La comida aquí era súper rara, me dieron un plato gigante de arroz y un poco de pollo.
Comí solo, solo yo y mis pensamientos. El celular lo había dejado en casa, porque a final de cuentas, nadie se molestaría por saber cómo estaba.
Muchas personas me habían dicho que el centro de Bogotá era genial, pero peligroso, así que dudé si debía ir o no, pero qué más daba. Solo tenía un poco de dinero, y nada más.
Todo ese día caminé así, sola y con ganas de que todo se me olvidará.
Hacía unos días, había hablado con una enfermera del hospital, ella era un poco amargada y odiaba a todo mundo, pero me enseñó algo inteligente, ella me dijo que si tuviera la oportunidad de ir a otro país a comenzar de cero lo haría. Al preguntarle la razón, me dijo que era porque ahí nadie te conocía, no tenías porqué cumplir con lo que se esperaba o no de ti, no había necesidad de preocuparse por otros y había menos dolor. Sola.
Me gustaba su punto de vista, pero la realidad es que los seres humanos no estamos hechos para la soledad, o al menos yo no creía estar hecha para estar a solas.
Amaba demasiado a Abril y la idea de no tenerla cerca me mataba, ni siquiera poderle escribir ¿Cómo era que esa chica podía asegurar que era era lo más cool del mundo?
No lo entendía.
Caminé todo el día, los pies me dolían y estaba ya bastante cansada, física y mentalmente.
Volví a eso de las 7 a la habitación del hospital. Lo primero que quería hacer era tirarme en la cama y hablar con Abril, pero mi mente me lo prohibió.
Preparé mi ropa, lo que necesitaba y me acosté a dormir, solo eran quizás las 8 pero hacía un par de horas que todo afuera estaba oscuro ya.
Tuve una pesadilla horrible y me desperté bañada en sudor, lo cual tenía poco sentido si considerábamos que estábamos a unos 10 grados de temperatura.
Eran las 6 a.m. de cualquier forma, era hora de comenzar a moverme si quería llegar a tiempo al hospital.
Me maquillé lo más sencillo que pude, comí unas galletas que me regalaron en el avión y salí camino al hospital, que increíblemente, estaba solo atravesando la avenida.
Llegué a tiempo; más que a tiempo, diría yo. Busqué en las oficinas de enseñanza y me dieron información para comenzar. Tenía una pequeña reunión para hablarnos de cosas aburridas, reglamento, horarios y algunas cosas de logística.
Había muchos residentes y todos de lugares diferentes, aunque no demasiado lejos, gringos y peruanos; los demás eran entre ecuatorianos, bolivianos, brasileños y algunos otros más.
Era extraño, todos tenían acentos diferentes y palabras que no entendía. Pero era interesante.
Nos dieron alguna información básica sobre lo que pasaría y salimos a nuestras respectivas rotaciones. En mi servicio, había otra residente, con quien compartiría las guardias.
Ella se llamaba Michel, era chilena y era muy buena onda, quizás las guardias serían menos aburridas con una personalidad tan extrovertida.
Pero, de cualquier manera, estaba cansada y tenía al menos 36 horas más para estar acá.
Era relativamente sencillo, son cosas que uno aprende con sus muchos años previos de estudio.
Quizás lo único a lo que nunca me acostumbrare era al hecho de no poder dormir bien durante las noches.
Salí de la guardia y lo primero que hice fue revisar mis mensajes, se supone que no estaba permitido, pero me volvía loca no saber qué pasaba. Encontré un mensaje de Abril.
"Oh, bueno, será peor de lo que pensaba... pero que bueno que llegaste bien, tranquila se que estarás en otras cosas. Espero que todo te vaya bien, nos leemos el martes. Te amo"
Esta chica valía su peso en oro.
"Lo siento, pero recuerda que te quiero"
No sabía qué más responder.
Me dolía no poder estar ahí.