Capítulo 3 La muerte de Virgilio Jaramillo

3007 Words
La mujer miró al hombre desnudo que se levantó para vestirse y marcharse por la puerta secreta que hay en la habitación. —¿Cuándo vas a volver a venir? — le preguntó la mujer al hombre sin dejar de mirarlo. Él le daba placer, pero no amor y era lo único que ella quería que le dieran amor. —La verdad es que no lo sé— dijo mientras se apuntaba el pantalón— bien sabes que mi esposa está sospechando que tengo una amante y no es conveniente que nuestros esposos se enteren de esta relación. La mujer de ojos azules lo miró con tristeza. Por mucho que se afanaba por conquistar el corazón de un hombre siempre había una mujer que se atravesaba en su camino y le quitaba la oportunidad de ser feliz. —Si, lo sé – dijo ella con pesar— y sobre lo que me dijiste que vas a hacer para quedarme con lo que tanto yo quiero… —Sh, nadie puede enterarse de esto— dijo él – tal vez lo haga hoy mismo. Ella se levantó totalmente desnuda y se fue al baño y lo observó. —Ten cuidado de que no te vean— le dijo ella con un poco de nerviosismo. —Lo tendré. Nos vemos más tarde, mi reina— salió – y lo más seguro es que te avisen de mi trabajito. Ella esperó que él saliera y acomodó las cortinas que protegían la puerta que daba a un pasillo que los llevaba a un patio y este deba a uno de los establos lejano de la casa grande, y quedaba como a veinte minutos del rancho y era ahí donde dejaba el caballo para él poder entrar a la habitación de una mujer casada y poderosa de la región de Santa Cruz. Cuando ella se quedó sola entró al baño y se metió en la tina para refrescar. En el gran rancho San Miguel hacía mucho calor debido al clima caliente y debido a las fuertes lluvias. A medida que secaba el agua y calentaba el sol se presentaba una humedad sofocante. Ella cerró los ojos y comenzó a recordar parte de su pasado. Ella hizo lo que tenía que hacer para poder obtener a un hombre que nunca la amó. Durante muchos trató de enamorarlo, pero su corazón se había empecinado por el amor de otra mujer, a la que odio hasta el último día de su muerte. Esa mujer le había parido un hijo a su esposo y eso la hacía mucho más despreciable para ella, porque ese hijo era el recordatorio del amor de él por esa maldita mujer. La mujer sonrió con placer al sentir que el calor comenzaba a bajar. —Tu jamás serás dueño de nada— sonrió al recordar al hijo de su esposo. El único que él tenía, porque los gemelos eran hijos de su amante. Sin embargo, ella le hizo creer que los hijos de ella eran de su esposo, pero él no era tonto y sospechaba que no eran sus hijos. En una discusión él mismo se lo dijo y la amenazó que dejaría el rancho de San Miguel a su único hijo. Por eso, tenía que hacer todo lo posible por sacarlo del camino y quedarse ella y sus hijos con todo el dinero del hombre, la cual era una herencia cuantiosa — yo no voy a permitir que Adalberto reciba una sola moneda de mi esposo. Ella con los ojos cerrados sonreía en lo que iba a hacer su amante esa misma tarde y fue cuando unos toques apresurados parecían que quería tumbar la puerta. —Señora, señora— llamó la mujer que hacía los oficios en la casa— por favor el señor Virgilio acabo de sufrir un accidente y lo llevaron a su habitación. Al parecer se cayó del caballo y se golpeó la cabeza. Margarita sonrió al oírla y salió de la tina con toda la calma y tomó una bata y cubrió su desnudez. —Muy bien, Federico — murmuró ella complacida. Ahora había que esperar que muriera para ella poder heredar como su viuda. Descompuso la cara y se mostró asustada y dolida. —Dolores, haz que lo atiendan, me estaba refrescando y termino de vestirme y voy de inmediato— dijo la mujer cubierta con una bata de baño. La mujer que hacía los servicios la miró con extrañeza. No se notaba nerviosa, más bien alegre. Dolores apretó los labios. —Sí, seño— dijo la mujer y salió corriendo. La mujer se cambió con toda la calma del caso. Vistió unos pantalones cafés, botas y una blusa blanca. Salió y llegó a la recámara donde dormía Virgilio desde el mismo día que se casaron. Él nunca quiso compartir la habitación con ella. —Dolores llama al médico— le dijo cuando vio que estaba un hombre que la miraba con extrañeza, él acaba de llegar al oír sobre el accidente. Aurelio era amigo de Virgilio y además era el hermano de Leónidas y debido a esa presencia se veía obligada a buscar un médico— por favor, date prisa mujer. —Oh, amor— dijo y se arrodilló a los pies de la cama y agarró la mano de Virgilio. Los ojos de Virgilio la miraron con odio y suspiró debido al dolor del golpe que le había dado ese hombre que lo atacó por la espalda cuando iba a subir al caballo. —Llama a Adalberto— rogó el hombre que sentía a la muerta rodearle— por favor, Margarita. Ella suspiró y torció la boca. —Por favor descansa, ya viene el médico y te vas a poner bien— dijo apretando el estómago para aguantar la ira que se despertaba dentro de ella. Sabía que tenía que hacer un buen papel delante de Aurelio que podría llevarle el chisme a su hermano Leónidas y luego traer al maldito bastardo. —Llámalo— rogó el hombre de repente vio el rostro de su amada Elena que le sonría y extendía la mano hacia él— mi amada Elena ya viene por mí, llámalo para poder decirle lo mucho que lo amo y que todo esto es de él. Él es el único heredero, Aurelio. Margarita se tensó al oír esas palabras. —Pero amor, tú vas a estar bien— trató de evitar que Aurelio se acercara a él. Aurelio era administrador del rancho San Miguel. —Dígame patrón— dijo el hombre. —Ya sabes lo que tienes que hacer— dijo el hombre agonizando— tú tienes la fecha y hasta que llegue ese momento no podrás dejar la administración de mi rancho. Hasta que llegue la fecha que está en el testamento. —Si señor. Lo haré como usted lo ha ordenado— dijo Aurelio— y si me lo permite voy a buscar al médico, porque tal vez nunca llegue. Aurelio observó de mala forma a Margarita. —Ya vengo con el médico— le dijo y salió. La mujer miró al enfermo en la cama y se acercó. — ¿Qué pretendes? — le dijo llena de ira— ¡Dejarme en la calle!, eso es lo que estás pensando, pero no te lo voy a permitir. Este rancho y todo lo que tienes es mío. Solo mío y de mis hijos. Virgilio la miró y sonrió. —Si tus hijos y de tu amante Federico, él mismo que ha tratado de matarme— tosió y la vista se estaba nublando debido a la muerta— crees que no lo sabía, pues no es así. Jamás podrás tener nada vas a obtener de mí. Margarita al escucharlo hablar con tanta verdad se llenó de horror así que tomó un cojín y lo miró con odio. —Tu no dirás nada— le dijo y se le acercó y se lo puso en la cara y debido a la debilidad el hombre no luchó por salvar la vida — maldito, nunca me amaste así que lárgate con tu maldita Elena. La mujer sintió unos pasos y rápidamente tomó el cojín con el que había asfixiado al hombre y lo colocó detrás de la cabeza. —Amor, amor— comenzó a llamarlo— por favor, despierta. Dolores llegaba con el médico que venía corriendo por el corredor y Aurelio con él. —Por favor, ayúdenme, está tan…— comenzó a llorar. El médico lo revisó rápidamente, pero al notarlo vio que estaba muerto. —El señor Virgilio ha muerto— dijo mirando al administrador— si quiere le hago una necropsia para dictaminar la causa de la muerte. Margarita que fingía que lloraba se sorprendió al oírlo hablar sobre averiguar la muerte así que llorando se acercó al cuerpo del muerto y lloraba a todo escándalo. —Amor mío— le dijo ella a todo grito— por favor, despierta. —Señora, por favor… dijo el médico. —No, no quiero que le hagan nada. Él se cayó de un caballo y no hay nada que hacer— dijo la mujer y los fulminó con la mirada— él es mi esposo y yo soy la única que puede tomar decisiones con respeto a él. Aurelio supo que la mujer tenía las manos en el asunto de la muerte de su amigo, así que iba a poner en práctica lo de su testamento. No le iba a permitir que ella tocara ni un centavo de su amigo. —En ocho días se hará la lectura del testamento— dijo Aurelio a la mujer que estaba llorando— para saber lo que vamos a hacer de ahora en adelante. La mujer sonrió sobre el pecho del muerto sin que nadie la viera. —«Si, hazlo porque yo seré la única que tomara posesión de sus riquezas»— pensaba la mujer. Todo le estaba saliendo de maravillas. —Por favor, Aurelio, encárgate de todo— le dijo llorando y se levantó y miró al médico— doctor gracias por venir, por favor le da el acta de defunción a Aurelio para que pueda hacer el trámite del testamento. — ¿Va a llamar a sus hijos? — dijo el administrador con la idea de llamar a Adalberto. —No, a ninguno de ellos vamos a incomodar. Mis hijos están en el internado y no van a hacer nada al venir al funeral— dijo ella con amargura— ellos deben seguir su camino. Aurelio la miró y sonrió. —Será como usted diga lo que vamos a hacer— dijo y se encaminó a la salida— Dolores, hagan que busquen la mejor ropa del patrón para cuando venga la funeraria para llevarlo y sobre todo la foto que él tanto ama. Margarita sonrió con un poco de tranquilidad. —Si llévale lo que más él ha amado— dijo la mujer con cierta burla. Era una foto de su caballo azafrán. Lo que no sabía Margarita era que detrás de la imagen había una foto de Elena y de su hijo. Una foto que él veía todos los días, tanto al levantarse como al acostarse. Al día siguiente fue el sepelio de don Virgilio Jaramillo sin penas y sin dolores por parte de la hermosa y joven viuda. Después de ocho días, la mujer vestida de n***o estaba sentada en la mesa en compañía del abogado y del administrador. —Señora Margarita— dijo el abogado— este testamento está dividido en dos partes. La mujer lo miró con los ojos entrecerrados. — ¿Cómo así? — dijo ella nerviosa. —Vamos a leer las órdenes del señor Virgilio Jaramillo y luego usted debe afrontar la nueva situación, y dado el caso si usted no está de acuerdo con lo escrito deberemos seguir la segunda parte del testamento. La mujer miró al administrador que estaba de pie al lado del abogado. —Muy bien, entonces seguimos con lo del testamento— dijo el abogado mirando a la mujer. El hombre tenía una cara de pocos amigos y estaba adornado con un gran bigote. Sus grandes gafas descansaba en el puente de la nariz y al inclinar su cabeza subió los lentes para poder leer bien — el rancho San Miguel va a quedar bajo la administración de Aurelio Cortez. Si durante ese tiempo el señor Aurelio Cortez le llega a pasar algo que le impida seguir en el rancho pasará la administración totalmente al Centro de Abogados donde se vigilará los bienes del señor Virgilio Jaramillo, desde este momento el progreso del rancho. La mujer no entendió lo que decía el hombre y tanta palabrería la asustaba. — ¡No entiendo! — dijo la mujer nerviosa y algo molesta. —Si me permite leer luego le explico— dijo el hombre mirándola de mala forma por la interrupción— le agradezco no interrumpa hasta que haya terminado de leer. —Lo siento— dijo ella apretando los labios. —El administrador y el Centro de Abogados serán los encargados de vigilar y mantener las acciones, las propiedades del señor Virgilio Jaramillo. Después de diez años se leerá la segunda parte del testamento y se dará las propiedades a los herederos. Margarita solo pensaba que todo el dinero sería para ella y para sus hijos. Los hijos de su matrimonio. — «¿Los herederos?» — pensó la mujer— «mis hijos son los únicos herederos. Su hijo Adalberto huyó de Santa Cruz a lo mejor durante ese tiempo lo más seguro es que Aurelio lo va a buscar y yo haré todo lo posible para que no lo encuentre. Menos mal le envié la carta al estúpido de Leónidas». El abogado cerró la carpeta y la notó pensativa. —Le voy a resumir lo que dice el testamento—dijo el letrado sin dejar de mirar a la mujer que se notaba molesta con lo que estaba pasando — el señor Aurelio es el único que puede comprar o vender, es el único que podrá contratar o despedir personal. Sobre él estará la responsabilidad de pasarle una mesada mensual para sus gastos y estos serán controlados por el administrador. Si él ve que usted está gastando mucho más no se hará responsable de esos pagos y será usted la responsable de cancelar esas deudas. Ya no habrá más tarjetas ni créditos que no sean aprobados por el administrador. La mujer miró a Aurelio con furia. —Todo esto lo tramaste tú para quedarte con mi dinero— le gritó y se levantó de la silla y le encaminó con la intención de abofetear. El abogado se levantó. —¡Señora Jaramillo! — le gritó y esta lo miro con mucho enojo— si usted no está de acuerdo con esta decisión queda una segunda opción. La mujer se frenó y resopló molesta. —Diga cual es la segunda opción— dijo sin dejar de mirar al administrador que también la fulminaba con odio. Él estaba seguro de que ella había planeado matar a Virgilio. Y no iba a descansar hasta descubrir la verdad. —Por favor, se sienta— dijo el abogado y sacó unas hojas – por favor firma aquí donde está renunciando a la primera parte del testamento. Ella lo observó sorprendida y sintió un mal presentimiento. Virgilio no era tonto y si lo atrapo una vez, él no volvería a caer en su trampa. —De que se trata la segunda parte, quiero saber— dijo arrogante y en un tono de voz que se notaba la desesperación— quiero saber antes de firmar. El abogado la miró con enojo. —Usted aún no ha entendido— le dijo con la voz ronca— usted no tiene derecho a exigir. Esta es la voluntad de Virgilio Jaramillo. — ¡Mi esposo! — gritó ella enojada— y soy la única que tiene el derecho… —No lo tiene— la interrumpió el abogado— él nunca reconoció este matrimonio e hizo investigar sobre las artimañas que usted y su padre fabricaron para confundir al señor Jaramillo y así obligarlo a él a casarlo con usted. Por lo tanto, él estaba en su derecho de hacer con sus posesiones lo que a él le parezca. La mujer quedó quieta tratando de asimilar lo que estaba hablando el hombre de leyes. —Además, somos tres abogados que estamos asesorando al administrador de este rancho y de todos los bienes del señor Jaramillo. Él va a tener todo el respaldo y usted la seguridad de que él no va a robar absolutamente nada. La mujer tragó. Esto no pintaba nada bien para ella, su amante y sus hijos. —Pero por ser usted una dama yo voy a considerar decirle lo que dice la segunda parte del testamento por el que usted está rechazando. Ella tragó y mojó sus labios resecos por la rabia y al mismo tiempo por el miedo. —Si usted no quiere que sea el señor Aurelio Cortez el administrador, entonces todo pasará al Centro de Abogados— dijo el hombre y le pasó las hojas para que ella firmara la renuncia de la primera parte del testamento. Ella miró al abogado a los ojos. —Es lo mismo. Lo único que cambia es que él ya no va a estar aquí— dijo la mujer molesta con el letrado de leyes. —No, él se queda, pero ustedes se van del rancho San Miguel— dijo el hombre y señaló la hoja— la diferencia radica que en el primero usted y sus hijos se pueden quedar aquí y recibirán una mesada. En la segunda parte usted y sus hijos no se van a quedar aquí y no van a recibir una mesada. Y esto durará los mismos diez años cuando se lea los nombres de los herederos de la fortuna Jaramillo. Los ojos azules de la hermosa rubia destellaban de furia. —«El maldito de Virgilio me golpeó bajo» — pensó llena de furia.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD