Sábado. Llegó el sábado más rápido de lo que esperaba. ¿No les sucede que cuando desean que el día que odian no llegue jamás, es cuándo más rápido llega? Me encomendé a los santos para que las horas pasaran lentamente y mis rezos no llegaron ni a oídos de la vecina de piso. Es sábado y estoy tan nerviosa que me dan ganas de masticarme las uñas. Si no fuera porque las tengo sumergidas en líquido humectante, ahora mismo estaría devorándomelas. Maldito sábado. Golpeteo los pies contra el soporte de la silla giratoria. Los tengo llenos de algodón. Algodón entre los dedos, en mis talones y pegado en las plantas. —Entonces, beba, ¿hacemos un buen corte? Levanto la vista y lo miro como para matarlo. —Darien... Te dije que sólo las puntas. Mi estilista, que sujeta las tijeras y