Ivania se acomodó a su nueva rutina con facilidad. En las mañanas dejaba a Antonella con la señora Laura, iba a su trabajo en la panadería y regresaba en la noche por la bebé para devolverse a la casa de Ximena, que la esperaba con una cena deliciosa. Los fines de semana trabajaba con Jaime, que por lo general iba acompañado con Carolina y cuando Ivania completó las treinta horas de entrenamiento, empezó a alternarse con Jaime, con Carolina o algún otro chico. —Hice cuentas —dijo Ivania a la señora Laura, mientras recogía a Antonella—, y puedo aplicar a un crédito para estudiar, como tenía planeado. La señora Laura miró a Ivania con un brillo en sus ojos. —¿Por qué no te quedas a cenar y me cuentas? Ivania sintió que se lo debía a la señora Laura. —Muy bien, gracias, me encantarí