Esa misma noche escribieron un nuevo mensaje para el portal web que les asignó el instituto.
Se buscan miembros para el club Veritas Nuda. ¿Creés que tu pareja te engaña con alguien? ¿Escuchaste algún rumor extraño y te gustaría saber si es cierto? ¿Creés que algún profesor es un vampiro?>
―¿No te parece que lo del profesor vampiro es un poquito exagerado? ―Le preguntó Valeria a su amiga, mientras hablaban por videollamada.
―Es para ponerle un poquito de humor. Ya intentamos captar la atención de la gente con mensajes serios. Creo que es hora de probar algo diferente.
―Puede ser…
―Ya contribuí con mi parte, al resto del mensaje escribilo vos.
―Ok...
―Me parece un poquito obvia esa referencia a Issa Levitz ―dijo Rachel―. ¿No se irá a enojar?
―Si se enoja, me importa muy poco. ―Aseguró Valeria―. Además… los robots sin alma no se enojan. Solo están programados para obedecer reglas… y no creo que estemos violando ninguna.
---------
Pasó un día y no recibieron ni una sola propuesta de alguien que estuviera interesado. Ninguna de las dos amigas dijo nada al respecto, pero llevaban varios días sintiéndose tristes porque nadie quería participar en su proyecto.
Cuando, semanas atrás, decidieron inscribir el club, lo hicieron con mucha ilusión. Hasta idearon un sistema de entrevistas que les serviría para seleccionar a los mejores candidatos… y les dolió en lo más profundo de su ser que todo ese trabajo hubiera resultado inútil. Ahora estaban tan desesperadas que serían capaces de aceptar a cualquier persona que quisiera unirse.
Valeria sostenía la idea de proponer un caso concreto que fuera lo suficientemente interesante como para atraer algunas personas; sin embargo todo lo que se les ocurría terminaba siendo descartado casi al instante.
Durante tres días consecutivos esperaron en la denominada “Sala de Reuniones del Club”. El instituto está compuesto por cuatro pisos, uno para cada año de cursado, y el cuarto piso está destinado a los clubes sociales. A cada club se le asignaba una sala. A Veritas Nuda le designaron la sala más pequeña disponible. Apenas contaban con una mesa rectangular y seis sillas, cuatro de las cuales siempre estaban libres y nada más.
A pesar de que la sala de reuniones del club era diminuta, Valeria y Rachel se negaban a perder ese espacio en el que podían pasar tantas horas como les diera la gana. No solo era cómodo para estudiar, sino también para tomar mates mientras charlaban sobre sus aficiones, gustos e intereses… o simplemente para alejarse un poco del mundo.
―Me parece que vamos a tener que pasar a una táctica más directa ―dijo Rachel, mientras hacía rebotar una pelotita contra las paredes de la sala.
―¿Qué sugerís? ―Valeria estaba concentrada en una revista de Sudoku, un juego al que era prácticamente adicta.
―Podríamos hablar con la gente. Preguntarles directamente si quieren entrar al club.
―Mmm…
―Podría funcionar ―dijo Rachel, atrapando la pelotita y volviéndola a lanzar. Rebotó contra el piso, pegó en una pared y volvió a su mano―. Solamente necesitamos convencer a una persona. No creo que sea tan difícil.
―Necesitamos dos personas… aunque una sería un buen punto de partid… ―¡PAF! Algo rebotó contra la hoja de Sudoku―. ¿Podés parar con esa pelotita de mierda? Es la tercera vez que me la tirás en la cara.
―Al menos esta vez no te pegó…
―Por poco… casi me tirás los anteojos. Un día de estos me vas a romper la nariz. Me la vas a dejar toda chueca… con lo linda que la tengo ―Rachel puso los ojos en blanco, mil veces había escuchado a su mejor amiga hacer alardes de la nariz recta y perfecta que tenía, algo que le armonizaba muy bien con sus bellas y duras facciones. Valeria se puso de pie y guardó la revista en su bolso―. Juntá tus cosas. Vamos a ver si tenemos suerte con alguien.
Las dos amigas recorrieron los pasillos del instituto intentando convencer a la gente de unirse al club Veritas Nuda, pero apenas si consiguieron despertar un poco de curiosidad en un par de pibes que les miraban demasiado los pechos. A pesar de que ninguna de las dos usaba escotes, por debajo de la tela de su ropa holgada podía notarse que ambas tenían una delantera prominente. Abandonaron la tarea, indignadas, sin darle muchas explicaciones a estos dos babosos.
―Pelotudos de mierda ―dijo Valeria, entre dientes, mientras se alejaba de los dos chicos.
―Hey, mirá quién está ahí ―Rachel señaló a una chica muy hermosa, de largo cabello castaño que formaba perfectos bucles al caer sobre sus hombros desnudos. A esa chica no le importaba tanto mostrarle a todos que estaba bien dotada de pecho, sus grandes tetas rebotaban dentro del amplio escote con cada paso que daba.
―Astrid ―respondió Valeria―. ¿Qué pasa con ella?
―Bueno, Astrid es una chica bastante popular. Tiene un montón de amigas… y amigos. Quizás si logramos convencerla de unirse al club, más gente la siga.
―Mmm… es buena idea.
Interceptaron a Astrid a mitad de un pasillo.
―Hola ―la saludó Rachel, con una gran sonrisa. Astrid las miró como si las recién llegadas fueran perros callejeros llenos de pulgas que algún conserje inepto dejó entrar―. Te comento… estamos buscando gente para participar en nuestro Club. Se trata de un Club pensado para la gente que ama los misterios, las investigaciones, las novelas de detectives, y muchas cosas más relacionadas con ese tema.
―Además de conversar sobre temas que nos gusten ―añadió Valeria―, nos proponemos investigar misterios que podamos encontrar por el camino… quizás dentro del mismo instituto.
―¿Ustedes son las que pusieron ese mensaje sobre profesores vampiros y robots?
―Sí ―respondió Rachel, soltando una risita―. Fuimos nosotras. ¿Te interesa unirte al club?
―Ni loca me meto en ese club de mierda. ―Sentenció Astrid―. No soy una rarita, ni una nerd, otaku, o como mierda les digan. A diferencia de ustedes, yo sí tengo vida social. No necesito formar parte de ningún club.
―¡Hey! ¿Qué mierda te pasa?
―Calmate, Valeria ―dijo Rachel―. No le des bola…
―Hacele caso a tu amiga, flaca. Sé que vinieron a buscarme porque nadie quiere entrar en su club de mierda. Ustedes no tienen nada para ofrecerme. Yo no les voy a hacer publicidad gratis.
―Lo que te voy a ofrecer es una trompada en toda la cara. Conchuda… te voy a bajar todos los dientes. ―Valeria se gritaba mientras su amiga la alejaba arrastrándola de un brazo. Astrid se reía con aire de superioridad―. Puta de mierda... ¡ya vas a ver!
―Ya… tranquila, amiga… tranquila. Estamos intentando que no nos quiten el club, y vas a hacer que nos expulsen.
―A esa cajetuda le voy a expulsar las tetas a patadas.
Rachel consiguió arrastrar a Valeria hasta el interior de un baño de mujeres. Una vez allí dentro, la abrazó con fuerza. Los ojos de Valeria estaban llenos de lágrimas.
―No te pongas así, amiga ―dijo Rachel―, que si vos empezás a llorar… yo voy a llorar peor que vos. Ya lo sabés.
―Es que… me da bronca. ¿Quién mierda se cree que es, para hablarnos de esa manera?
―Es una pelotuda, no le des bola. ―Acarició la espalda de su amiga, dando suaves golpecitos―. Ya… ya… no te pongas mal. ―Rachel estaba haciendo un gran esfuerzo para no llorar―. Sé por qué estás así… te da pena que nadie quiera unirse a nuestro club. Créeme, yo me siento igual. Pero todavía tenemos varios días. Vamos a hacer todo lo posible para conseguir dos personas más… y siempre podemos contar con esos dos jeropas que nos miraban las tetas…
―Antes de llamar a esos pelotudos le regalo el club a la conchuda de Astrid ―las dos amigas se rieron.
Valeria se lavó la cara y cuando estuvieron lo suficientemente calmadas, salieron del baño.
---------
Al otro día volvieron a quedarse dentro de la sala del Club. Alguna vez tuvieron la intención de decorarla, con posters de Sherlock Holmes, el gran amor de Valeria, e imágenes de Detective Conan, el anime favorito de Rachel. Sin embargo esas ideas se fueron diluyendo por culpa de la apatía que les causó que nadie quisiera unirse a ellas.
Rachel jugaba con su pelotita de goma, haciéndola rebotar suavemente contra la mesa, mientras Valeria leía por enésima vez la novela “El Sabueso de los Baskerville”, su favorita de la saga del famoso detective londinense. Cuando escucharon un golpeteo en la puerta, las dos se sobresaltaron. Se miraron la una a la otra, confundidas. Lo que menos esperaban era que alguien fuera a visitarlas.
―Tal vez sea Issa ―dijo Valeria―. Querrá preguntarnos si ya conseguimos algún m*****o nuevo para el club.
Rachel se puso de pie y abrió la puerta. Se quedó helada al ver a una chica que no conocía de nada. Era alta, le sacaba casi una cabeza, y tenía puesto un holgado conjunto de gimnasia rojo, con detalles en blanco. La chica tenía el pelo castaño oscuro atado con una cola de caballo alta, su tez era olivacea; Rachel pensó que quizás pasara mucho tiempo tomando sol, o tal vez ese era su color natural. No llevaba ni una pizca de maquillaje y su mirada era tranquila. Rachel pensó que esos ojos transmitían mucha paz.
―Hola ―saludó la recién llegada―. ¿Este es el Club Veritas Nud… em… Nuda… emm.”
―No somos una secta, quedate tranquila ―dijo Rachel, con creciente entusiasmo―. El club se llama Veritas Nuda. ¿Te interesa unirte? ―Sonrió tanto como sus mejillas se lo permitieron.
―En realidad, no ―la sonrisa se borró del rostro de Rachel―. Pero necesito hablar con ustedes.
―Dejala pasar, Rachel ―dijo la otra integrante del club, poniéndose de pie―. ¿Qué tal? Mi nombre es Valeria LeClerc. Sé que es un nombre raro, no necesito que me lo recuerden.
La recién llegada miró a las dos chicas y se preguntó cómo podían ser amigas siendo tan diferentes.
―Mi nombre es tan raro como el tuyo ―dijo la chica―. Me llamo Sasha, con equis.
―A la mierda ―dijo Rachel―. Eso sí que no lo había escuchado nunca. Yo soy Rachel Arias. Siento que tengo un nombre poco creativo. Tendré que hablar con mis padres al respecto. Se podrían haber esforzado un poquito más. Bueno, al menos soy Rachel con ka, peor sería llamarme Florencia o Valentina. Esos sí que son nombres comunes.
Sasha se rió. Esa chica le parecía muy simpática, y no solo por las cosas que decía. Su cara ya causaba gracia, era bonita pero estaba muy desalineada. Su abundante cabello castaño estaba muy despeinado y con las puntas teñidas de fucsia chillón. La ropa era extraña: tenía puesto un buzo de un color violeta chillón, que era cuatro tallas más grande de lo necesario. Le quedaba tan grande que al bajar los brazos las mangas le tapaban las manos. Del cuello, entreverados en la maraña de pelo, había unos enormes auriculares color rosa pastel. Debajo tenía puesto un pantalón cargo n***o, demasiado grande, y zapatillas de tela… ¡también violetas! ¿Quién le había enseñado a esta chica a vestirse? ¿Un payaso?
Por el contrario, la que se hacía llamar Valeria, tenía el cabello n***o azabache, y un prolijo corte carré. Vestía un sobrio sweater con cuello de tortuga color rojo oscuro; una pollera cuadriculada, estilo escocesa; pantymedias negras y mocasines del mismo color. Lo más destacable eran sus anteojos, de ancha montura negra, que le brindaban un aire intelectual; sin embargo a Sasha le parecieron horribles, demasiado grandes y aparatosos. Especialmente para una chica con una cara que parecía finamente tallada en mármol. Era como ponerle una nariz de payaso a la Venus de Milo.
―¿De qué querías hablarnos, Sasha? ―Preguntó Valeria, cuando las tres estuvieron sentadas alrededor de la mesa.
―Leí en la web del instituto que ustedes se dedican a realizar investigaciones. No sé si serán buenas en esto, pero no sé a quién recurrir. Seguramente ya les habrán llegado rumores sobre una chica llamada Andrea Leone.
Rachel y Valeria intercambiaron miradas y se encogieron de hombros.
―No sabemos quién es ―dijo Rachel―. Creo que con eso ya empezamos mal nuestra investigación. ¿Deberíamos conocerla?
―Tal vez… porque desde hace unos días que en el instituto solo se habla de ella. ―Aseguró Sasha―. Aunque no todos estaán al tanto de lo que pasó.
―¿Y qué pasó? ―Quiso saber Valeria.
―Em… hace unos días se filtró un video… un video de índole… s****l ―Sasha se sonrojó y bajó la cabeza―. Las malas lenguas dicen que la chica del video es Andrea; pero yo sé que eso es imposible.
―¿Por qué? ―Preguntó Rachel, intrigada―. ¿Conocés a Andrea Leone?
―Sí, es mi mejor amiga. Nos conocemos desde hace años. Incluso mi familia es muy amiga de la suya. Vamos al mismo curso. Sé perfectamente que Andrea sería incapaz de hacer una cosa así…
―No me malinterpretes, Sasha ―dijo Valeria―; pero que una chica tenga sexo y se grabe un video hoy en día no es tan raro.
―Es que… por la naturaleza del video… es imposible que sea ella. No conocen a Andrea… ella proviene de una familia muy cristiana. Es una chica muy dulce, obediente… sólo le importa progresar en sus estudios para ir a una buena universidad. Siempre le hace caso a sus padres. Nunca se mete en problemas. Tiene novio… y ni siquiera tiene sexo con él. Lo sé muy bien, todos en su familia lo saben. Andrea tiene la fuerte creencia de que una mujer debe “reservarse” para su noche de bodas. En fin, hay mil cosas que demuestran que la chica del video no puede ser ella…
―Si no es ella, ¿entonces cuál es el problema? ―Preguntó Rachel.
―El problema es que la chica del video se parece un poco a Andrea… aunque en ningún momento se le ve bien la cara. Y bueno… ya saben cómo son esta clase de rumores. Algunas personas quieren creer que es ella… quizás por morbo, o solo por molestar a Andrea. Se la pasan diciendo: “¿Vieron el video de Andrea Leone?” Como si fuera una verdad absoluta… y no tienen ninguna prueba. Solo que existe un pequeño parecido entre las dos chicas, nada más. Algunos incluso llevan las cosas más lejos y le mandan mensajes a Andrea, insultándola… tratándola de puta. Ella está muy mal, estos días ni siquiera vino al instituto. Intenté convencerla de que viniera, pero fue inútil. Está muy deprimida.
―Me parece horrible que acosen a una persona de esa manera… solo porque tuvo sexo ―dijo Rachel―. Aunque realmente sea ella la del video, no me parece que merezca semejante maltrato.
―Opino lo mismo ―dijo Sasha―; pero tendrían que ver el video…
―No nos gusta ver ese tipo de material ―se apresuró a decir Valeria, sus mejillas se notaron claramente enrojecidas, contrastando con su piel pálida.
―Me imagino. A mí tampoco me gusta; pero… les puede servir para demostrar que esta chica no es Andrea. Si hicieran eso por ella, yo estaría eternamente agradecida.
―No sé… ―dijo Rachel―. No creo que sea el tipo de investigación que estamos buscando.
―Tal vez no ―intervino Valeria―; pero estamos buscando nuevos miembros para el club. Podemos hacer un trato, Sasha. Si vos accedés a formar parte de este Club, nosotras te ayudamos a investigar el asunto del video.
―Em… ¿y qué tendría que hacer para formar parte del club?
―Lo primero sería inscribirte como m*****o oficial, en el Centro de Estudiantes. ―Explicó Valeria―. La simpática Issa Levitz se encarga de las inscripciones.
―Ah, sí… la conozco. Miren, chicas… les voy a ser sincera: no creo que esto de pertenecer a un club de investigación vaya conmigo. A mí me gustan las actividades deportivas. Sin embargo… estoy dispuesta a hacer lo necesario para ayudar a mi amiga. Si quieren, hoy mismo me inscribo como m*****o oficial.
Rachel y Valeria mostraron una sonrisa de oreja a oreja.
―Pero ―dijo Rachel―, antes de anotarte tenés que comprometerte a participar en el club, al menos por el tiempo que dure esta investigación. Y si lo resolvemos rápido, nos gustaría que estés al menos un mes, así nos das tiempo a buscar más integrantes. Si no juntamos al menos cuatro personas en total, pueden cerrarnos el club. Es decir, cuando seamos al menos cinco personas en total, vos sos libre de irte.
―Ya veo. Está bien, me comprometo a quedarme al menos un mes… si ustedes se comprometen a hacer todo lo necesario para ayudarme.
―Trato hecho ―dijo Valeria, estrechándole la mano.