La música sonaba por la habitación, a través de un viejo fonógrafo. Kent estaba de pie a lado de la ventana con una copa de vino, miraba a Clara Luz, recostada sobre el suelo. Comenzó a mover su cuerpo, se hizo consciente del sonido de aquella suave melodía. Se enderezó y puso sus manos en el rostro. Sentía como si hubiera recibido un fuerte golpe en la cabeza, su mirada se encontró con la de Kent y se puso de pie. No entendía que había pasado. Quería salir corriendo y encontrar una salida de ese tenebroso lugar.
—¿Qué pasó? —preguntó Clara Luz
Kent había dado un sorbo a su bebida
—Creo que decidiste dormir.
Clara Luz arqueó las cejas en señal de confusión, estaba segura de que no se había quedado dormida. Kent caminó hacia una mesa, dejó su copa y abrió uno de los cajones, tomó de ahí una fotografía
—Tengo un obsequio para ti.
—¿Un obsequio para mí? —preguntó Clara Luz desconcertada—. ¿Por qué razón merezco un regalo?
—Porque hasta ahora estás cumpliendo con mis expectativas, aunque no soy fácil de complacer, eso es un gran avance—dijo Kent ofreciéndole aquella fotografía
—¿Qué es? —Clara dudó antes de tomar aquella foto
—Mírala y verás.
Ella tomó la foto y la observó. Era una fotografía de una pareja que vestían trajes de boda, abrazados y felices, el hombre a la izquierda de la foto parecía mucho más feliz, con una sonrisa amplia con los dientes blancos, la mujer tenía una sonrisa tenue, y sus ojos brillantes.
—¿Quiénes son?
—Son tus padres, siempre quisiste conocerlos, aunque fuera en una vieja fotografía.
Clara no podía evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas. Eran sus padres y en la foto no parecían tener más años de los que ella misma tenía. Se veían felices y enamorados. Notó parecido con su madre y descubrió que compartía el mismo color de ojos de su padre. En aquella foto parecían dos personas normales, nada parecía indicar que abandonarían a su hija en un orfanato.
—Pensé que estarías feliz —dijo Kent al ver a Clara Luz con el rostro desencajado
—Gracias —dijo Clara con un tono de voz bajo —. ¿Puedo ir a dormir?
—Ni siquiera es hora de dormir, además no has cenado.
—Por favor.
Kent asintió y Clara Luz caminó a la habitación. Se recostó sobre la cama, miró la fotografía, y lloró
«¿Cómo pasaron de una gran felicidad y un futuro prometedor, a abandonar a su propia hija?» pensó.
Clara Luz despertó, tuvo una pesadilla, pero no podía recordar. Se puso de pie y observó que era de noche. Sobre la cama aún estaba la fotografía. Clara la dejo ahí y salió. Caminó por el pasillo. Miró a Kent en el fondo del salón, caminó a hurtadillas lejos de ahí, quería llegar al sótano donde debía estar aquella persona encerrada. Había una puerta de fierro. Intentó abrir, pero descubrió que estaba cerrada con llave, se asomó por la cerradura arrodillándose mirando por un hueco, apenas y pudo ver algo, un sonido del otro lado le provocó un buen susto y la hizo caer de espaldas.
—Asumiré que perdiste el rumbo y llegaste hasta aquí —dijo la voz grave de Kent
Clara encontró el rostro de Kent muy serio, la levantó tomándola con fuerza del brazo
—Sígueme —dijo Kent
Clara Luz prefirió obedecer por miedo, y siguió los pasos de Kent, llegaron al salón donde la música sonaba sin parar.
Kent estaba de pie en medio de la habitación que apenas se iluminaba por tenues luces
—Ven aquí.
Ella caminó hasta ponerse frente a él. Kent le ofreció su mano, Clara Luz la tomó, más por miedo que por convicción, Kent la acercó a su cuerpo, tomándola de la cintura, pero ante el desconcierto la miró fijamente
—¡Baila conmigo! —comenzaron a bailar.
Clara Luz se negaba a ver a Kent mientras bailaban, él la observaba con agilidad, cada movimiento o gesto que hacía alimentaba su interés. Espiaba cada rasgo de su rostro, su pequeña nariz y sus pómulos, sus labios gruesos y sus enormes ojos pardos con espesas pestañas oscuras, la veía con devoción que parecía evocar un sentimiento, quería dejarse llevar, se sentía a punto de lograrlo. Casi a punto. Se miraron un segundo, quizás por el impulso de aquel baile.
Pese a su mirada curiosa, Kent tenía los ojos más severos que Clara Luz había visto, por más brillantes que fueran, no opacaban su oscuridad. Aquella mirada parecía hablarle de algo que le daba mucho temor y no se atrevía a descifrarlo, sentía como si cayera en un punto de no retorno. Kent intentaba conservar la calma en su impaciencia, dejándose llevar, su cuerpo comenzó a reaccionar, sentía un hormigueo en el estómago, piloerección y falta de aire. Kent cerró los ojos para recordar las auroras boreales, el brillo de las estrellas y los cielos con arcoíris.
Clara Luz sintió el cálido aliento de Kent sobre su rostro, algo parecido al terror se apoderó de ella, una lágrima corrió por su rostro y cerró los ojos para después dejarse caer al suelo.
Kent abrió los ojos enseguida al escuchar el ruido del cuerpo caer. Primero se quedó turbado, pero luego se enfureció
—¡Levántate! —gritó enojado
Ella no respondió, Kent tomó la mesa más cercana y la lanzó contra el fonógrafo, provocando un terrible sonido, que hizo que Clara se pusiera de pie con rapidez. Ella dio pasos hacia atrás queriendo escapar, pero fue rodeada como si un león salvaje estuviera por cazar a su víctima.
Clara Luz tenía pavor, creía haber despertado a una bestia de la cual ya no podía escapar.
Si hubiera podido gritar y cerrar los ojos pidiendo ayuda lo hubiera hecho, pero no serviría de nada, la única persona que podía ayudarla estaba encerrada igual que ella. Kent, preso del enojo dio un paso hacia ella, ¡Clara Luz tomó con ambas manos el rostro de Kent para oprimir sus labios contra los suyos!, Kent mantuvo sus ojos abiertos, trastocado por la situación. Un segundo después Clara Luz se alejó de él, miraba al suelo, lágrimas caían por su rostro. Kent la miraba incrédulo, su rostro no parecía abandonar aquella expresión de sorpresa. Entonces, movido por sus bajos instintos sujetó su cintura, para tomarla en sus brazos y besarla con una pasión descomunal, ella intentó manotear, alejarse, pero no pudo, Kent la besaba con fuerza, su lengua húmeda se abrió paso acariciándola, intentó negarse y un escalofrío la recorrió. Kent se sintió ardiente, toda su humanidad despertaba al tenerla para él, pero ella consiguió alejarse con fuerza separándose de sus labios
Lo miró con un gesto de desagrado, casi nauseabundo
—¡No me mires así! —gritó Kent con enojo
Agachó la mirada y Kent se calmó, el sonido de una campanada que anunciaba la media noche interrumpió el silencio.
—Es hora de ir a dormir —dijo Kent
Clara caminaba detrás de Kent y abrió la primera recámara, se puso sobre la puerta observando que Clara fuera a su habitación, ella se paró a lado de la puerta, echó un vistazo al interior, vio un tocador con tres espejos, un libro y varios frascos de vidrio antiguos; la mayoría tenían líquido, pero llamaban la atención por sus colores, neones y chillones. Clara por curiosidad asomó la cabeza, Kent no se lo impidió. Ella miró al fondo del lugar, un bebedero de piedra sostenido por cuatro pilares de mármol.
—¿Qué es eso?
—Solo es agua.
Clara Luz llegó a la fuente, el agua parecía fresca y cristalina
—Me ayuda a recordar —dijo Kent—. Tengo problemas de memoria, así que me ayuda a pensar en algunos momentos de mis vidas.
Clara lo miro confusa, salió de aquella habitación. Cuando entró a la otra recámara, cerró la puerta, observó de nuevo la foto de sus padres donde la había dejado. No se había dado cuenta de que Kent había entrado, y Clara Luz pensaba que, si tuviera un último deseo en la vida, sería ver a sus padres, otra vez.
—Puedo concederte cualquier deseo, sin importar lo imposible que sea —dijo Kent
Clara se asustó, pero no demostró miedo.
—¿Acaso eres un genio o un hada que cumple deseos?
—¡Soy Kent, yo soy todo y más, puedo cumplir cualquier deseo que yo quiera!
Clara lo miró con ese mismo desagrado que Kent odiaba
—No quiero nada, no deseo nada y tampoco creo que algún sueño se haga realidad.
—Muy mal, Clara Luz, estas tan amargada que tu enfado podría volverse tan profundo como el mío. ¿Serás como yo algún día? —dijo Kent
—No tengo ningún deseo por cumplir.
—Te acabo de escuchar diciendo que desearías volver a ver a tus padres por lo menos una última vez.
—¡Yo no dije eso! —exclamó con furia, ella lo había pensado y cuando lo comprendió dio un paso atrás, asustada—; ¡Deja de meterte en mi mente, no sé de qué artimañas te vales, pero no quiero que sigas jugando con mi cabeza!
—En el fondo no eres más que una cobarde. Nunca has sido tan fuerte Clara Luz; cuando estás a punto de ir más allá, te gana el miedo, pierdes el control y la seguridad, ¡Vivir en tu ignorancia es mejor para ti, que entender la cruel verdad! ¿Quizás por eso tus padres te abandonaron?, no eras lo que ellos esperaban —dijo Kent con malicia
Ella sufría con cada conjetura que Kent hacía, ¡En el fondo Kent tenía razón, tenía tanto miedo que prefería no saber nada!
—Dicen que el amor es la fuerza que impulsa a que nos lancemos hacia el miedo sin paracaídas. Se da todo por amor, y yo estoy aquí, Clara Luz —dijo Kent con una leve sonrisa—; Solo tienes que pedirlo, puedo enviarte a ver a tus padres una última vez.
Clara Luz tuvo desconfianza, tenía lágrimas en los ojos, pero no respondía, tenía demasiado temor
—Bien, debo dormir —dijo Kent dando la media vuelta para irse
—¿Cómo los veré?, dijiste que murieron ¿O mentiste? —preguntó ella
—Yo no miento —dijo volviéndose a ella—. Ya no tienen vida física.
—¿Y cómo se puede ver a los muertos?
—Bueno, nadie dijo que sería fácil, pero es muy lógico, si quieres ver a un muerto debes ir al planeta de los muertos.
Clara Luz lo miraba con estupor. Kent se sentía victorioso.
—¿Te burlas de mí? —preguntó Clara Luz
—No. —dijo Kent tranquilo—. Ven conmigo.
Kent abrió la ventana con una llave que tenía en su bolsillo, salió a la terraza acompañado de Clara Luz. Miraron al cielo nocturno iluminado por miles de estrellas brillantes
—Mira esa estrella —dijo Kent apuntando
Clara Luz observó impaciente
—Ahí está, es el planeta de los muertos, ¿Estás preparada para ver a tus padres? —dijo sosteniendo su mano con suavidad
—Sí —Clara Luz susurró.
Kent sonreía, ella miraba la estrella, era la más brillante del cielo nocturno en la tierra.