Mi novio payaso

Vida de dos.

Parte 1.

Su mano se encuentra sobre el pecho de Oliver encontrándose dormidos en la cama, medio despierta ella al dar la vuelta y alzar un poco la sabana que la cubre, al ser que está desnuda.

Karina solo se sienta un momento, al voltear y ver que Oliver sigue dormido, ella se levanta aun desnuda al correr rápido hacia su armario, antes nota la sudadera de él que toma enseguida y se la pone al entrar al baño.

No tarda mucho en despertar Oliver, al estirar el brazo con la idea de abrazar a Karina, dándose cuenta que ella no está en la cama, aunque la busca moviendo la mano, hasta que despierta abriendo los ojos y decir:

—Karina, Karina, Karin…

Oliver la llama y tener respuesta, él igual se encuentra desnudo al ser que anoche tuvieron una noche de romance, enseguida se levanta tomando la sabana y acomodándosela, para poder atarla a su la cintura, camina por la habitación.

Ella se encuentra bañándose, está mañana bajo la regadera al pensar sobre anoche, al sonreír de solo pensarlo.

—Karina.

—Buenos días. —saluda al abrir un poco la puerta, y asomarse viendo con sorpresa que viene con la sudadera puesta a la mitad de él, a lo que sonríe.

—Buen día nena. —dice al comenzar a decir cosas tiernas, agregando que está listo para bañarse.

—Claro porque no entras. —responde ella.

A lo que ambos sonríen, él entra es como se encuentran bañándose juntos, cuando se escucha sonar el teléfono.

—¿Qué hora es? —pregunta Karina.

Él niega con la cabeza.

—No lo sé, espera a dónde vas.

—Voy a contestar el teléfono.

Karina sale rápido de la bañera, al tomar la tolla y enrollarse en ella saliendo, a lo que Oliver se termina de bañar, ella corre a contestar:

—Bueno ¿Quién?

—Buenos días ¿Karina?

Karina reconoce la voz de Lizbeth, mira la hora por un momento y dice:

—Liz.

—Si Karina.

—Buenos días Lizbeth ya voy para allá.

—Todavía no llegas al trabajo.

—No es que hay tráfico.

—Está bien solo ve con cuidado, es que acaba de llegar el jefe.

—Jefe dices.

—Sí, no te acuerdas que la señora Inés nos dijo que habría un nuevo jefe.

—Cierto lo había olvidado, bueno llego en un ratito. —dice ella al colgar y empezar a ponerse la ropa algo rápido.

—¿Quién era? —pregunta Oliver con la toalla sujeta a la cintura.

—Lizbeth, debo irme ahora o llegare tarde, es muy importante. —dice terminando de ponerse sus zapatos, para después peinar su cabello.

—Deja y termino para irte a dejar al trabajo.

—No creo me iré en la motoneta, y tú puedes tomar el jeep. —lo dice tranquila al salir.

Oliver se apresura para salir del cuarto y alcanzarla.

—Pero no desayunaste.

—Me llevare esta granola y una manzana.

—Deja que te corte la manzana.

Lo piensa por un minuto al negar y despedirse en ese momento.

—Nos vemos al rato, vale, adiós te amo.

No muy convencido de que ella se vaya así, solo responde:

—Igual te amo.

Y solo escucha cerrarse la puerta, en cambio se apresura al estar en el ascensor a que baje, está comiendo la barra de granola, aunque hay algunas personas con ella ahí.

En eso se detiene abriendo sus puertas, a lo que sale, algunos suben a sus autos y ella a su motoneta saliendo, dirigiéndose al trabajo, tomando atajos de calles más fáciles hasta llegar.

—Perdón ya estoy aquí.

—Qué bueno que hayas llegado, lo bueno es que él aún no se presenta. —le dice su compañera al verla.

—¿El? —pregunta.

—Si.

Todos se encontraban, aun no abrían el lugar, un hombre alto que a ella le pareció ser que seguramente le gusta los deportes, siendo que se ve atlético, de tal vez más bien segura que debe jugar basquetbol.

—Buenos días, no les quitare mucho tiempo, me llamo Cesar Binas el dueño de castillo binas, y con esto cambios será llamado cada uno a mi oficina, es todo, comencemos a trabajar.

Después de que él se retiró los murmullos y cuchicheos comenzaron a escucharse, entre todos la subjefa ordeno diciendo:

—Vuelvan a su trabajo.

Al ver que todos sin dejar de hablar, a lo que Karina con Lizbeth escuchan algunos de esos comentarios de otros compañeros.

—Te aseguro que hará corte de personal. —dijo una de ellas.

Mientras otro decía:

—No lo creo, tal vez mande algunos al otro local que se encuentran en la plaza de Escutia. —menciona el chico.

—Espero que a mí. —dice una de ellas.

Lizbeth como Karina solo escuchan, no dicen ni hablan del tema, ellas tienen sus propios presentimientos de lo que el sujeto piensa hacer, aunque no estaría mal trabajar en la plaza de Escutia, cuando escuchan decir a Toña.

—Y el imbécil solo vino a eso, a despedirnos o según a enviarnos a la nueva sucursal en la plaza.

Todos callan sin decir más y se separan, yendo a sus respectivos puestos, al solo mover los ojos Karina al verlos.

—Bueno, es la primera vez que conoces al jefe Cesar.

—Creía que la señora Grecia era la jefa.

Niega con la cabeza Lizbeth.

—Bueno lo que estoy por decir, solo lo sé yo, el jefe es su padre, el señor Hugo Binas que casi no viene mucho, pero en ocasiones viene Cesar y se por buena fuente, que le abrió en esa plaza que mencionan los otros, otra sala de juegos y que pidió Cesar elegir a algunos de aquí, para que estén haya.

—Crees en ser elegida o quedarte aquí.

—No tengo idea y sobre llamar imbécil al jefe, es porque seguro que no ha obtenido el empleo de Grecia, o tal vez sean ciertos los rumores.

—Rumores dices, que clase de rumores.

—Bueno según se de lo que he sabido, que ella tuvo una relación romántica con él, que no duro mucho y que tal vez iban a llegar al matrimonio.

—Cómo crees.

—Eso dicen, quién sabe si sea cierto.

Karina voltea por un momento a mirar hacia donde estaba Antonia, una chica de cabello largo y color azabache, con jeans de mezclilla, con la playera de color azul que atrás dice Toña y las letras del castillo binas, no podría creer en ese rumor que acaba de escuchar.

Oliver se encontraba bajando del elevador, para ir a su jeep e ir al trabajo, donde llego enseguida, saludando a algunos de sus compañeros al ser que llego el carro, con nuevas telas que entre varios como él cargaron.

—Oliver, Homero quiere verte en su oficina.

—Está bien, ya voy para allá. —contesto él.

Oliver acabo de acomodar las demás cosas que habían llegado del camión, a lo que decide ir a la oficina, toca en ese momento.

—Adelante.

Escucha él a lo que abre la puerta y entra, cerrando detrás de él la puerta.

—Buenos días Homero.

—Buenos días Oliver, te invito a sentarte, gracias por venir.

—Gracias.

—Necesito hablar contigo.

—Claro dime.

—Ayer tu padre se contactó conmigo.

—Ok que es lo que te dijo.

—Vendrá al negocio, quiere ver cómo va, imagino que cree que tú te encuentras trabajando aquí.

Oliver mueve solo la cabeza al decir:

—Eso creo, gracias por estar aquí, como sabes preferí darte ser mi subjefe.

—Piensas mañana no venir.

—Ver a mi padre es complicado, no quisiera que el ambiente se complique si él y yo llegamos a pelear.

—Yo solo te puedo decir que lo que decidas lo respetare, si quieres o no quieres estar aquí mañana.

—Gracias perdón, pero debo pensarlo.

Homero solo movió la cabeza de acuerdo a lo que él le decía.

—Bueno piénsalo, aunque como sabes no tienes mucho tiempo, debes decidirlo.

Él asiente, de ahí pasaron a hablar del negocio sobre los nuevos pedidos y como va yendo las cosas muy bien, al preguntar Oliver.

—Y mi hermano Oscar te ha contactado.

—Para nada, no he visto a tu hermano, menos hablado con él.

—Bueno.

—Quieres que lo busque.

—No, es más fácil que él me encuentre. —dice al sonreír.

Cada compañero de Karina era llamado por Grecia, para ir a la oficina donde se encontraba Cesar, el hijo del dueño, ella no esperaba mucho, si acaso la cambiaban hacia la plaza o tal vez ser despedida.

—Ya han ido varios.

—Te han dicho algo Liz. —le dice ella.

—Nada, solo regresan al trabajo, tal vez nos comenten algo en a la hora de la comida.

—Tal vez. —responde Karina.

Al ver que unos jóvenes se acercan dónde está ella, para recibir sus respectivos premios, al encontrarse atendiéndolos tanto Lizbeth y ella.

—A ver si hoy o mañana te toque.

—Mañana dices Liz.

—Si eso, parece que esto llevara hoy y mañana.

A lo que solo mueve la cabeza, aun con eso Grecia seguía llamando a los demás que faltaban.