor, estaban heladas. Tenía que escapar. Metódicamente busqué la puerta mientras tocaba toda la habitación, pero, ilógicamente no podía encontrar nada.
Luego, vi nuevamente un rayo de luz que venía de debajo de la puerta y escuché que alguien pasaba por el pasillo para luego, cerrar una puerta de golpe.
Rápidamente logré encontrar la puerta de la habitación, agarré la manija y la bajé, pero no se abría, así que comencé a golpearla y a gritar pidiendo ayuda.
— ¡Ayuda, ayuda!
— ¿Hola?
— ¡Estoy aquí! ¡Por favor ayúdenme!
— Nadie te va a rescatar excepto tú mismo. —Hablaron y escuche los pasos alejarse.
¿Qué había sido eso? ¿Cómo podía rescatarme yo sola? Ni siquiera había tomado completas mis clases de defensa personal.
Mi cuerpo se sentía pesado mientras continuaba en el suelo. Allí, esperaba a que alguien pasara para pedir algo de ayuda o que me llevaran con la persona que me había llevado hasta aquel lugar. No había probado bocado y estaba tan cansada por el vuelo y el trajín, que no respondía con mis cinco sentidos.
Todo era tan injusto. Solamente quería saber dónde estaba mi esposo y llevarlo conmigo. No podía aceptar la idea de que algo podía haberle pasado. Es que tampoco podía creer que había sido secuestrada por un grupo de desconocidos enviados por Félix que me llevaron a un almacén abandonado.
Uno de los secuestradores, una mujer, me trajo algo de comida a mi habitación. Después de comer la comida, noté que sabía muy bien, cosa que intuí que podía haber sido porque llevaba bastante sin probar bocado. También me di cuenta de que ella no me traía agua y mi garganta se sentía demasiado seca.
— ¿Puedo tomar algo? —Le pregunté antes de que dejara la habitación.
— No es posible, debemos hacerte unas pruebas. Mañana podrás.
Al día siguiente, comencé a notar que los secuestradores parecían estar actuando de manera extraña. No respondían ninguna pregunta, sino que simplemente me miraban con expresiones en blanco. Aunque parecían mucho más hostiles que ayer, todavía me sentía extrañamente segura en mi habitación. Me estaba sintiendo bien y esperando la próxima comida cuando se abrió la puerta y entraron para llevarse mi bandeja sin explicar por qué lo estaban haciendo.
En ese punto, comencé a entrar en pánico porque sabía que definitivamente algo estaba pasando. Naturalmente, ser secuestrado era bastante inquietante, pero no saber qué estaba pasando solo hizo que todo fuera mucho peor para mí.