Capítulo 1. Oscura claridad

1277 Words
Cuando recobró el conocimiento, estaba sumergida en las penumbras, intentaba moverse, no podía, estaba sentada sobre una silla, sus piernas y manos estaban presas de algo que le impedía moverse. Su mente era ágil y comprendió que aquello que apretaba su rostro debía ser una venda que cubría sus ojos y le impedía ver, hizo un esfuerzo, recordó lo que había sucedido cuando rondaba aquella vieja mansión, el pánico se apoderó de su ser, con fuerza articuló un grito desgarrador —¡Ayuda, ayúdenme! ¡Por favor libérenme, no he hecho nada malo, sálvenme! —gritó Clara Luz con fuerza, su voz se quebraba entre sollozos desesperados ante su situación. Intentaba liberar sus manos y piernas, arremolinándose con fuerza, pero era inútil, estaba tan bien amarrada, no había forma en que pudiera escapar. Entonces percibió que alguien estaba cerca, primero fue por aquella respiración que escuchó y después por un sutil ruido de zapatos arrastrándose. Clara se quedó en silencio e inmóvil por el miedo. Conocía su mundo, siempre había psicópatas al acecho de los despistados que caían en sus redes, por desgracia ella había caído en una de esas. Todo lo trágico podía ocurrirle, ¡Podían violarla, torturarla y después matarla! La mente de Clara Luz daba vueltas, entre aquellos horrorosos pensamientos, mientras intentaba controlar su pánico. Escuchó aquellos pasos acercándose a ella. —¡Por favor, no me hagas daño! —gritó Clara Luz con fervor —. ¡Nunca he hecho nada malo, te lo ruego, ten piedad, no me lastimes! Clara Luz sintió cómo liberaron sus piernas, le pareció que habían roto algún cordón que las sujetaba. Quería correr, pero dudó, podía sentir cerca de ella una presencia que la atemorizaba. Luego quitaron sus manos lejos de la silla y la obligaban a levantarse, ella se levantó sin poner resistencia, intentó correr. Unas enormes manos la tomaron de la cintura para empujarla y cargarla con una fuerza feroz, Clara Luz comenzó a gritar y sollozar. Comprendió que la llevaba cargada sobre la espalda, el rostro de Clara daba hacia la espalda de aquel sujeto y sus manos atadas le impedían golpearlo para defenderse, sus piernas estaban inmóviles, porque el secuestrador las sostenía con rudeza. Ella clamaba por una piedad que no parecía llegar. Gritaba y lloraba en espera de un milagro. Entonces escuchó unos ruidos frente a ella, y quien la sostenía se detuvo en seco. Eran unos quejidos claros y resonantes. Y a Clara Luz se le ocurrió que había otra persona ahí, ¡Otra víctima del malvado criminal! —¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¡Ayúdame, por favor! —gritó Clara Luz sin meditar la lógica de su argumento, no pudo continuar, porque su secuestrador continuó caminando a un paso veloz. Clara Luz no podía ver que frente a ella había un hombre que tenía las manos y los pies atados, mientras yacía sobre una silla, sus ojos estaban vendados al igual que su boca. Había escuchado lo que ella había dicho, y había sido testigo de que alguien la llevaba lejos. También estaba muriendo de miedo, hubiese querido salvar a esa chica, pero en sus condiciones, no había tenido posibilidad. Cuando la sentó, Clara Luz intentó levantarse, pero sintió que había puesto algo sobre su pecho, una especie de vara, ella había creído que era una espada, pero parecía no tener filo. En realidad, era un bastón n***o con mango curvado. Aquel ataque la hizo sentarse de inmediato. Notó que su atacante caminaba de un lado a otro. Clara Luz intentaba desamarrar sus manos, pero no podía. —Por favor —suplicó—. Déjeme ir, no tengo dinero, mi familia no es rica. ¡Ellos no podrán pagar un rescate!, somos humildes. Déjeme ir, mi familia va a buscarme, ellos me aman y notarán mi ausencia. Había una mesa frente al sofá donde Clara estaba sentada, el secuestrador se sentó frente a ella. Escuchando con suma atención lo que ella decía, mientras sostenía el bastón entre sus piernas —. Mi familia va a buscarme por todo el mundo, además tengo a mi prometido, pronto nos casaremos, ¡Él me buscará!, si es necesario, irán a la prensa, pedirán ayuda, por internet, por la televisión, ahora hay cámaras de seguridad por todos lados, alguna me habrá captado, y el chófer del autobús me recordará, y dirá que me bajó cerca del kilómetro veintiuno, no tardará mucho para que la policía me busqué aquí, usted estará en problemas, ¡Antes de huir, la policía lo apresará!, pero si me deja ir justo ahora, yo correré hasta casa y jamás diré a nadie lo que pasó, ¡Lo juro! —dijo Clara Luz temblando Aquel sujeto tenía una expresión de duda. Se puso de pie dejando a un lado el bastón y se acercó a ella, se agachó hasta quedar cerca de su oído. Ella percibió el contacto, aceleró su respiración por el miedo que sentía, sollozó, no podía respirar, le sorprendió no estar desmayada —Eras todo, menos una mentirosa, ¿Dónde quedo tu verdad? Clara casi gritó al escuchar esa voz, era masculina, grave y rasposa. Ella jamás la había escuchado y no la reconocía, le hacía sentir el miedo más espantoso que jamás sintió en su vida. —No… —intentó articular la chica, pero fue interrumpida —¡Mientes! ¡Tú no tienes familia, ni mucho menos un prometido con el que casarte!, nadie va a buscarte y tampoco te encontrarán jamás —dijo aquel hombre con severidad —No es cierto, ¡Me buscarán! —dijo Clara sollozando de coraje —¡Yo sé todo de ti!, nadie puede engañarme, Clara Luz Galland, hija de Mike y Yovanka. Naciste el segundo día de junio del dos mil treinta y tres, fuiste entregada por tu padre en las puertas del orfelinato de Gloriet, tus padres están muertos, eres maestra. Ahora vives sola, en un asqueroso apartamento del centro, ganando apenas para comer, las encargadas del orfanato son la única familia que dices tener. Pero no te buscarán, no te quieren lo suficiente, como para gastar sus días en buscarte. Ella se quedó en silencio, ¡Ni siquiera tenía la certeza de que sus padres estuvieran muertos!, no sabía que su propio padre la había entregado a aquel orfanato, Clara Luz sentía lágrimas calientes que corrían por su rostro. Aquello llamaba la atención de ese hombre, que veía maravillado cada gota de lágrima que se derramaba sobre el rostro de Clara Luz, como si se tratará de un hecho de otro mundo. Hizo algo raro, saboreó con su lengua una gota de lágrima que caía por la mejilla de Clara Luz, asqueada, lanzó un quejido, que hizo que el hombre se moviera increpado al lado opuesto, saboreando lo dulce de aquella lágrima —¡¿Quién eres?! —preguntó Clara Luz con furia —Me llamo Kent, soy el maldito Kent —susurró Quitó de golpe la venda de los ojos de Clara Luz. Ella los abrió, intentaba acostumbrarse a la luz, cuando sus pupilas pudieron divisar el lugar, observó con agilidad, se encontró con los ojos de aquel hombre, que estando tan cerca de ella, le hicieron soltar un grito y se alejó lo más que pudo, aún sobre el sofá, él la miraba con firmeza. Clara Luz intentó recuperarse, ese hombre tenía unas enormes pupilas color verde esmeralda, ella tuvo miedo y sus ojos se llenaron de lágrimas, quizás era estúpido o cobarde, pero todo lo que pudo salir de su boca fueron dos palabras, las dijo de forma automática y mordiendo cada una entre sus labios con terror y sumisión: —Hola, Kent.
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