29
— No lo conozco y ya lo odio —Robert bufó.
— ¿Qué podría significar todo esto?
— Claramente tu esposo se quedó porque lo amenazaron.
Solté un suspiro y asentí.
Al final todo había sido como lo habíamos pensado. Julián sabía todo y solo se estaba haciendo pasar por idiota para que nosotros no continuáramos interrogándolo. Y la respuesta eran esos correos.
— Bueno… ¿y ahora?
Volteé a mirar a Robert y traté de darle una sonrisa, pero observé cómo varios hombres venían hacia nosotros y abrí los ojos asustada. Pero era demasiado tarde.
Pusieron un pañuelo en mi boca y fue en cuestión de segundos cuando dejé de sentir y saber lo que estaba sucediendo. Me habían drogado de la misma manera cruelmente y solo podía maldecir en mis adentros, antes de caer profundamente dormida.
Comencé a sentir cómo la maleta comenzaba a vibrar haciendo que mi cuerpo se despertara medianamente. Podía sentir como lentamente me llevaban en un vehículo, pero mi cuerpo se sentía tan cansado que no podía ni siquiera parpadear. Estaba en un estado que hacía que fuese difícil para mí el solo hecho de moverme.
No sabía si mi computador había vibrado de esa manera para ayudarme a levantar o si por el contrario, había sido solamente mi imaginación y nada había pasado de la manera que había creído.
— Ro…Robert… —Susurré esperando poder escucharlo, pero nada sucedía.
Me asusté al no escucharlo junto a mí y me cuestioné en qué lugar le habían dejado o si lo estaban llevando en un auto diferente al que estaba yo. Mi mente comenzó a trabajar rápidamente, pero, nuevamente mi computador vibró y de alguna manera, me tranquilicé. Aunque sea la IA todavía estaba conmigo.
Traté de parpadear, pero se me complicaba demasiado. Hasta que después de varios intentos, pude hacerlo. Efectivamente era un vehículo, pero era algo más. Era una van. Todo estaba algo oscuro y tomé mis cosas junto al computador que se encontraba tirada a un lado, pero, allí no estaba la USB.
— Mierda, ¿y la IA?
Fue la primera pregunta que llegó a mi mente, pero el computador comenzó a vibrar y lo abrí para saber si me quería decir algo.
La pantalla estaba completamente apagada y unas pequeñas letras la adornaban en color verde.
Creen que estoy en la USB. Toda mi información está aquí.
Abrí los ojos y parpadeé frenéticamente al comenzar a sentir aún más fuerza recorrer mi cuerpo. Ellos me habían drogado pero tal vez, no habían usado la cantidad necesaria para que estuviera dormida todo el viaje.
Cerré el computador y lo guardé en mi maleta para después mirar al otro lado de donde me encontraba. Allí yacía Robert sin mostrar ningún signo de querer despertarse y me acerqué para intentar ayudarlo.
— Robert… Robert…
Moví su cuerpo con fuerza, pero nada que respondía.
Con el pasar de los minutos me preocupaba por su salud y porque estábamos cada vez más cerca del lugar donde nos querían llevar.
— Robert, por favor —murmuré y toqué su abdomen, sintiendo algo mojado.
Miré mi mano y me encontré con una mancha de sangre en ella. Lo habían herido.
¿Acaso… estaba muerto?
El solo pensamiento hizo que las lágrimas cayeran por mis mejillas y comencé a moverlo con más fuerza. No podía ser cierto. ¿Qué había sucedido para que él estuviera en ese estado?
Intenté sentir el pulso en su muñeca y luego escuchar su corazón, pero nada sucedía. No podía obtener ningún tipo de respuesta de su parte y aquello me dejó junto a él, derrotada.
Escondí mi cabeza entre mis piernas y continué sollozando. ¿Cómo podían alejarlo de mi lado cuando él no le había hecho nada a nadie? Cuando él solamente había estado ayudarme a encontrar a Joel y saber lo que había sucedido con su esposa y bebé.
Era culpa mía. Porque si yo no lo hubiese buscado, todo hubiera sido diferente. Tal vez yo sería la que estuviera en su posición y él estaría bien. Vivo.
La van se detuvo repentinamente y me puse la maleta para que no se llevaran el computador lejos de mi cuerpo. No tenía mucho tiempo si debía escapar y aunque me doliera el corazón, debía dejar el cuerpo de Robert allí, puesto que podría hacer que me alcanzan mucho más rápido.
Pude escuchar algunas veces desde fuera del vehículo hablar y me mantuve callada por si llegaba a tener algo más de información.
— ¿Llegamos?
— Eso parece.
— Joder —uno de los hombres musitó y golpeó una puerta con fuerza, haciendo que me sobresaltara—. Ellos no nos quieren pagar por los trabajos que les hemos hecho últimamente.
— Dijeron que después de este trabajito.
— Nada, nos van a matar. Yo lo sé, Jacob.
— No lo harán.
Pasaron a susurrar algunas cosas y luego se callaron, yendo directamente a la puerta del lugar donde me encontraba yo. Sentí mi corazón retumbar en mis oídos y tragué saliva sacando el arma improvisada que teníamos con Robert. Ellos no me llevarían a ningún lado. Por el contrario, yo me encargaría de salir y reconocer el lugar donde me estaba llevando.
La puerta se abrió de par en par y me abalancé hacia uno de los hombres e inserté la pequeña “navaja” en su pecho, sintiéndolo gruñir.
— ¡Idiota!
Caí al suelo y miré al otro hombre que para mi sorpresa, se quedó quieto en su lugar mientras su compañero comenzaba a desangrarse a su lado.
— ¡Haz algo! —El herido le gritó a la otra persona y éste, no dejó de observarme.
— No. Te lo dije. Nos van a matar.
— No- no…
— Y yo no pienso perder la vida por esos idiotas.
Mi respiración se entrecortó y me levanté con rapidez, poniendo el arma frente a mi cuerpo.
— No- —tragué saliva—, no se mueva.
— No haré nada —el hombre sonrió de medio lado—. La villa está a un kilometro de aquí. Continúa por este camino y podrás llegar.
Antes de que pudiese responder algo, una pequeña manilla en su muñeca comenzó a sonar y decidí correr lejos de su cuerpo al darme cuenta de lo que se trataba.
Era una bomba.
El hombre abrió los ojos y alcancé a alejarme lo suficiente, antes de que todo saliera volando junto a él y la van. Hasta Robert.
Apreté los ojos intentado imaginarme otra situación, pero la onda explosiva me llegó consigo por algunos metros en el aire, dejándome tirada en la mitad de la carretera, sin poderme mover.
— Mhm —me quejé y tragué saliva. No podía moverme mucho, pero tampoco sentía que me hubiese roto alguna parte del cuerpo.
No se escuchaba ruido a mi alrededor, solamente podía ver por el rabillo del ojo cómo el fuego consumía todo lo que estaba a su alrededor y supe que debía moverme con rapidez si no quería que me alcanzara. Debía tener cuidado y ser precavida entendiendo que solamente era yo ahora.
Ya no estaba Robert a mi lado.
Pero, mientras me levantaba, estaba segura de lo que haría para conmemorar su memoria: Encontrar a Chloe y a su bebé.
Era lo único que podría hacer que él descansara en paz y yo lo sabía. Él había tenido que pasar por unos momentos muy difíciles y yo debía ayudarlo aún así no estuviera a mi lado. Claro que mientras estuvo conmigo le había brindado todo lo que había podido y necesitaba, pero de igual manera, pude haber hecho mucho más y eso era lo que iba a suceder en ese momento.
Miré nuevamente la van y limpié mi rostro. Esperaba que la maleta en mi espalda estuviera en buenas condiciones y que el computador todavía funcionara y se encontrara bien.
Decidí creer lo que decía aquel hombre puesto que si ellos habían decidido asesinarlo de esa manera, podía ser porque él había dado información confidencial. Pero, antes de comenzar mi travesía, decidí que lo mejor era tomar otra ruta para que no pudiesen encontrarme con facilidad. Si ellos habían estado escuchando todo lo que habían hablado, entonces sabrían que él me había dicho que siguiera aquella ruta y que encontraría rápidamente la villa.
Mis pies se dirigieron hacia un lado de la carretera y abrí la maleta para revisar el computador. A mi parecer, todo se veía en buenas condiciones, pero no quería perder mucho tiempo. Necesitaba moverme con rapidez y buscar buenos lugares donde esconderme.
El camino era algo frondoso y la hierba estaba bastante crecida. Podía moverme con tranquilidad, pero si debía estar alerta de encontrar algún tipo de animal y que me picara o atacara. Me alejé cada vez más de la carretera y luego, comencé a dejar algunas pruebas en los árboles que me cruzaba para saber por dónde debía volver si era necesario.
Eran algunas ralladuras que no eran visibles para una persona pero para mí, que era quien las había dejado, sí.