Me empuja. Tengo las manos en su nuca, así que lo traigo conmigo cuando mi espalda choca contra la pared de la suite que acaba de pedir en recepción. Me besa con desespero. Su barba roza mi cara, sus labios me devoran. Tomo aire cuando sus lamidas en mi cuello me dan respiro. Acuna mi rostro con una mano. Estamos tan cerca uno del otro que su aliento y el mío son uno solo. Su lengua repasa la forma de mis labios y vuelve a besarme. Despacio, pero sin dudar. Con suavidad pero a la vez dominando. Se separa de mí. Una sonrisa lobuna aparece en su cara. Nuestras miradas se funden. Miradas hambrientas, deseosas y ardientes. —Esta noche, no te la vas a olvidar nunca —la forma de decirlo me estremece. Vengo con tensión y ganas reprimidas desde el bar. Mi orgasmo tuvo sabor a poco. M