Nicol estaba acostada en su cama, mirando el cielo raso, con la esperanza de que ésto le ayudase a dejar la mente en blanco. Pero era imposible. Las imágenes y el recuerdo de las sensaciones la invadían constantemente. Aún no podía creer que hubiera tenido el pene de su propio hijo dentro de la boca. Eso era algo que ninguna madre debía hacer. ¿Qué pasaría dentro de muchos años, cuando Matías ya estuviera casado y con familia propia? Ya se podía imaginar a ella misma diciéndole “Espero que tengas una familia normal, y no hagas como yo. ¿Te acordás de la vez que me metiste la pija en la boca? ¿O de cómo me tocaste la concha? Ah, por supuesto, no te olvides de las veces que me llenaste de leche”. Aunque, sin duda, para Nicol era mucho peor el haber tenido el pene dentro de la boca, a lo del