Fiesta de presentación.
El jefe de la manada y nuestra luna estaban en la puerta recibiendo a los invitados. La bruja me miró de arriba a abajo con una sonrisa sarcástica, mientras que el jefe Bruce era amable con todos, especialmente con aquellos que ingresaban solos.
— ¿Que la diosa luna te favorezca esta noche Lily, has crecido mucho desde la última vez que te vi, estás hermosa. Disfruta de la velada —dijo el alfa con gentileza, mostrando una sonrisa que todos apreciaban. La bruja simplemente desvió la mirada, como si fuera yo una bolsa de basura. ¡PERRA!
— Muchas gracias, jefe Bruce. Me da gusto verlo también después de tanto tiempo. Cuando quiera puede ir a visitarnos a la parte menos cuidada de la manada —respondí, sin poder evitar soltar mi veneno en contra de nuestra luna—. Mi padre estará feliz de recibirlo.
La luna de la manada frunció el ceño ante mi comentario, pero continué con mi educada fachada.
— Oh, extraño los estofados de conejo de tu padre. Si preparan uno pronto, los visitaré —intervino otro invitado.
— Justamente mañana para el almuerzo mi padre preparará su estofado tan conocido de conejo. Hoy es mi cumpleaños, jefe, y no pudimos festejar por el evento de hoy, pero queda cordialmente invitado a nuestro humilde hogar —añadí, ofreciendo una sonrisa sincera al jefe Bruce.
— Ahí estaré, Lily. Gracias por la invitación —respondió él, aceptando con gratitud.
El salón principal estaba decorado finamente, las flores, las mesas y la vajilla eran de máxima calidad. Diablos, el valor de esto podría darle mejoras al hospital público, al orfanato y hasta al área de recreación pública. Todo aquí dentro gritaba dinero.
Unos pasos más adelante de donde me había detenido a ver todo lo que había aquí dentro, me encontré con unos amigos; ellos, al verme, no me reconocieron. Sonreí modesta y me acerqué a ellos, justo delante de una mesa con bocadillos y delicias. Un chico que no conocía me ofreció una copa de champagne. Tomé una copa de la bandeja y él se retiró. Pasamos el rato esperando que el último invitado entrara por las puertas principales y luego fuimos distribuidos a nuestras mesas. Lamentablemente, mi mejor amiga no asistió a esta fiesta; ella cumple 18 en cuatro meses. Maldita mala suerte. Al menos Javier estaba en la misma mesa que yo; era el ratón de biblioteca de la universidad, era tímido y casi no hablaba, pero me alegró ver una cara conocida en nuestra mesa.
Todos estaban en sus lugares y la multitud estaba algo ansiosa. La mayoría de ellos eran adultos; los de clase alta sonreían, ni hablar de las chicas, estaban adornadas como pavos reales, cargadas de brillo y joyas, se veían asquerosamente ricas, y ridículas. La bruja sonreía mientras caminaba sobre el gran escenario al fondo del enorme salón; luego de saludar a todos con su falsa sonrisa, nos pidió a todas las jóvenes de 18 años que hiciéramos una fila para comenzar con la presentación. Si antes estaba nerviosa, ahora lo estoy mucho peor. Éramos más de 60 chicas, eso quiere decir que esto será muy largo de soportar. Mis pies lo lamentarían más tarde, pero no les demostraré dolor ni incomodidad a ninguno de los presentes.
Obviamente las que estaban adelante eran las chicas ricas y bellas, las huecas. Tic, tic, tic, se escuchaban sus tacones y la mayoría hacía el esfuerzo por no caer; otras, por el cansancio de estar paradas con terribles y matadores tacones, caminaban como si sus piernas se estuvieran por quebrar. Mientras esperaba, veía a muchas chicas ser reclamadas y otras se fueron llorando por ser rechazadas por sus parejas destinadas. Un chico rico no tomaría a una chica de clase social media, y mucho menos a una de clase baja.
Era muy triste verlas arrodilladas por el dolor. Dicen que cuando el lazo que los une se rompe, la persona rechazada sufre un dolor indescriptible; era muy doloroso. La diosa luna no permita que mi destinado sea uno de esos niñitos de mamita, o yo misma lo rechazaré antes de que él lo haga. A mí ningún estúpido me rechaza.
Gracias a la diosa, 7 chicas estaban delante de mí dejándome como última en la fila. De repente, las puertas se abrieron; un chico muy guapo caminó hacia el escenario con una mirada que daba miedo, el estirado mayor había llegado. Los adultos se pusieron de pie y aplaudieron su entrada. Sentí un aroma a pino y a manzanas verdes. Cuando caminó cerca de mí se detuvo mirándome, inexpresivo. Me miró de arriba a abajo y hizo una mueca de... ¿aprobación? Fueron escasos tres segundos y continuó su andar. Ese lobo huele muy bien, es embriagador. La luna de la manada le abrió sus brazos para recibir a su hijo, y miraba a su hijo con mucho amor. Después de mirar en dirección a la puerta, ella le preguntó a su hijo algo al oído. El chico solo se encogió de hombros y por una centésima de segundo, la bruja frunció el ceño, estaba molesta.
— Démosle una cálida bienvenida a mi hijo James, el futuro alfa de la manada. Estudio y entreno junto a su hermano en la academia para futuros alfas. Dave, está por llegar en cualquier momento —miró a su pequeño estirado hijo—, puedes reunirte con tu padre en nuestra mesa.
James Black Wolff, el mayor de los gemelos fue el primero en llegar, su gemelo aún no había llegado y por lo que se vio en la cara de la bruja, el muy pendejo no tiene intenciones de venir. Suertudo de mierda, ya quisiera yo ausentarme de esta porquería de fiesta.
Las chicas delante de mí avanzaban; afortunadamente, todas fueron aceptadas por su pareja destinada. Y por último, quedé yo. Ya estaba cansada, me dolían los pies y tenía sueño. Al ser llamada, di un paso adelante; ese aroma tan conocido volvió a mis fosas nasales, una gran habilidad la de nuestra especie y una desgracia a la vez, tener un gran olfato. Ese aroma era el del lobo del bosque, nada comparado con el del estirado que llegó hace unos minutos. Este es más intenso y me estaba volviendo loca.
__ Acércate, Liliam Williams. Eres la última y luego podemos comenzar con la fiesta. — llamó a mi persona como si estuviera harta de verme ahí parada. Ya no sabía cómo demonios pararme, me dolían los pies y los bostezos ya eran imposibles de ocultar. Perra!
Mis pies parecían plomizos, arrastrándose con cada paso mientras intentaba mantener la compostura. Cada llamado a mi nombre resonaba en mi mente como un eco incesante, recordándome mi posición al final de la fila. La espera se hacía interminable, y mi impaciencia se mezclaba con una creciente incomodidad. ¿Por qué tenía que ser siempre la última? ¿Por qué no podía simplemente avanzar y dejar atrás este espectáculo humillante?
Caminé con pasos forzados, tratando de mantener la calma ante la mirada expectante de los presentes. A pesar de mis esfuerzos, cada músculo de mi cuerpo anhelaba desesperadamente liberarse de esta farsa. Me sentía atrapada en un vórtice de formalidades y protocolos que me empujaban hacia un abismo de ansiedad.
La puerta se abrió una vez más, pero apenas lo noté entre el torbellino de pensamientos que me invadían. Oculté un pequeño bostezo detrás de mi mano, esperando que nadie lo notara entre el bullicio de la celebración. Una mano cálida se posó en mi brazo, sacándome momentáneamente de mi ensimismamiento. Era el clon de James, con su sonrisa característica y sus ojos brillantes que parecían contener un universo de secretos.
Nos miramos fijamente, como si tratáramos de descifrar los misterios que se escondían detrás de nuestras miradas. En un susurro apenas audible, pronunció unas palabras que resonaron en lo más profundo de mi ser.
— Hola, lobita blanca.
Su voz era como un eco lejano en medio del caos que me rodeaba, pero cada palabra resonaba con una claridad inesperada. En ese breve momento de intimidad, me sentí transportada a otro mundo, lejos de la pompa y el protocolo de la fiesta. Era como si solo existiéramos él y yo, perdidos en un universo paralelo donde las reglas y las expectativas no tenían cabida.
Por un instante, me permití sumergirme en esa conexión fugaz, dejando de lado las preocupaciones y las presiones que pesaban sobre mis hombros. En los ojos de aquel joven, vislumbré un destello de complicidad que encendió una chispa de esperanza en lo más profundo de mi ser. Quién sabe, tal vez esta noche, entre el brillo de las estrellas y el resplandor de la luna, encontraría algo más que una simple celebración.