Con osadía y descaro palmeo el hombro de Nicolas. Más que una, me va a deber unas cuántas. —No necesito que pagues mi fianza. ¿Ah no? Con arrogancia lo miro de arriba hacia abajo. —¿Seguro? ¿No oíste bien lo que acabo de decirte? —agarro mi maletín y me acerco a él lo suficiente como para ponerlo nervioso. Ya me di cuenta cuando me senté a su lado hace un rato. Mi presencia lo pone nervioso y eso es algo que pienso utilizar a mi favor de ahora en más. —Lo escuché bien. Pero me las rebuscaré para pagarla yo mismo. —¿En serio? —suelto una carcajada—. ¿Y cómo dentro de cuándo piensas pagarla? —vuelvo a reír. La verdad es que su orgullo más que fastidio, me genera diversión—. ¿Luego de que pase el juicio? Para ese entonces habrás estado un buen tiempo en la estación policial —lo