Damaris Gleddman. —Señorita Gleddman, está servido su coñac. —me avisa el mayordomo de nuestra casa. —Gracias Marvin— respondo viendo concentrada una película echada en el mueble a piernas cruzadas. —¡Damaris! — escucho la voz fastidiosa de mi madre—cuantas veces tengo que decirte que no hagas este tipo de cosas aquí, en cualquier momento puedo venir con mis amigas y van a verte en esa posición y peor vestida con esos trapos. —¿Madre no puedo estar tranquila tan solo un día? Y estos trapos que dices es mi ropa, y ya te dije como milésima vez que dejes de menospreciar como me visto. —¿Acaso no te das cuenta, que por ello Mártin Brown nunca te hizo caso, y que tu supuesto “gran novio”, Louis, el hombre que prometió casarse contigo, te abandonó por tu estupidez de vestirte de esta forma?