CAPÍTULO VEINTE Sartes estaba a un lado de la arena de entrenamiento, luchando contra las a******s que lo tenían inmovilizado, aunque eso no cambiaba nada. No podía quedarse allí. No podía no hacer nada mientras intentaban destrozar a su hermana de aquella manera. Pero no había nada que pudiese hacer. Lo habían atado a un poste, con cuerdas alrededor de sus muñecas, tobillos y cuello, para que no pudiese moverse más de un palmo sin que las cuerdas se tensaran y lo medio ahogaran. Lo habían puesto donde Ceres pudiese verlo y saber que no podía salvarlo, pero habían sido aún más crueles. Lo habían puesto donde podía ver sufrir a sus compañeros reclutas. Ya había visto cómo apuñalaban a Justino en el corazón, había visto cómo le cortaban una mano a Ullo, dejándolo allí gritando hasta morir