Capítulo 9. El apocalipsis de Kent

1514 Words
Kent estaba sentado sobre el suelo, tenía sus manos sobre su rostro, cubriéndolo, estaba desnudo, la ropa estaba esparcida por el piso. Estaba desesperado, se sentía muy mal, de todas las acciones que había cometido durante su existencia le parecía la peor de todas. Recordaba lo que había hecho, pero el sonido desgarrador de aquel llanto lo hizo salir de su propio trance. Se levantó del suelo, aún descalzo y tomó sus ropas y sus zapatos para salir de la habitación sin mirarla. Clara Luz estaba acostada sobre la cama, cubierta por una sábana blanca, mientras sollozaba entre la rabia y la vejación. Estaba en shock, pero su llanto se volvió silencioso. Cuando se enderezó y se levantó miró aquella cama deshecha, algunas manchas de sangre cubrían las sábanas. Caminó desnuda hasta el cuarto de baño y aseguró la puerta. Luego se bañó con las frías aguas de la regadera, lloraba por su maldita suerte. Estuvo bajo el agua hasta que la piel de sus dedos se volvió demasiado arrugada, pero nada de eso la hizo sentir más limpia. Había encontrado su propia ropa en aquel baño, no dudó en vestirse con ella, aquellas prendas habían sido un regalo de las cuidadoras del orfanato, Clara se acordó de ellas y deseó por un momento que estuvieran buscándola, ¡Imaginó que la rescataban! y que volvía a dormir segura en la habitación compartida junto al resto de los huérfanos. Cuando Clara salió del cuarto de baño y volvió a ver ese lugar se sintió asqueada, sus ojos se habían nublado, pero cuando miró a la mesa descubrió ¡Qué la Hoz estaba ahí!, la tomó con fuerza y la abrazó a su pecho como si fuera su salvación. Se sentó sobre el suelo muy cerca de la puerta de la terraza. No quería dormir, ¡No volvería a dormir, mientras estuviera ahí!, no había forma alguna en que se sintiera segura otra vez. El rojizo amanecer se colaba por las hendiduras de la puerta y ella se levantó, liberó la filosa hoja de la hoz y la empuñó contra la cerradura que se partió en dos pedazos, ella la empujó con fuerza hasta que la puerta se abrió. Miró la salida del sol, hacía frío, era un nuevo día y el mundo afuera parecía tranquilo y monótono. Clara se asomó a los barandales para descubrir que estaba muy lejos del suelo, por lo menos debía ser una caída de cinco metros, ¡No tenía sentido saltar, al menos que quisiera morir!, pero la idea no le resultaba tan descabellada. Entonces se abrió la puerta de la habitación y alertó a Clara Luz quien regresó de la terraza. Se quedó de pie delante de la puerta que estaba entrecerrada, mientras sentía que el miedo y la ansiedad se apoderaba de su ser. Temblaba por enfrentarse de nuevo a él. Kent entró en la recámara con una bandeja con comida que colocó sobre la mesa, espió con frialdad el lugar, pero prestó suficiente atención a la puerta de la terraza para saber que estaba abierta. Clara Luz lo veía con un gesto repugnante, aunque esta vez se mezclaba con enojo y resentimiento. Aun así, Kent optó por estar tranquilo, desvió su mirada, estaba convencido de que no podía irse dejando la puerta de la terraza así, ni siquiera entendía cómo es que estaba abierta. Intentó acercarse, pero Clara Luz lo amenazó con la hoz, apuntándole con la hoja de hierro. ¡Kent la miró con ojos enormes!, tenía un gesto de destemple y se había quedado inmóvil —¡No te atrevas a acercarte! —exclamó la chica con rabia Kent hizo un leve gesto de sarcasmo conteniendo una risa —Deja eso, o vas a lastimarte. Cuando Kent volvió a dar un paso más, ella volvió a amenazarlo tomando con mucha más firmeza el mango de la hoz. El hombre comenzó a molestarse, la poca paciencia que tenía ya se estaba terminando, y era cuestión de segundos para que se dejara arrastrar por sus impulsos —¡Estás haciendo que enfurezca, dame ahora mismo esa hoz, y tranquilízate, o si no te la quitaré yo mismo y no te agradará! —¡Vete de aquí! Los ojos de Kent la miraron destellantes de coraje —Entrégamela, ¡Vas a terminar por lastimarte, tonta! —¿Crees que me importa? ¡No tengo nada, ni nadie! —dijo histérica, Kent no desistió y caminó, ella retrocedía asustada —¡Vas a lastimarme! ¡Vamos, hazlo, atrévete, quiero ver si puedes dañarme! ¡Vamos mátame, si eso quieres! —gritaba Kent, mientras se acercaba a ella y la miraba inclemente Ella aún empuñaba aquella hoz, pero ya no tenía la misma fuerza que el odio le había dado al principio, ahora sus manos temblaban como gelatinas y sus ojos derramaban lágrimas, estaba por perder la poca calma, para convertirse en un amasijo de nervios. Su debilidad la hizo bajar la hoz —¡No puedo matarte! —dijo ahogada en lágrimas—. No puedo ser como tú. Kent la miró compasivo, sus propios ojos comenzaban a sentirse húmedos. Estaba seguro de que había ganado aquella partida, pero esta vez no se sentía satisfecho. Cuando intentó tomar la hoz, Clara retrocedió unos pasos y se alejó de él para volver a empuñar contra él. ¡Aquello era el colmo y al hombre se le acabó la paciencia!, caminó hacia ella con rabia —¡No te acerques! ¡No volverás a tocarme jamás! —exclamó Clara Luz dispuesta a pelear —¡Basta ya, vas a lastimarte! —dijo Kent ¡Para su sorpresa, esta vez Clara tomó el mango de la hoz empuñándolo hacia su propio cuello!, Kent abrió los ojos enormes al mirar aquella escena —¿Qué haces? —preguntó Kent mientras tragaba saliva, nervioso—. Eres una cobarde, ¡No eres capaz de hacer algo así! Una lágrima surcaba el rostro de Clara Luz, hasta perderse en su cuello amenazado con la segadera —Prefiero estar muerta que volver a estar junto a ti. Kent, inmóvil frente a ella hizo un gesto de enojo contenido, sus ojos se nublaban por lágrimas que se negaban a derramarse —No lo harás —dijo desafiante Clara Luz alzó más su cuello, enloquecida, entre el dolor y la desesperación, colocaba la filosa hoja contra su cuello —¡Acércate un poco y verás mi cabeza rodar por la habitación! Algo de seguridad debió ver Kent en la chica, porque permaneció inmóvil —Bien, me iré de la habitación, pero solo si me das esa estúpida hoz. —¡Nunca!, es lo único que tengo contra ti. ¡Pero, tú no puedes vivir sin mí!, si muero ahora, ¿Quién podrá salvarte? Es tu última oportunidad, tu castigo será mucho peor. ¡Ya lo sé todo! —dijo Clara Luz, aunque sus propias palabras carecían de sentido para ella—; ¡Así que, si te acercas a mí, si me tocas una vez más, si no te vas ahora, he de matarme y no podrás impedirlo porque si das un paso me habré arrancado la garganta! Clara volvió a empujar la hoz contra su cuello y Kent pudo mirar una pequeña gota de sangre que escurría sobre la hoja de hierro. Retrocedió unos pasos y su voz se volvió temblorosa y endeble —¡Está bien!, tú has ganado, me iré —dijo mirando al suelo tratando de pensar en alguna otra alternativa, estaba tan desesperado que nada se le ocurría —¡Vete! —gritó Clara Luz Kent levantó las manos y mostró sus palmas, como una señal para Clara Luz de que se tranquilizara, luego salió de la habitación. Una vez que lo hizo cerró la habitación con llave, y cuando al fin lo escuchó alejarse por el pasillo, se dejó caer de rodillas sobre el suelo, dejando a un lado la hoz, ella lloraba sin contenerse. ¡Temblaba y su corazón latía como un condenado!, puso sus manos sobre su boca para evitar gritar. Apenas pudo calmarse, se acercó a la mesa donde estaba aquella bandeja con comida y la lanzó con fuerza al suelo. ¡No comería!, conocía las artimañas de Kent y no se arriesgaría. En la otra habitación, él mezclaba diversos líquidos de colores rosados y amarillos sobre dos frascos de vidrio. Mezcló todo el líquido sobre un solo frasco. Cuando miró aquel frasco, el líquido se había convertido en un rosa nacarado, lo llevó consigo y caminó por la habitación hasta llegar a la fuente, vacío un chorro en el agua dejando el frasco a un lado, y sumergió su cabeza por unos segundos, cuando se levantó de ahí intentó respirar profundamente. Por un momento algunos recuerdos emergieron a su conciencia, como ráfagas de luz. Cada vida donde la había lastimado de tantas formas, ¿Acaso alguna vez sería diferente?, por más que intentaba nunca conseguía hacerlo bien. ¡Lágrimas calientes bañaban el rostro de Kent, inmerso en su infinita soledad, mientras admiraba el inicio de su propio apocalipsis!
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