Un par de días después de la intensa sesión de sexo anal, Nicol se sorprendió al encontrar a Matías sentado en el sofá del living, con la mirada perdida en la pantalla apagada del televisor.
—Matías, ¿pasa algo? Te noto triste —dijo Nicol, tomando la mano de su hijo—. Y no me digas que no te pasa nada, porque soy tu madre y te conozco bien.
El chico la miró a los ojos, ella tenía razón, no tenía sentido mentirle. Tarde o temprano su madre averiguaría el porqué de su estado de ánimo.
—Lo que pasa es que me di cuenta de algo.
—¿De qué? —Preguntó ella, intrigada.
—Que estás intentando reemplazar a papá conmigo.
La cara de Nicol se desfiguró por la sorpresa.
—¿Qué? ¿Por qué pensás eso?
—¿No te parece obvio? Te cogiste a mis amigos, y me lo contaste, para que yo me sintiera mal. Com
