Cindy Green.
La puerta vuelve a ser golpeada por enésima vez, mientras que los gritos de Gina siguen aumentando. Aprieto mis manos sobre mis orejas, intentando que el molesto estruendo se apacigüe, pero no funciona. La cabeza me da vueltas por la fuerte resaca, y la panza me gruñe del hambre.
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De un salto salgo del calor de mi cama, tirando las mantas al suelo que de por sí ya está bastante descuidado. Envoltorios de comida y golosinas, junto con mudas de ropa sucia, cubren el suelo de madera de mi departamento. Me llevo por delante una lata de refresco antes de llegar a abrir la puerta de sopetón, haciendo trastabillar a la rubia esbelta que tengo frente a mí.
–Oh, ¿estabas ahí? No te escuché – sonrío con burla cuando la veo poner los ojos en blanco, empujándome con su hombro al i
