Al día siguiente Nicol fue a buscar a Matías, como imaginó, lo encontró enchufado al juego de Batman, en la PlayStation 4. Ella sonrió, con genuina alegría, y se sentó frente a él. Matías puso el juego en pausa. —No hace falta que pares —dijo la rubia—. Quiero verte jugar un ratito… —¿De verdad? No sabía que estos juegos pudieran interesarte. —Y no me interesan. Pero cuando jugás se nota que estás feliz… por eso, seguí jugando, yo me quedo mirando un ratito. —Bueno, está bien. Nicol se sintió muy bien durante todos los minutos que pasó viendo cómo su hijo jugaba. De vez en cuando le preguntaba alguna cosa, sobre cómo hacía que el personaje se moviera de determinada manera. También hizo muchos comentarios sobre cuánto la asombraba ver el nivel gráfico que tenía el juego, y lo bien rec