Emma se sentía una completa chiquilla. Jay acababa de pasar de largo de ella, se había retirado hacia su fogata cómo si nada hubiera pasado, y peor aún, le había dado un simple guiño de ojo cómo si fuera la hermanita pequeña de sus mejores amigos, cómo lo que claramente era, haciéndola sentir, aún, más ridícula de lo que ya se sentía. —¡Genial!— Se queja rodeando los ojos. En estos momentos no puede pensar en ninguna otra cosa que no sea lo estúpida que se siente y lo enojada y frustrada que se encuentra consigo misma. —¡Sos una tonta, Emma!— Se burla de sí misma. Las ganas de volver a salir hacia el exterior y perseguirlo se hacen realmente notorias. Recuerda que está en paños menores y en menos de un parpadeo se podía llegar a arrepentir de lo que quería hacer por impulso, es por e