Capítulo 4 Yolanda una mujer egoísta y perversa

2276 Words
Diez años después. Convento Las Marías, ciudad Capital.  Por unos de los corredores vienen corriendo dos bellas jóvenes con uniforme de falda larga y blusa manga larga, una trata de alcanzar a la otra. — ¡Yoly, espera! — grita la más joven de las dos— por favor. Yolanda es mayor un año que Mercedes y al detenerse la mira con enojo. Sus hermosos ojos miel muy parecidos a los de su hermana menor al momento de detenerse la mira con rabia. — ¿Qué quieres? — le gritó enfadada al detenerse. — ¿Para dónde vas? — le gritó preocupada por su hermana— ¡No puedes irte de la misa! Mercedes la sostiene por el brazo. — ¡Suéltame! — se soltó a las malas — quédate si quieres. Pero yo me voy de este lugar. Yo no nací para estar en un lugar como este. Yo quiero fiestas, lujos y no pobreza y castidad, esto me aburre. Mercedes la miró y la fulminó con sus hermosos ojos. —Bien sabes que nuestro padre es exigente— la volvió a tomar del brazo— y si estamos aquí es para aprender a ser damas en todo el sentido de la palabra. Así lo exige nuestro ducado y sobre todo nuestro padre. Yolanda se volvió a soltar de su hermana. —Me importa un millón de…— callo cuando vio venir a una de las hermanas que las venía a buscar— Mira Mercedes hoy mismo me voy de este lugar y tú verás lo que haces con tu vida. A mí no me van a poner freno alguno para que yo deje de hacer lo que a mí me venga en gana. —Niñas, ¿qué están haciendo aquí? — preguntó la mujer regordeta que las buscaba— vamos al templo. —Lo siento hermana Felicia es que estoy en mis días y me duele mucho el vientre— dijo Yolanda con rapidez. Algo que para la mujer era muy fácil. Inventar cualquier mentira y lo mejor de todo hacerla tan creíble. La hermana Felicia la miró con sospecha. —Es extraño— la miró y luego miró a Mercedes— la semana pasada estuviste con tus días, o eres tú Mercedes que aun te avergüenza hablar de algo tan natural entre las mujeres. Mercedes de inmediato se puso colorada. — ¡Hermana! — exclamó incómoda por la mirada de la mujer— yo no… Yolanda al ver que no se iba a escapar pensó rápido y se acercó a su hermana. —No seas tonta, Mercedes— le dijo y mirando a la hermana— yo misma la llevó a la habitación. Ya sabe ella es muy tímida con respeto con el tema de sexualidad— dijo la joven sonriendo al ver a la monjita colorada por la vergüenza. —Vaya y llevala y hazle que tome algún calmante para contrarrestar el dolor, y también ponle unos pañitos calientes— indicó la mujer y se alejó de las dos mujeres. Yolanda soltó una risa perversa. —Pobre mujer— dijo y soltó a su hermana— ahora ya me puedes dejar en paz. Yolanda comenzó a caminar hacia la habitación que compartía con Mercedes y fue seguida por su hermana menor y al ver que esta comenzaba a recoger su ropa se asustó. — ¿Qué piensas hacer? — la miró a los ojos— ¿A dónde vas a ir? Yolanda solo suspiro y dejó caer la prenda y la miró con enojo. —Tengo un buen amigo que me va a dar posada unos días hasta que encuentre a un millonario y me proponga matrimonio. —Tu, no puedes irte con un hombre— dijo la joven alarmada por la decisión desvergonzada de su alocada hermana— van a pensar que ya no eres virgen y… Yolanda la miró y rió a carcajadas. — ¿Quién te dijo que era virgen? – dijo las palabras con burla. Ella sabía que su hermana era una chica a la antigua que se pegaba a los protocolos de la sociedad. Es más estaba muy segura de que ella era aún virgen. — ¡Yolanda! — la reprendió la joven enojada por la ligereza de su hermana — no debes hablar así. ¡Eres una dama! —Y tu una mojigata que te van a casar con un maldito gordo— le dijo de repente molesta al ver a su ingenua hermana sumisa a su padre y madre. — ¿Qué dijiste? — preguntó confundida— eso es mentira. Mamá sabe que yo no me quiero casar. Yolanda la miró a los ojos con furia. —Realmente sí que eres tonta— se alejó de la cama y buscó en el buró en uno de los cajones y le entregó una carta que le había enviado su madre dos días antes— toma para que te enteres lo que están haciendo nuestros padres a nuestra espaldas —Toma lee— le entregó el papel arrugado— ahí está con quien ellos nos piensan casar. Don Robert Vallarta y su hermanastro Pedro. Uno gordo pipón para ti y otro bastante viejo para mí. Mercedes temblaba al leer el papel. —Esto…— comenzó a llorar al leer el papel que su hermana le entregó — mamá no puede… —Mamá solo hace lo que el duque quiere— la miró a los ojos— tú sabes que el duque solo tiene un pobre título y un montón de deudas por pagar y adivinan como las va a pagar— Yolanda seguía guardando ropa muy enojada — si mi niña buena, con tu bello y dulce cuerpo y yo no voy a caer en ese maldito juego. Yo quiero un millonario, pero que sea joven y ojalá muy guapo. Mercedes con el papel en sus manos aún no puede creer que su madre se preste para hacerles a ellas esa maldad. —Llévame contigo— le suplicó. Ella estaba aterrada de solo imaginar de caer en manos de uno de los Vallarta. Ellos tenían fama de ser hombres promiscuos y crueles con las mujeres. Además de tener un gusto especial por las mujerzuelas— por favor no me dejes aquí. Si me quedo, nuestro padre va a descargar su ira contra mí. Yolanda la miró y suspiró torciendo la boca de mala gana. Yolanda en cierta forma le tenía envidia a Mercedes. Todos se inclinaban ante la bella y muy casta virgen duquesita. Aún su madre había mostrado cierta preferencia hacia ella. Solo porque Mercedes siempre llenaba las expectativas de sus padres. —Lo siento por ti, Mercedes— dijo mirándola con fastidio y tal vez con rencor — pero yo no me voy a hacer responsable de ti. Tu ya debes despertar y luchar por tus propios sueños y deseos, así como lo hago yo— le sostuvo la mirada. Mercedes lloraba de angustia de solo imaginar que su hermana se marchara del convento y toda la ira caería sobre ella. Su padre era déspotas y muy machista. La noche empezó a caer y Mercedes trataba de no dormir para poder pegarse a su hermana y así huir con ella, pero no contó con que Yolanda le diera a beber ciertas hierbas que la relajaron y se durmió profundamente. —Adiós, querida hermanita— dijo con burla cuando salió por unas de las ventanas después de lanzar la pequeña maleta a la calle. Caminó rápido por una de las calles que estaba amparada por la oscuridad cuando vio el auto azul que la estaba esperando. —Hola cariño— dijo una bella mujer que le sonreía— ¿y tu hermana? Yolanda torció la boca y después de meter la maleta en la parte trasera del auto suspiro con mucho drama. —Ella no quiso venir— le dijo a Paula que la miraba con mucha curiosidad— le expliqué lo que querían nuestros padres, pero ella nació para ser mártir— comentó la mujer con una sonrisa perversa en su rostro. Paula la miró con sospecha. —Pobre de tu hermana— le dijo con un dejo de tristeza — ese maldito de Pedro le tiene el ojo puesto desde que hace tiempo, solo lo ha detenido que tu padre era como un muro de contención, pero ahora que está quebrado cualquier hombre con dinero es bueno para casarlas a ustedes. Yolanda se soltó el cabello que le caía hasta los hombros. Era lacio y de color castaño como el de su hermana al igual que sus ojos miel. La diferencia radica en que Mercedes tenía el cabello largo que le llegaba hasta las caderas. —Pues yo no me voy a prestar para esa mierda— dijo la mujer molesta— por eso ahora solo me quiero divertir y si es posible buscar con desesperación un hombre millonario y muy joven. Paula solo suspiró e hizo cambios al auto para alejarse lo más rápido de esa zona. —En fin, ella deberá luchar para no morir en el proceso— Paula sentía lástima de la pobre que había quedado en el convento. Ambas mujeres llegaron a un bar para divertirse y comenzaron a beber y bailar. Fue en esos momentos que Yolanda vio a un hombre muy alto y atractivo que la estaba mirando. Los ojos del hombre la detallaron con gran interés y en el momento que se encontraron sus miradas ambos se sintieron atraídos. Los ojos de Yolanda se deleitaron con aquel hombre que era muy alto y trigueño. Tenía el cabello corto y n***o. En ese momento el hombre su rostro se encontraba rodeado de una barba muy pulida en forma de candado. — ¡Es bellísimo! — dijo Yolanda mordiendo sus labios de manera provocativa, ella se excitó con aquella mirada tan caliente. La mujer aún no tenía mucha experiencia en las artes amatorias, pero esa noche quería aprender más — y me gusta mucho. Ella miraba cada uno de sus ademanes y le pareció un hombre culto y lo vio charlando con otro hombre algo mayor— lo quiero, lo deseo solo para mi esta noche. Decidida a conseguir un buen polvo se acercó al oído de su amiga. —Ahora vengo— dijo Yolanda a su amiga— no te vayas a ir sin mí, no tengo ni una blanca— le dio un beso a su amiga. —Ve y divierte— respondió la joven mirando al chico que la estaba esperando con una copa en su mano. Sus pasos eran lentos y muy sensuales, ella sabía que el vestido ajustado no dejaba mucho a la imaginación, porque la entallaba de tal manera que mostraba cada una de sus curvas bien estructurada. —Hola— dijo ella al momento de acercarse al hombre con un sonrisa ladina en su rostro. El hombre la saludó y la miró con detalle, para él ella era aún más hermosa ahora que la tenía cerca. —Hola, mucho gusto. Soy Adalberto— le dijo él con educación. Ella lo miró y apretó sus labios. —Mucho gusto, yo soy Mercedes – y extendió su mano sin importarle que había dado el nombre de su hermana— y es un placer conocerte. —¿Te importa si nos vamos a un reservado? — le mostró un lugar apartado un solitario— no me gusta ser el centro de las miradas y mucho menos que miren lo que yo estoy disfrutando. Ella se gozó al ver que el hombre era bien directo. —No al contrario me encanta que estemos a solas— dijo ella y tomó la mano del hombre que le habló algo al hombre que lo acompañaba y luego la llevó a una mesa solitaria. Durante un buen rato ellos hablaron y quedaron prendidos uno del otro. —Me gusta mucho— le dijo el hombre tomando la mano y besándola con mucha seducción – y me gustaría compartir contigo esta noche. Ella le sonrió feliz de que él fuera su amante esa noche, pero primero debía cubrir sus espalda por si algo salía mal. —Adalberto, yo soy una dama— dijo con una risita coqueta y se mostraba nerviosa — que dirán de mí si me ven en estas con un hombre soltero. Él sonrió y miró el lugar el cual estaba muy concurrido. La mujer era de un ducado muy conocido y el destino había puesto a la bella damisela en su camino y él lo aprovecharía para su propio beneficio. Así que se iba a jugar una carta que estaba guardada para un momento muy especial. Su venganza. —Y yo soy todo un caballero— él sonrió cuando ella rió de buena gana— y es por lo que quiero estar contigo. Si nos llegan a pillar me haré responsable de tu honor. Ella al oírlo se tensó. — «¿Sería él un hombre de dinero y alcurnia?» — el corazón de la joven latió apresurado en su pecho de la misma emoción— «así podría escapar del yugo de mi padre» – pensó la interesada mujer. — ¿Te casarías conmigo? — dijo ella en medio de la risa nerviosa por cómo se estaba llevando aquella conversación. Los ojos negros de Adalberto la miraron con insistencia y al mismo tiempo deseo, pero debía hacerle una prueba y si ella la pasaba se casaría con ella de inmediato. —Si tú honor se viera en peligro o en vergüenza me casaría contigo de inmediato. Ella sonrió muy feliz al oírlo, ahora debía averiguar si tenía dinero y lo atraparía en ese mismo instante.
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